PORTICO AL CIELO

domingo, 16 de mayo de 2010

RESUCITÒ....


Resucitaremos con él
 
"Cristo ha resucitado.. ., como primicia de cuantos duermen el sueño de la muerte.En efecto, lo mismo que aconteció que por el pecado de un hombre, Adán, vino la muerte a los hombres, así también por un hombre, Cristo, ha venido la resurrección de los muertos. Y lo mismo que por su unión con Adán los hombres mueren, así también por su unión con Cristo, todos retornarán a la vida. Pero cada uno en su puesto o momento: primero, Cristo...; después, los que pertenecen a Cristo..." (/1Co/15/20- 25)

Hermano, dos verdades de nuestra fe tienen mayor relieve en el texto de esta primera carta de san Pablo a los fieles de Corinto, y a nosotros mismos. La primera dice que con Cristo se abrió misteriosamente la puerta de la inmortalidad o vida eterna para los hijos de Dios. Y la segunda afirma que para entrar por esa puerta hay que pertenecer a Cristo, es decir, vivir en unión con él. Detengámonos a glosar piadosamente ambas verdades.

1. Del amor de Dios y el hombre.

* La tradición bíblica y cristiana enaltece aquella amorosa vinculación que, sobre todo en el proyecto de Dios, existió desde el principio entre el Creador y el hombre, su obra predilecta. Creador y criatura eran dos personas infinitamente desiguales pero que se miraban en el espejo de la conciencia, del pensamiento, de la libertad, de la palabra.... Y las dos eran muy buenas.

El hombre miraba a Dios como a su Creador y Padre, y el Padre miraba al hombre como a su pequeño hijo. Por parte del hombre, vivir en esa actitud de amorosa y reconocida dependencia y vinculación era vivir religiosamente desde la raíz más profunda de sí mismo.

* Esa amorosa vinculación real y afectiva se enfrió psicológicamente, y se rompió moralmente, en la medida en que el hombre quiso, de alguna forma soberbia, excederse en sus papeles, y manchó su conciencia de amigo agradecido con turbulencias de ingratitud e infidelidad. Estas reacciones humanas, innobles, fueron un riesgo que hubo de correrse en la creación cuando se otorgó a los seres inteligentes el don de la libertad. Dios, que hizo al ser humano libre en sus decisiones, no podía luego arrepentirse y destruir su obra, ni maniatarla. La acompañaría, incluso con el corazón herido.

* Cuando la criatura, el hombre, se rebeló contra el Creador, nada cambió en el orden físico de las cosas creadas. Todas siguieron su curso normal, dando gloria a su Autor y sorprendiendo al hombre con el sobresalto frecuente de sus complicadas leyes evolutivas.

En cambio, hubo cambios importantes en el orden psicológico-moral humano, pues la crecida de las propensión al mal y al desorden, por egoísmos e intereses de todo tipo, nublaron las relaciones de amistad entre Cielo y Tierra, y hubo que hablar de enemistad y pecado.

¡Qué actitudes tan distintas! Dios, que nunca dejó de serlo y no necesitaba del hombre, amaba de verdad a éste, y le esperaba con paciencia. Y el Hombre, que era sólo hombre y necesitaba de Dios, no le quería sinceramente, pues quererlo suponía aplicar la regla o medida moral en el dominio de sus caprichos... .

* De ese modo, la historia de las relaciones entre Dios y el hombre se cargó de desamor:

- Por parte de Dios, se fue dando una cadena de insinuaciones e inspiraciones del Espíritu a la conciencia de los hombres, de todos los hombres, en cualquier parte del mundo; y al calor de esas inspiraciones (desde la luz, la naturaleza, los mares, los cielos, el sol, la luna, la fertilidad, las catástrofes, las cosechas, los hijos, la conciencia, las reflexiones morales, políticas y religiosas de profetas) fue surgiendo el pulular de religiones que, en unos casos, calmaran a las divinidades, y en otros mantuvieran encendida la llama del único Dios verdadero.

- Pero por parte del hombre, aunque éste se declarara "religioso", a su modo, ningún prototipo de santo, profeta, predicador, rey o maestro tuvo la virtud de pasar por el mundo haciendo el bien y de restableciendo la amistadentre Dios y el hombre de forma universal y convincente. Cuantos se propusieron regenerar a la humanidad, sucumbieron en su empeño y fueron víctimas de la maldad humana dominante. Y esto aconteció lo mismo en laIndia que en Egipto, Israel o España ... La suerte de los profetas y de los redentores fue morir marginados, aunque dejaran sembradas vigorosas semillas que nunca resultarían estériles.

2. Cristo, puerta y manantial de vida.

* En esa cadena formidable de hombres tocados por el Espíritu de Dios, ocupó un lugar privilegiado, según nuestra fe , el pueblo de Israel, pueblo elegido entre otros -que también fueron amados de Dios- menos dotados de mediadores religiosos.

Mas, como ninguno de esos mediadores sobrepasara la condición de hombre entre los hombres, y, en consecuencia, no pudiera hablar en nombre de Dios Padre, quiso el mismo Dios, en la plenitud de los tiempos, enviar a su Hijo, vestido de humanidad, encarnado en el seno de María, para que él sí hablara el lenguaje de Dios Padre y nos convocara a una amistad nueva .....

Ese Hijo fue Jesús de Nazaret en quien el Padre se complació y cuyas acciones poseyeron valor infinito, como gesto supremo del Amor que dio todo lo que tenía para volver a abrazar al hijo que se había alejado del hogar paterno.
* Este Hijo de Dios, Jesús, fue rompiendo todos los moldes y linderos antiguos, y a cada paso de su vida, pasión, muerte y resurrección, fue haciendo las cosas nuevas, restableciendo definitivamente el encuentro amoroso de Dios y del hombre, si éste, redimido, quería acogerse a su mensaje y vida.

¿Cómo expresar esa NOVEDAD religiosa, espiritual, de amistad entre Dios y el hombre, teniendo por el medio la pasión y muerte oblativa de Cristo? Diciendo que por Cristo, ofrecido por nosotros, muerto por nosotros, resucitado por nosotros, todos tenemos abierta la puerta del palacio del Amor y de la Vida eterna que el Padre nos preparó desde la eternidad. Y en ese sentido afirmamos que Cristo, Hijo de Dios e Hijo del hombre, muerto y resucitado, es quien va delante y nos lleva a todos consigo en la vía de la eternidad ... Cristo resucitado es manantial de nueva vida, puerta del palacio real, refundador de un cielo nuevo en el que entramos de su mano.

3. Seamos de Cristo, para resucitar con él.

* Surge entonces la pregunta: ¿cómo se cumple en nosotros el acceso al nuevo cielo y a la participación feliz de la nueva vida en el reino del Amor?

- Si queremos, al final de nuestros días, encontrarnos con Cristo, puerta de la gloria o vida eterna, llevando en nuestros vestidos las señales de la redención por el Cordero, es obligado que hagamos primero con él el camino de este mundo en jornadas de fidelidad y de amistad.

- No podemos pensar en gozar de los frutos de la amistad, si cultivamos el desamor. - No puede la mente humana asociar la apertura de la puerta del reino, que para nosotros se abre por gracioso gesto y por premio espléndido a la honestidad y a la esperanza, si nuestra elección y suerte es vagar por montes y valles que son campos de deshonestidad.

* No nos engañemos. Resucitar con Cristo no es sólo incorporarse a la vida eterna, al final de la existencia histórica. Aquello es sólo una secuencia última y venturosa en la cual se prolonga la incorporación ya dada desde ahora a la vida en Cristo.

Resucita con el Señor quien primero es sepultado con el Señor en el amor redentor, en la fe y esperanza. Y es sepultado con Cristo quien con él se entrega a la muerte. Y se entrega a la muerte quien sabe vivir su vida caminando en pos de Cristo.

Fr. Fernando Rodriguez O.F.M.

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