Camina por donde pocos se atreven y abraza a los que nadie quiere tocar. Su historia es tan inspiradora como la de Vichy, la monja que ayuda a transgéneros.
Su nombre
es Gabriel Gutiérrez, pero sus amigos, los de la calle, lo llaman
frayñero. “Me dicen frayñero porque entre ellos se tratan de ñeros, que
es compañero, y que ellos me tengan como compañero para mí es un orgullo
muy grande”, dice este sacerdote franciscano.
“El
padre, lleno de bondad, nos trae cafecito y nos ayuda a nosotros que
somos vulnerables”, relata ‘La mona’, quien se pone feliz cada vez que
lo ve venir, con su bolsa de pan y su carrito de tintos, por el centro
de Bogotá.
Este no es un cura común: él puso en
práctica lo que insistentemente ha pedido el papa: salir de las
iglesias, ir a las periferias y buscar a los descartados, en su caso, a
los antiguos habitantes del Bronx.
“Nuestros
conventos son las calles, para abrazar a los pobres y escuchar sus
problemas”, recalca el fraile, a quien no le importan los malos olores
ni la suciedad, ni tampoco el peligro. A él le interesan los seres
humanos que, ante la indiferencia de muchos, se consumen en el infierno
de la drogadicción y la mendicidad.
“Muchos duermen en la calle, con frío, muchos mueren en la calle”, denuncia.
Y
no es el único que sabe de misericordia. La hermana María Victoria
Tenjo también da ejemplo en un mundo indolente. Ella, junto a un grupo
de monjas adoratrices, rescata y capacita a mujeres que han sufrido, en
cuerpo y alma, todo tipo de violencia.
“Especialmente violencia de género, explotación sexual y violencia económica”, asegura.
Estas
religiosas no discriminan. Varias transgénero han recibido su ayuda. A
Johanna le están enseñando panadería. “Es una oportunidad muy grande
para personas como yo, que somos chicas transgénero, porque son
oportunidades de vida”, cuenta.
Johanna es
venezolana y carga con un doble dolor: tuvo que salir de su país y, en
Colombia, ha recibido durísimos golpes por ser quien es. Las monjas han
sido su salvación. “Tenía el miedo a ser rechazada, pero no, las
hermanitas han sido como familia”, concluye.
Una
tarea difícil, mas no imposible. “Son las mismas mujeres trans las que
nos han enseñado cómo acogerlas, y la clave ha sido esa, no prejuicios”,
recalca la hermana Vichy.
Pero, ¿qué tan
comunes son estas historias? Según monseñor Héctor Henao, director de
Pastoral Social, desde siempre la Iglesia colombiana ha atendido a
poblaciones pobres y víctimas de la guerra. “Unos años puede ser de
entre 28 mil y 30 mil millones de pesos en actividad directa, en apoyo
directo a comunidades”, revela.
Personas como
“Noel”, habitante de la calle, agradecen esa labor. Para él, sacerdotes
del talante de frayñero llenan más que un estómago: “no solamente el
hambre, sino su palabra de aliento, porque a veces el hambre se calma
muy fácil. En cambio el espíritu hay que trabajarlo un poquito más”.
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