PORTICO AL CIELO

sábado, 28 de abril de 2018

Cristo Jesús y San Francisco de Asís caminan en las calles de Bogotá Colombia.


Camina por donde pocos se atreven y abraza a los que nadie quiere tocar. Su historia es tan inspiradora como la de Vichy, la monja que ayuda a transgéneros.
Su nombre es Gabriel Gutiérrez, pero sus amigos, los de la calle, lo llaman frayñero. “Me dicen frayñero porque entre ellos se tratan de ñeros, que es compañero, y que ellos me tengan como compañero para mí es un orgullo muy grande”, dice este sacerdote franciscano.
“El padre, lleno de bondad, nos trae cafecito y nos ayuda a nosotros que somos vulnerables”, relata ‘La mona’, quien se pone feliz cada vez que lo ve venir, con su bolsa de pan y su carrito de tintos, por el centro de Bogotá.
Este no es un cura común: él puso en práctica lo que insistentemente ha pedido el papa: salir de las iglesias, ir a las periferias y buscar a los descartados, en su caso, a los antiguos habitantes del Bronx.
“Nuestros conventos son las calles, para abrazar a los pobres y escuchar sus problemas”, recalca el fraile, a quien no le importan los malos olores ni la suciedad, ni tampoco el peligro. A él le interesan los seres humanos que, ante la indiferencia de muchos, se consumen en el infierno de la drogadicción y la mendicidad.
“Muchos duermen en la calle, con frío, muchos mueren en la calle”, denuncia.
Y no es el único que sabe de misericordia. La hermana María Victoria Tenjo también da ejemplo en un mundo indolente. Ella, junto a un grupo de monjas adoratrices, rescata y capacita a mujeres que han sufrido, en cuerpo y alma, todo tipo de violencia.
“Especialmente violencia de género, explotación sexual y violencia económica”, asegura.
Estas religiosas no discriminan. Varias transgénero han recibido su ayuda. A Johanna le están enseñando panadería. “Es una oportunidad muy grande para personas como yo, que somos chicas transgénero, porque son oportunidades de vida”, cuenta.
Johanna es venezolana y carga con un doble dolor: tuvo que salir de su país y, en Colombia, ha recibido durísimos golpes por ser quien es. Las monjas han sido su salvación. “Tenía el miedo a ser rechazada, pero no, las hermanitas han sido como familia”, concluye.
Una tarea difícil, mas no imposible. “Son las mismas mujeres trans las que nos han enseñado cómo acogerlas, y la clave ha sido esa, no prejuicios”, recalca la hermana Vichy.
Pero, ¿qué tan comunes son estas historias? Según monseñor Héctor Henao, director de Pastoral Social, desde siempre la Iglesia colombiana ha atendido a poblaciones pobres y víctimas de la guerra. “Unos años puede ser de entre 28 mil y 30 mil millones de pesos en actividad directa, en apoyo directo a comunidades”, revela.
Personas como “Noel”, habitante de la calle, agradecen esa labor. Para él, sacerdotes del talante de frayñero llenan más que un estómago: “no solamente el hambre, sino su palabra de aliento, porque a veces el hambre se calma muy fácil. En cambio el espíritu hay que trabajarlo un poquito más”.

Via Noticias Caracol. 

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