viernes, 1 de febrero de 2013

FESTIVIDAD DE LA CANDELARIA. 2 de febrero

NUESTRA SEÑORA DE SAN JUAN DE  LOS LAGOS
NUESTRA SEÑORA DE LA CANDELARIA

LA ADVOCACIÓN DE LA CANDELARIA
La Virgen de la Candelaria toma su nombre de la fiesta de la Luz o Candelaria, y hay especial devoción a ella en países como España, Bolivia y México, pero es de alcance universal.

Mas su culto como advocación mariana tiene su origen en las Islas Canarias (España), desde donde se expandió a otras naciones. En Canarias es tan importante que incluso se le escogió como la santa patrona de estas islas, y tiene su basílica en la ciudad de Tenerife.

En Oruro, Bolivia, la Virgen de la Candelaria se convirtió en la santa patrona de los mineros. Ahí su imagen es una pintura elaborada en 1781. De hecho, Bolivia fue el primer país americano en adoptar la devoción a la Virgen de la Candelaria.

En Argentina es patrona de la localidad de Candelaria, que pertenecía a las reducciones jesuíticas. La celebración de su fiesta se acostumbra hacerla precisamente en las ruinas de la antigua reducción.

En Chile la veneran sobre todo los mineros. Medellín, la capital de Colombia, la tiene nada menos como patrona de la ciudad. Incluso en Cuba, la Virgen de la Candelaria sigue teniendo importante presencia: es la santa patrona de la ciudad de Camagüey.

Patricamente no hay país católico americano que no tenga al menos una ciudad o pueblo en que tenga por patrona a la Madre de Dios en su advocación de la Candelaria. 
                            
                              
¿Y EN MÉXICO?
Aunque en México no hay culto mariano de mayor peso que a través de la Virgen de Guadalupe, hay otras advocaciones de mucha importancia, como la Virgen de San Juan de los Lagos. Sin embargo, la Virgen de la Candelaria también tiene mucha relevancia en algunos lugares, por ejemplo, en Ocosingo, Chiapas; Tlacotalpan, Veracruz; Quitupan, Jalisco; Tlapala, estado de México; Tecomán, Colima; en la comunidad del Carrizalito, de Irapuato, Guanajuato; en Pueblonuevo, Guanajuato, y en Salvatierra, Guanajuato, donde se le venera bajo el nombre de Nuestra Señora de las Luces (o de la Luz). 

EL NOMBRE PROPIO
El Catecismo de la Iglesia Católica recomienda que los padres de familia, al llevar a bautizar a sus hijos, elijan «el nombre de un santo» u otro que exprese «un misterio cristiano o una virtud cristiana» (cfr. n. 2156).

El misterio de la fiesta de la Purificación de María y la Presentación del Niño no ha quedado fuera de esta consideración, razón por la cual a veces se emplea como personal el nombre Candelaria. Especialmente en tiempos pasados no era raro conocer a alguna mujer llamada María Candelaria. Hoy, al menos en España, todavía llega a usarse como nombre propio, aunque está más de moda una variación del mismo: Candela.

PIROPOS A LA VIRGEN

Estos versos se le cantan en su fiesta a la Madre de Dios en su advocación de la Candelaria:

Muchas flores la fortuna
regaló a las Canarias;
pero como Tú, ninguna,
Virgen de la Candelaria.

Virgen de Candelaria,
la más bonita, la más morena,
la que extiende su manto
desde la cumbre 
hasta la arena.

Las candelas y los cristianos van juntos
Encender una vela es más que sólo religiosidad popular

Un cristiano no deja de ser cristiano por el hecho de no usar candelas (velas, veladoras, cirios) en sus expresiones religiosas; pero en la vida de la Iglesia las velas tienen un papel simbólico muy importante. De ahí que su uso no sólo tenga que ver con la religiosidad popular, sino también con la liturgia.

El Misal Romano dice que en cada celebración litúrgica se requieren velas «como expresión de veneración o de celebración festiva». En la «Ordenación General» de dicho Misal se lee en el número 117: «Sobre el altar, o cerca de él, colóquese en todas las celebraciones por lo menos dos candeleros, o también cuatro o seis, especialmente si se trata de una Misa dominical o festiva de precepto; y si celebra el obispo diocesano, siete, con sus velas encendidas». 

El número siete indica perfección o plenitud en el lenguaje bíblico; por eso, en las celebraciones eucarísticas con el obispo las siete velas son señal de la plenitud del sacerdocio.

Dice el padre Jon M. de Arza, IVE, que «tal vez en un comienzo los cirios tenían una función más bien práctica, porque la Misa se celebraba cuando todavía no había amanecido, o bien por las vigilias, o porque se celebraba en las catacumbas. Pero este no es el motivo principal, como escribe san Jerónimo a propósito de los cirios que se encendían para leer el Evangelio: ‘En todas las iglesias de Oriente se encienden cirios de día cuando se lee el Evangelio, no para ver claro, sino como señal de alegría y como símbolo de la luz divina de la cual se lee en el Salmo: Vuestra palabra es la luz que ilumina mis pasos’». 

Las velas encendidas en la liturgia son, pues, una señal visible que dice a los presentes: «¡Esto es sagrado!». Por esa misma razón durante la exposición del Santísimo se acercan algunas candelas más; y en el Sagrario, cuando está el Señor en él, día y noche debe haber una lamparita a su lado, prendida ininterrumpidamente como aviso.

Especialmente las velas encendidas son símbolo de Cristo, quien habló de sí mismo con estas palabras: «Yo soy la Luz del mundo. El que me sigue no andará en tinieblas, sino que tendrá la Luz de la Vida» (Jn 8, 12). También representan la resurrección de Cristo, de ahí que durante los cincuenta días de la Pascua se mantiene encendido en todas las celebraciones el Cirio Pascual. 

Las velas en la vida del cristiano no son un sacramento sino un sacramental, si bien acompañan a algunos sacramentos; así, no sólo están presentes en la Eucaristía, sino que en el Bautismo y la Confirmación a los receptores de estos sacramentos se les da una vela encendida como signo no sólo de que ahora tienen la Luz de Cristo, sino de que están llamados a ser luz: «Ustedes son la luz del mundo... Y no se enciende una lámpara para meterla debajo de un cajón, sino que se la pone sobre el candelero para que ilumine a todos los que están en la casa. Así debe brillar ante los ojos de los hombres la luz que hay en ustedes...» (Mt 5, 14-16). Y esa luz ha de conservarse como algo precioso: «Ten cuidado de que la luz que hay en ti no se oscurezca» (Lc 11, 35).
El uso práctico de las veladoras

Como cualquier otro sacramental, el uso de las velas o veladoras benditas no confiere por sí solo la gracia divina, es decir, la participación en la vida de Dios; pero sí predispone a que el cristiano la pueda recibir. Por tanto, si se le usa de modo adecuado, puede ser instrumento de santificación. 

UNA AYUDA

Las velas benditas pueden usarse por el bien de uno mismo o por el bien de otros, por ejemplo, las almas del Purgatorio. 
Si bien, como apuntaba Maria Simma —igual que el magisterio de la Iglesia—, las formas de ayudar a las almas del Purgatorio consisten en Misas, rosarios, viacrucis, obras de caridad y oraciones de todo tipo. Pero ella apuntó en su diario otras ayudas menores, entre ellas el uso de velas. Escribió: «El encender velas ayuda a las almas: ante todo porque esa atención de amor les da una ayuda moral: luego porque las velas son benditas y disipan las tinieblas en las que se hallan las almas».

Una de las experiencias recogida por la mística austriaca contemporánea fue la de que se le apareció el ánima purgante de un niño llamado Kaiser, fallecido a los once años de edad. Le pidió a Maria Simma que orara por él, y le dijo que estaba en el Purgatorio porque el día de los fieles difuntos apagó en el cementerio las velas encendidas en las tumbas y robó la cera por diversión. 

Las velas benditas pueden ser de valor para las almas. Maria Simma, por petición de otra ánima del Purgatorio, debió encender dos velas al tiempo de aceptar soportar por ellas sufrimientos expiatorios.

       
OTROS USOS

El uso de velas en las procesiones tiene una significancia muy hermosa. De por sí la procesión representa la peregrinación de la vida misma; pero la vela encendida indica que el Pueblo de Dios camina guiado por la luz de Cristo y sostenido por la esperanza de encontrar finalmente al Señor.
En cuanto a las velas votivas, quien enciende una hace una ofrenda y presenta su intención ante el Señor; la vela simboliza esta intención. También puede significar su presencia en oración ante Dios. El elemento votivo es el intercambio de la ofrenda por la respuesta de Dios a las oraciones hechas.


 Por J. Jesús García y García

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