PORTICO AL CIELO

martes, 6 de septiembre de 2011

La necesidad de practicar la corrección fraterna -Benedicto XVI-



Queridos hermanos y hermanas:
Las Lecturas biblicas de la Misa de este domingo convergen en el tema de la caridad fraterna en la comunidad de los creyentes, que tiene su fuente en la comunin de la Trinidad. El apostol Pablo afirma que toda la Ley de Dios encuentra su plenitud en el amor, de modo que, en nuestras relaciones con los demás, los diez mandamientos y cualquier otro precepto se resumen en: “Amarás a tu prjimo como a ti mismo” (Cfr. Rm 13, 8-10).
El texto del Evangelio, tomado del captulo 18 de Mateo, dedicado al a vida de la comunidad cristiana, nos dice que el amor fraterno se comporta tambien un sentido de responsabilidad recíproca, por lo que, si mi hermano comete una culpa contra mí, yo debo ser caritativo con él y, ante todo, hablarle personalmente, hacinédole presente que lo que ha dicho o hecho no es bueno. Este modo de actuar se llama corrección fraterna: no es una reacción a la ofensa sufrida, sino que es movida por el amor por el hermano. Comenta San Agustn: “Aquel que te ha ofendido, ofendindote, se ha inferido a s mismo una grave herida, y t no te preocupas por la herida de un hermano tuyo? ... Tú debes olvidar la ofensa que has recibido, no la herida de tu hermano” (Discursos 82, 7).
Y si el hermano no me escucha? Jesús en el Evangelio de hoy indica una gradualidad: primero ir a hablarle con otras dos o tres personas, para ayudarlo mejor a darse cuenta de lo que ha hecho; si a pesar de esto, l rechaza an la observación, es necesario decirlo a la comunidad; y si no escucha ni siquiera a la comunidad, hay que hacerle percibir la separación que él mismo ha provocado, separándose de la comunión de la Iglesia. Todo esto indica que hay una corresponsabilidad en el camino de la vida cristiana: cada uno, consciente de sus propios lmites y defectos, est llamado a recibir la correccin fraterna y a ayudar a los dems con este servicio particular.
Otro fruto de la caridad en la comunidad es la oración concorde. Dice Jesús: “Les aseguro también que si dos de vosotros se ponen de acuerdo en la tierra para pedir algo, sea lo que fuere, lo conseguirán de mi Padre que est en los cielos. Porque donde están dos o tres reunidos en mi nombre, all estoy yo en medio de ellos” (Mt 18,19-20). La oración personal ciertamente es importante, es más, indispensable, pero el Señor asegura su presencia a la comunidad que –aún si es muy pequña– está unida y unánime, porque ella refleja la realidad misma de Dios Uno y Trino, perfecta comunin de amor.
Dice Orgíenes que “debemos ejercitarnos en esta sinfonía” (Comentario al Evangelio de Mateo 14, 1), es decir en esta concordia al interno de la comunidad cristiana. Debemos ejercitarnos tanto en la corrección fraterna, que requiere mucha humildad y sencillez de corazón, cuanto en la oración, para que suba a Dios de una comunidad verdaderamente unida en Cristo. Interrogumonos sobre todo esto por intercesión de María Santsima, Madre de la Iglesia, y de San Gregorio Magno, Papa y Doctor, a quien ayer hemos recordado en la liturgia.
S.S.BENEDICTO XVI. PP.
RADIO VATICANO
ROMA ITALIA.

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