Aunque nos duela, los santos siguen siendo unos desconocidos.
Nuestro Jacinto Benavente escribió una comedia titulada, «Los santos...
para el cielo y los altares». En la obra venía a decir que en cuanto
pasa un poco de tiempo, los vestimos de madera, les ponemos un arillo en
la cabeza, los veneramos un día al año y los dejamos en su sitio para
que no nos molesten.
Todos los santos molestan, porque han sabido coger el Evangelio por
donde más quema. En esa biografía que escribió Julien Green sobre San
Francisco de Asís cuenta que «a finales del siglo XII, en Asís, nació un
niño en el que "casi" triunfó el ideal». Y es que si alguien vivió para
identificarse con Cristo, en la vida y en la muerte, ése fue Francisco
de Asís.
La grandeza de este santo está en coger el Evangelio por las solapas y
poner en práctica ese «amaos unos a otros como yo os he amado», para que
los cristianos tengamos claro que las palabras de Jesús no son vaselina
suave, sino un mandato para calentar el alma y el cuerpo de cualquier
hombre necesitado.
En Francisco «casi» triunfó el ideal del Evangelio. Y es que este santo
con su vida fraterna, pobre, humilde, alegre, llena de ternura soñó un
mundo donde el Evangelio estuviera vivo y fuera contagioso, que no tiene
nada que ver con esa vida egoísta y aburrida que vivimos.
Robles, M.. (2016). Un santo sacado del Evangelio . Abril 16 2016, de
LNE.ES Sitio web:
http://www.lne.es/oviedo/2010/10/04/santo-sacado-evangelio/975687.html
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