PORTICO AL CIELO

domingo, 20 de octubre de 2013

Así fue consagrada Rusia al Corazón de María, desde el corazón del ateísmo.


La consagración secreta de Rusia al Inmaculado Corazón de María de un sacerdote en Moscú 

En el mismo momento que el Juan Pablo II la estaba haciendo en 1984.

La semana pasada el papa Francisco consagró el Mundo al Inmaculado Corazón de María, como lo había hecho Juan Pablo II el 25 de marzo de 1984 y que la Hermana Lucía de Fátima luego anunció que esa consagración fue la aceptada por el cielo. Pero lo que no se conoce es que en el mismo momento, monseñor Pavel Hnilica viajó a Moscú por intecesión de la Madre Teresa de Calculta e hizo, el mismo 25 de marzo de 1984, la Consagración de Rusia al Inmaculado Corazón de María, recitando la oración que en ese momento estaba diciendo Juan Pablo II en Roma.

juan pablo ii y obispo pavel Hnilica
El 25 de marzo 1984, cuando el Papa Juan Pablo II llevaba a cabo la consagración del mundo al Corazón de María, a 3.000 kilómetros de Roma, en el mismo Kremlin, un obispo eslovaco, enviado por la Madre Teresa, celebraba Misa clandestinamente y realizaba la Consagración con una oración que llevaba escondida en las páginas del Pravda. 

JUAN PABLO II ORGANIZA LA CONSAGRACIÓN PARA EL 25 DE MARZO DE 1984

La propaganda antirreligiosa circulaba por toda la Rusia soviética desde la Revolución de octubre de 1917. Las iglesias se convirtieron en museos y, al mostrar a Cristo crucificado, se explicaba: ¡El antihombre!
Durante el siglo XX, el pueblo católico, siguiendo las indicaciones de la Virgen en Fátima, rezó por la conversión de Rusia, para salvarla de sus errores y finalizar la persecución contra los creyentes.
Ante los pedidos de la Virgen a los videntes de Fátima de consagrar Rusia al Inmaculado Corazón de María, el Papa Juan Pablo II eligió el 25 de marzo de 1984 para hacerlo en Roma.

EL PEDIDO DE LA MADRE TERESA DE CALCUTA

Pero la consagración tuvo lugar también en Moscú de una manera muy especial: unos días antes, la Madre Teresa se encontraba hablando en Calcuta con monseñor Pavel Hnilica, un obispo eslovaco amigo de Juan Pablo II y que sufrió la persecución comunista en su país.
La Madre Teresa le pidió una misión desconcertante: que fuera él personalmente a realizar la Consagración en el mismo Moscú, en el preciso momento en el que el Santo Padre lo haría desde Roma.
Durante aquellos días, Madre Teresa, así como todas las Misioneras de la Caridad, rezaron por esta intención, y la madre de los pobres acompañó personalmente a monseñor Hnilica al aeropuerto, entregándole su rosario y diciéndole que iban a seguir rezando mucho por él en aquellos días.
Así, acompañado de su colaborador, el padre Leo Maasburg, aterrizó en Moscú el 24 de marzo, de incógnito, como dos turistas que iban a ver los principales museos de la ciudad.
Pero no iba a resultar fácil; años después contaba que
“tuve un momento de pánico cuando mostré mi pasaporte a los soldados. Aunque yo llevaba pasaporte italiano, los guardias empezaron a sospechar de mí; hicieron unas cuantas llamadas, pero era tan temprano que nadie les respondía al teléfono. La temperatura era de -5º, pasaba el tiempo y yo estaba muy preocupado. Me veía ya en Siberia, así que metí mi mano en el bolsillo y empecé a rezar el Rosario con el que me había dado la Madre Teresa”.
Después de una hora de preguntas y llamadas infructuosas, el guardia, desesperado, selló su pasaporte y le dejó pasar.

LA CONSAGRACIÓN SIMULTÁNEA

El día 25, fiesta de la Anunciación, comenzaron su visita a la ciudad y acabaron en el Kremlin. En un área de 28 hectáreas, se suceden los edificios civiles y de gobierno, así como iglesias en las que, después de la Revolución de 1917, se prohibió el culto, convirtiéndose así en museos de la antigua superstición...Monseñor Hnilica entró en la Catedral de la Asunción en el Kremlin de Moscú, fingiendo admirar las obras de arte. Pero, una vez dentro, a la misma hora en la que el Papa Juan Pablo II comenzaba la ceremonia de Consagración al Inmaculado Corazón de María,
“me vi solo y entonces comencé a concelebrar la Misa de memoria, valiéndome de un poco de pan y de vino que ocultaba conmigo. Fue un intenso y emocionante momento de fe. No se celebraba allí la Misa desde hacía 76 años, y recé para que el Patriarca ortodoxo pudiera volver de nuevo a celebrar la liturgia en ese lugar”.
Luego, lentamente, desplegó un ejemplar del Pravda [en ruso, paradójicamente, La Verdad], el diario oficial comunista, dentro del cual había escondido la oración a la Virgen; y, así, consagró el mundo y toda Rusia al Inmaculado Corazón de María.

VISITA A JUAN PABLO II

Al salir de Moscú, fue donde su amigo Juan Pablo II,
Cuando en 1984 visité al Papa en Castel Gandolfo y almorcé con él, le conté acerca de la consagración de Rusia al Corazón Inmaculado de María que había podido cumplir el 25 de marzo de aquel mismo año, en manera totalmente inesperada, en la Catedral de la Asunción en el Kremlin de Moscú, así como la Virgen lo había pedido en Fátima. Él quedó muy conmovido y dijo:
“La Virgen te ha guiado hacia allí con su mano” y yo respondí: “No, Santo Padre, me ha llevado en brazos!”.

ORACIÓN DE CONSAGRACIÓN, BEATO PAPA JUAN PABLO II, 25 DE MARZO DE 1984

Y por eso, oh Madre de los hombres y de los pueblos, Tú que conoces todos sus sufrimientos y esperanzas, tú que sientes maternalmente todas las luchas entre el bien y el mal, entre la luz y las tinieblas que invaden el mundo contemporáneo, acoge nuestro grito que, movidos por el Espíritu Santo, elevamos directamente a tu corazón: abraza con amor de Madre y de Sierva del Señor a este mundo humano nuestro, que te confiamos y consagramos, llenos de inquietud por la suerte terrena y eterna de los hombres y de los pueblos.
De modo especial confiamos y consagramos a aquellos hombres y aquellas naciones, que tienen necesidad particular de esta entrega y de esta consagración.
¡ Nos acogemos a tu protección, Santa Madre de Dios”! ¡No deseches las súplicas que te dirigimos en nuestras necesidades!.
He aquí que, encontrándonos hoy ante ti, Madre de Cristo, ante tu Corazón Inmaculado, deseamos, junto con toda la Iglesia, unirnos a la consagración que, por amor nuestro, tu Hijo hizo de sí mismo al Padre cuando dijo: “Yo por ellos me santifico, para que ellos sean santificados en la verdad” (Jn 17, 19). Queremos unirnos a nuestro Redentor en esta consagración por el mundo y por los hombres, la cual, en su Corazón divino tiene el poder de conseguir el perdón y de procurar la reparación.
El poder de esta consagración dura por siempre, abarca a todos los hombres, pueblos y naciones, y supera todo el mal que el espíritu de las tinieblas es capaz de sembrar en el corazón del hombre y en su historia; y que, de hecho, ha sembrado en nuestro tiempo.
¡Oh, cuán profundamente sentimos la necesidad de consagración para la humanidad y para el mundo: para nuestro mundo contemporáneo, en unión con Cristo mismo! En efecto, la obra redentora de Cristo debe ser participada por el mundo a través de la Iglesia.
Bendita seas por encima de todas las creaturas, tú, Sierva del Señor, que de la manera más plena obedeciste a la llamada divina.
Te saludamos a ti, que estás totalmente unida a la consagración redentora de tu Hijo.
Madre de la Iglesia: ilumina al Pueblo de Dios en los caminos de la fe, de la esperanza y de la caridad. Ilumina especialmente a los pueblos de los que tú esperas nuestra consagración y nuestro ofrecimiento. Ayúdanos a vivir en la verdad de la consagración de Cristo por toda la familia humana del mundo actual.
Al encomendarte, oh Madre, el mundo, todos los hombres y pueblos, te confiamos también la misma consagración del mundo, poniéndola en tu corazón maternal.
¡Corazón Inmaculado! Ayúdanos a vencer la amenaza del mal, que tan fácilmente se arraiga en los corazones de los hombres de hoy y que con sus efectos inconmensurables pesa ya sobre la vida presente y da la impresión de cerrar el camino hacia el futuro.
¡Del hambre y de la guerra, líbranos!
¡De la guerra nuclear, de una autodestrucción incalculable y de todo tipo de guerra, líbranos!
¡De los pecados contra la vida del hombre desde su primer instante, líbranos!
¡Del odio y del envilecimiento de la dignidad de los hijos de Dios, líbranos!
¡De toda clase de injusticias en la vida social, nacional e internacional, líbranos!
¡De la facilidad de pisotear los mandamientos de Dios, líbranos!
¡De la tentativa de ofuscar en los corazones humanos la verdad misma de Dios, líbranos!
¡Del extravío de la conciencia del bien y del mal, líbranos!
¡De los pecados contra el Espíritu Santo, líbranos!, ¡líbranos!
Acoge, oh Madre de Cristo, este grito lleno de sufrimiento de todos los hombres. Lleno del sufrimiento de sociedades enteras.
Ayúdanos con el poder del Espíritu Santo a vencer todo pecado, el pecado del hombre y el « pecado del mundo », el pecado en todas sus manifestaciones.
Aparezca, una vez más, en la historia del mundo el infinito poder salvador de la Redención: poder del Amor misericordioso. Que éste detenga el mal.Que transforme las conciencias.Que en tu Corazón Inmaculado se abra a todos la luz de la Esperanza».

Beato Papa Juan Pablo II,
 25 de marzo de 1984 

Fuentes: Alfa y Omega

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