PORTICO AL CIELO

sábado, 2 de junio de 2012

Meditando sobre la obediencia



La virtud según Santo Tomás y otros santos

Meditando sobre la obediencia tropecé con este artículo que me ha parecido una pieza valiosísima. No es breve sin ser demasiado largo, pero además nos ilustra con un video de animación, sobre la primacía de la caridad por sobre la obediencia humana. Del blog  AGUA VIVA, donde encontramos el texto y nos ha gustado también un epígrafe que lo preside, con una cita del Card. Newman: 
“Quiero laicos no arrogantes, no precipitados al hablar, no polémicos, hombres y mujeres que conocen su religión, compenetrados con ella, que saben dónde están, que saben lo que tienen y lo que no, que conocen su credo tan bien que pueden dar cuenta de ello, que saben tanto de la historia que pueden defenderla. Quiero laicos inteligentes, bien instruidos. Desearía….para aumentar sus conocimientos que cultiven la razón para penetrar en la relación de la veracidad de la verdad, que aprendan a ver las cosas como son, que comprendan cómo fe y razón se complementan, que son base y principios del catolicismo”.

Tal vez sea hora de plantearnos todos los temas, los de la Fe, sin duda, pero también  los de la Esperanza, y los de la Caridad. Y reconocer efectivamente, que somos pecadores y Dios no nos garantiza la salvación sin un esfuerzo de virtud que supere la mera declamación de las verdades de la Fe.

- La obediencia procede de la reverencia:
"La obediencia procede de la reverencia, que tributa al superior el culto y el honor que se le debe. Y en este sentido forma parte de diversas virtudes, mientras que, en sí considerada, en cuanto que en lo que en su objeto considera es la razón de precepto, es una virtud especial. Así pues, en cuanto proviene de la reverencia a los superiores, va incluida en el concepto de observancia; en cuanto que deriva del respeto debido a los padres, en el de piedad; en cuanto proviene de la reverencia a Dios, en el de la religión; y pertenece en este caso a la devoción; pues es el acto principal de religión."(S. Th., II, 104, 2).

- La obediencia no es virtud teologal pero sí es virtud moral:
"La obediencia no es virtud teologal porque su objeto directo no es Dios sino el mandato de cualquier superior, una simple palabra del prelado que da a conocer su voluntad, y que el súbdito obediente cumple sin demora, según aquello de la carta a Tito 3, 1: Amonéstales a que se sometan a los príncipes y potestades y que obedezcan a sus órdenes, etc. Pero sí es virtud moral por ser parte d ela justicia y es medio entre el exceso y el defecto." (S. Th., II, 104, 2).

- La autoridad humana viene de Dios, quien se resiste a la autoridad, resiste a la autoridad de Dios

"El Apóstol afirma, en Rom 13,1s, que toda autoridad humana viene de Dios y, por lo tanto, quien resiste a la autoridad, en cosas que caen bajo su poder, resiste a la autoridad de Dios. Y, como tal, se hace culpable en conciencia" (S. Th., I-II, 96, 4). 

- Pero no hay autoridad humana cuyo poder se extienda por encima de los mandamientos divinos:
"aquellas leyes humanas que disponen algo contrario a los mandamientos divinos. Mas no hay autoridad cuyo poder se extienda a tanto. Luego, en estos casos, la ley humana no debe ser obedecida."
- No hay autoridad humana que tenga derecho a imponer a los súbditos un gravamen injusto, en estos casos el súbdito está dispensado de obedecer, siempre que pueda eludirlo sin escándalo y sin un daño más grave:

Y en cuanto a "las leyes que imponen a los súbditos un gravamen injusto. Tampoco a esto se extienden los poderes concedidos por Dios; de modo que en estos casos el súbdito está dispensado de obedecer, siempre que pueda eludirlo sin escándalo y sin un daño más grave."  (S. Th., I-II, 96, 4). 

- Porque la virtud de la obediencia se encuentra como en un medio y admite vicio por defecto (no obedecer) y también por exceso (obedecer órdenes injustas):
"El exceso en ella no depende de la cantidad, sino de otras circunstancias; por ejemplo, de que uno obedezca a quien no debe o en lo que no debe, como queda dicho al hablar de religión  (q.81 a.5 ad. 3)" (S. Th., II, 104, 2).
Recapitulando, la obediencia es virtud moral, procede de la reverencia que tributa el inferior al superior "el honor que se le debe", sin caer en culto a la personalidad ni adulaciones o alabanzas porque en otro momento santo Tomás señala: "es muy difícil que las autoridades, en medio de la alabanza de los aduladores y de los reverenciosos..., no se hinchen, y dejen de acordarse de que son hombres. Por eso muchos hombres en sí buenos, si son elevados a un alto puesto descienden en su virtud" (De Reg. Princ., I, c. 9). Y el Apóstol afirma, en Rom. 13,1s, que toda autoridad humana viene de Dios y, por lo tanto, quien resiste a la autoridad, en cosas que caen bajo su poder, resiste a la autoridad de Dios.

- Seguimos a la propia conciencia cuando obedecemos
, pero puede ocurrir que en algún momento, siguiendo también la voz de la conciencia, rechacemos una orden que consideramos injusta:
"El inferior no está obligado a obedecer al superior si le manda algo en lo que el súbdito no depende de él.  Y, en efecto, dice Séneca en el III De Benef.: Se equivoca el que cree que la servidumbre afecta al hombre entero.  Su parte más noble está exenta.  Los cuerpos están sometidos y entregados como esclavos a sus dueños pero el alma es dueña de sí misma.  Por consiguiente, en lo que se refiere a los actos interiores de la voluntad, el hombre no está obligado a obedecer a los hombres, sino sólo a Dios"
San Antonio de Padua: "Todos los fieles son reyes, por ser miembros del Rey supremo Cualquier hombre es príncipe, teniendo por palacio la propia conciencia."

Cardenal Newman: "Si después de una comida me viera obligado a proponer un brindis religioso, bebería a la salud del Papa, creedlo bien, pero primeramente por la conciencia y después por el Papa’, ‘porque si el Papa hablara contra la conciencia… cometería un suicidio".

- Porque la ley injusta no obliga en conciencia  (S. Th., I-II, 96, 4).
"Las leyes dadas por el hombre, o son justas, o son injustas. En el primer caso tienen poder de obligar en conciencia en virtud de la ley eterna, de la que se derivan, según aquello de Prov 8,15: Por mí reinan los reyes y los legisladores determinan lo que es justo. Ahora bien, las leyes deben ser justas por razón del fin, es decir, porque se ordenan al bien común; por razón del autor, esto es, porque no exceden los poderes de quien las instituye, y por razón de la forma, o sea, porque distribuyen las cargas entre los súbditos con igualdad proporcional y en función del bien común. Pues el individuo humano es parte de la sociedad, y, por lo tanto, pertenece a ella en lo que es y en lo que tiene, de la misma manera que la parte, en cuanto tal, pertenece al todo. De hecho vemos que también la naturaleza arriesga la parte para salvar el todo. Por eso estas leyes que reparten las cargas proporcionalmente son justas, obligan en conciencia y son verdaderamente legales."

"A su vez, las leyes pueden ser injustas de dos maneras. En primer lugar, porque se oponen al bien humano, al quebrantar cualquiera de las tres condiciones señaladas: bien sea la del fin, como cuando el gobernante impone a los súbditos leyes onerosas, que no miran a la utilidad común, sino más bien al propio interés y prestigio; ya sea la del autor, como cuando el gobernante promulga una ley que sobrepasa los poderes que tiene encomendados; ya sea la de la forma, como cuando las cargas se imponen a los ciudadanos de manera desigual, aunque sea mirando al bien común. Tales disposiciones tienen más de violencia que de ley. Porque, como dice San Agustín en I De lib. arb.: La ley, si no es justa, no parece que sea ley. Por lo cual, tales leyes no obligan en el foro de la conciencia, a no ser que se trate de evitar el escándalo o el desorden, pues para esto el ciudadano está obligado a ceder de su derecho, según aquello de Mt 5,40.41: Al que te requiera para una milla, acompáñale dos; y si alguien te quita la túnica, dale también el manto."

"En segundo lugar, las leyes pueden ser injustas porque se oponen al bien divino, como las leyes de los tiranos que inducen a la idolatría o a cualquier otra cosa contraria a la ley divina. Y tales leyes nunca es lícito cumplirlas, porque, como se dice en Act 5,29: Hay que obedecer a Dios antes que a los hombres."
Esas son las pautas que da Tomás de Aquino.  La obediencia es una virtud querida por Dios, Jesús fue obediente hasta la muerte en cruz, por desobediencia se produjo la caída del hombre y por obediencia hemos sido redimidos, siempre hay que tener presente todo esto, no obstante, en ningún momento se habla de 'obediencia ciega', y por eso puede darse la excepción a la regla, cuando se trata de una ley injusta  o cuando nos quieren imponer un gravamen injusto, se puede y debe resistir la orden.  Por eso decimos que la obediencia ciega no es católica.  Nuestra obediencia está dirigida por la razón iluminada por la luz de la fe.

De un santo tan humilde como san Martín de Porres nadie puede poner en duda la gran reverencia que profesaba a sus superiores, el siguiente video relata una anécdota del santo,  lo ayudará a comprender que la obediencia ciega (automatizada) no es católica:


Puede darse el caso que un miembro de la Iglesia, obrando conforme a lo que le dicta su conciencia, se resiste a una orden que considera injusta o impone un gravamen injusto, y con el tiempo la Iglesia comprueba que este miembro se equivocó, porque esa orden ni era injusta ni imponía un gravamen injusto, en ese caso se puede decir que ese miembro cometió un error pero obró honestamente en el sentido que lo hizo conforme al dictado de su conciencia estando convencido que era lo correcto.  Esa es la diferencia que hay entre pecado material y formal, por ejemplo, una persona que toma algo ajeno pensando que es suyo y convencido que hace lo correcto, comete un pecado material; pero el pecado sería formal (de modo que el pecador pueda llamarse responsable) si toma lo ajeno sabiendo perfectamente que le pertenece al prójimo. 

Pero también es cierto que algunos deforman esta noción de libertad de conciencia que la Iglesia siempre ha defendido incluso a costa de la propia vida -aunque es verdad que también demasiadas veces ha permanecido como un tesoro escondido y empolvado a la espera que alguien lo rescate- para negar dogmas de fe.  No descontextualicen ni manipulen a santo Tomás, mejor busquen otro autor en quien ampararse, porque cuando él habló de desobedecer se refirió a leyes u órdenes injustas, nunca a dogmas de fe.  Y ni siquiera con los dogmas se trata de 'obediencia ciega', es también una fe razonada, tema para otro post. 
"Nunca la fe me pedirá que yo deje de ser racional. Nunca la fe me dirá que crea en algo absurdo. Y la razón nunca me dirá algo que contradiga a mi fe. Son dos maneras independientes pero complementarias de aceptar la realidad del plan de Dios. La fe se llama en teología un obsequio racional, porque nuestra razón acepta la verdad infinita de Dios, aunque nos supera. Y la teología no es una invención de meras ideas humanas: es el esfuerzo filosófico, racional, de profundizar en el contenido de la Revelación, conocido por la fe. Sólo así podemos verdaderamente acercarnos a Dios." (p. Manuel Carreira, S.J.)

Fuente: Blog Agua Viva

No hay comentarios.:

Publicar un comentario