¡Qué
rápido se pasa la vida! Preguntemos a un anciano si la vida se le ha hecho larga
o corta, y nos dirá que se le ha volado de las manos. Que le parece que fue ayer
cuando jugaba con los demás niños en su infancia, y ahora está cargado de años,
esperando la muerte.
Pero a
veces no tenemos la dicha de llegar a la vejez y nos toca partir antes, en la
edad juvenil o adulta, y por algún accidente o desgracia, o por otra causa,
partimos a la eternidad sin haber alcanzado la ancianidad.
¡Qué
bueno que sería si hoy mismo, ahora mismo nos pusiéramos a pensar qué es lo que
estamos haciendo en este mundo y para dónde vamos! Porque para vivir bien lo que
nos resta de vida, sería bueno que pensáramos qué es lo que esperamos de la
vida, qué es lo que esperamos de Dios, y cuál nos parece que es nuestra misión
en el mundo, porque todos tenemos una misión, una tarea que cumplir, y nadie la
puede cumplir en lugar nuestro.
La vida
se pasa rápido, y es la única que tenemos. No dejemos que se pase inútilmente
sino aprovechémosla para hacer buenas obras, para trabajar por la gloria de Dios
y bien de las almas, y cumplir nuestra misión.
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