sábado, 16 de junio de 2007

La devocion de Francisco hacia Maria


San Francisco, tuvo siempre una especialísimo devoción a María, porque veía en ella a la Madre de Jesús. En la carta a todos los fieles, escribió: "La venida del cielo del Verbo, el Padre altísimo la anunció enviando a su santo arcángel Gabriel a la santa y gloriosa Virgen María, en cuyo seno se revistió con la verdadera carne de nuestra humanidad y fragilidad”
En la primera regla escribió: "Te damos gracias porque hiciste nacer a Cristo, verdadero Dios y hombre, de la gloriosa siempre Virgen bienaventurada, Santa María"; y en la carta al capítulo añade: "Es tan honrada la Virgen María, como es justo, porque llevó a Jesús en su seno santísimo". Por otra parte, quería que todos celebraran bien la Navidad, "por reverencia al Hijo de Dios, depositado aquella noche por la Virgen Madre en el pesebre, entre el asno y el buey".
Por eso, "después de Cristo, tenía en María toda su confianza, en su honor ayunaba con grande devoción desde la fiesta de los apóstoles Pedro y Pablo hasta la de la Asunción". "Rodeaba de amor indecible a la Madre de Jesús, por haber hecho hermano nuestro al Señor de la majestad. Le tributaba peculiares alabanzas, le multiplicaba oraciones, le ofrecía afectos, tantos y tales como no puede expresar lengua humana.
!Pero lo que más alegra es que la constituyó abogada de la Orden y puso bajo sus alas, para que la nutriese !, y protegiese hasta el fin".
Cuando estuvo hospedado en casa de Bernardo "lo vieron transcurrir toda la noche alabando a Dios y a la gloriosa Virgen su Madre"; quiso consagrar el monte Alvernia "en honor y gloria de Dios y de su gloriosa; Madre la Virgen María". En la regla exhortó: "En nombre de tu amor, invocamos humildemente a la gloriosa madre santísima Virgen María. . . parque, como la ella agrada, por tantos beneficios te dé gracias a ti, Dios sumo y verdadero". En fin, en la carta al capítulo: confiesa, ya cercano a la muerte, sus pecados ". . . a la bienaventurada siempre Virgen María".
Tenemos la fortuna de conservar todavía una especial oración de San Francisco a la Virgen: "i Salve, ! Señora, santa Reina, santa Madre de Dios, María, Virgen convertida en templo, y elegida por el santísimo Padre del Cielo, consagrada por El con su santísimo Hijo amado y el Espíritu Santo Paráclito; que tuvo y tiene toda la plenitud de la gracia y todo bien! ¡Salve, palacio de Dios! ¡ Salve tabernáculo de Dios! ¡Salve, casa de Dios! i Salve, vestidura de Dios! ¡Salve, esclava de Dios! ¡ Salve, Madre de Dios!"
No podemos, por otra parte, olvidar que al final y al comienzo de todos los salmos de los distintos oficios compuestos por San Francisco está siempre prevista ¡esta oración a la Virgen: .. ¡ Oh Virgen María, no ha venido a este mundo criatura alguna como tú, hija y " sierva del altísimo Rey y Padre celestial, madre de- nuestro santísimo Señor, Jesucristo, esposa del Espíritu Santo; ruega por nosotros con San Miguel Arcángel, con todas las virtudes de los cielos y con todos los santos, a tu santísimo y amado hijo, nuestro Señor y Maestro! ".
Quiso ser pobre como María

Es bien sabido que San Francisco escogió la pobreza, pero conviene recordar que quiso ser pobre también por devoción a la Virgen pobrecilla. Efectivamente, en sus escritos recordó que Cristo "fue pobre y peregrino y vivió de limosnas él mismo y con él la Virgen María"; "Cristo, mientras era rico por encima de todas las cosas, quiso escoger la pobreza para sí y para la bienaventurada Virgen su madre".
Celano escribe que "no recordaba sin lágrimas la penuria que rodeó aquel día a la Virgen pobrecilla. Así sucedió una vez que, al sentarse para comer, un hermano recuerda la pobreza de la bienaventurada Virgen y hace consideraciones sobre la falta de todo lo necesario en Cristo, su Hijo. Se levanta al momento la mesa, no cesan los sollozos doloridos, y, bañado en lágrimas, termina de comer el pan, sentado sobre la desnuda tierra",
Por eso "llamaba virtud regia a esa que brilló con resplandores en el Rey y la Reina". "Veía en todos los pobres al hijo de la Virgen pobrecilla, llevándolo desnudo en su corazón como ella lo había llevado entre sus brazos".
Un día dijo a un hermano que se había comportado poco amablemente con un pobre: "Cuando ves un pobre, recuerda que se te ha puesto delante el espejo del Señor y de su Madre pobrecilla".
A un hermano que quería guardar dinero para las necesidades de los hermanos, le dijo: "Si no puedes atender de otro modo a los que vienen, quita los atavíos y las variadas galas de la Virgen. Créeme: la Virgen verá más a gusto observado el Evangelio de su Hijo y despojado su altar, que adornado su altar y despreciado su Hijo. El Señor enviará quien restituya a su Madre lo que nos ha prestado",
También escribió a Santa Clara: "Yo, el pequeño hermano Francisco, quiero seguir la vida y la pobreza del altísimo Señor nuestro Jesucristo y de su santísima Madre".
Venera el lugar de Santa María de los Ángeles

El amor de San Francisco por la Virgen se manifestó también con el amor especialísimo que también tenía por Santa María de los Ángeles. Cuando los benedictinos se lo dejaron a su disposición, "se alegró mucho, especialmente por el título de la iglesia dedicado a la Madre de Dios". Y en seguida, "comenzó a morar de continuo en aquel lugar con intención de emprender su reparación. Al darse cuenta de que precisamente, de acuerdo con el nombre de la iglesia, que se llamaba Santa María de los Ángeles, eran frecuentes allí las visitas angélicas, fijó su morada en este lugar tanto por su devoción a los ángeles como por su especial amor a la Madre de cristo". Recuerda San Buenaventura que "viviendo el siervo de Dios Francisco en la Iglesia de. la Virgen Madre de Dios, y orando incesantemente a quien había concebido al Verbo lleno de gracia y de verdad, para que fuera su abogada, por los méritos de la Madre de la misericordia, él mismo recibió y comunicó, los hombres el espíritu de verdad evangélica"; y añade Celano que "el bienaventurado padre solía decir que Dios le había revelado que la bienaventurada Virgen, de todas las iglesias construidas en su honor en el. mundo, tenía por aquella sus preferencias, por lo que también" el santo la amaba más que a las demás".
"Aunque sabía que en todo rincón de la tierra se encuentra el reino de los cielos y creía que en todo lugar se otorga la gracia divina a los elegidos de Dios, él. había experimentado que el lugar de la iglesia de Santa María de la Porciúncula estaba henchido de gracia más abundante y que lo visitaban con frecuencia los espíritus del cielo, Por eso solía decir muchas veces a los hermanos: 'Mirad, hijos míos, que nunca abandonéis este lugar, Si os expulsan por un lado, volved a entrar por el otro, porque este lugar es verdaderamente santo y morada de Dios. Fue aquí donde, siendo todavía pocos, nos multiplicó el Altísimo; aquí iluminó el corazón de los pobres con su luz de sabiduría; . aquí encendió nuestras voluntades en el fuego de su amor. Aquí el que ore con corazón devoto obtendrá lo que pida y quien profane este lugar será castigado con mucho rigor. Por tanto, hijos míos, mantened muy digno de todo honor este lugar en que habita Dios y cantad al Señor de todo corazón con voces de júbilo y alabanza".
"Recomendó al ministro general y a todos los hermanos este lugar preferido entre los demás lugares e iglesias de este mundo, amado por la Virgen gloriosa". Un día dijo: "Quiero que este lugar esté siempre bajo la autoridad del ministro general, a fin de que tenga él más cuidado y compromiso en atenderlo, especialmente estableciendo una familia religiosa de vida observante Y santa. Escójanse clérigos entre los herma- nos más santos y respetados, y que mejor digan el oficio divino, de toda la Orden, a quienes escuchen con mucha devoción y gusto no sólo la gente de fuera sino también los hermanos. Escójanse los que han de servirles entre los hermanos y laicos santos, todos ellos hombres discretos y de buena fama. Quiero también que en el lugar no entre nadie, ni hermanos ni otra persona alguna, excepto el ministro general y los hermanos que los sirvan. Y los que allí están, que no hablen con persona alguna, excepto con los hermanos a su servicio y el ministro general cuando los visite. Asimismo, quiero que los hermanos sirvientes estén obligados a no comunicarles ninguna voz o noticia del mundo que no sea provechosa para el alma. Quiero que nadie entre en aquel lugar para que observen mejor la santidad y la pureza, y que no se pronuncien en el lugar palabras ociosas o inútiles para el alma, sino que todo debe mantenerse y conservarse puro y santo, entre himnos y alabanzas al Señor. Y cuando uno de esos hermanos muera, el ministro general debe sustituirlo con otro, un hermano santo dondequiera que habite. Y es ,que quiero que si los hermanos y los lugares donde se encuentran pierden la pureza y morigeración que convienen, que este lugar sea espejo y tesoro para toda la Orden, como un candelabro ante el trono de Dios y de la Santísima Virgen. Y que gracias a él, Dios nos sea propicio por las faltas y culpas de los hermanos y para que siempre mantenga y conserve la Orden y su plantita".
San Francisco manifestó con su ejemplo este amor especial. Cuando accedió al deseo de Santa Clara de comer una vez con él, dijo: "Quiero que esta comida se haga en Santa María de los Ángeles". Quiso morir en Santa María de los Ángeles, y por eso "cuando vivía en el palacio del Obispo de Asís, rogó a los hermanos que lo llevaran de prisa a la Porciúncula, pues quería entregar el alma a Dios en el lugar en que, como se ha dicho, conoció por primera vez el camino de la verdad". También quiso que los hermanos se reunieran para el capítulo en Santa María de los Ángeles: "Recójanse en capítulo en la fiesta de Pentecostés en la Iglesia de Santa María de la Porciúncula".
De ahí que San Buenaventura pudiera escribir: "El santo amó este lugar más que cualquier otro en el mundo. Aquí comenzó humildemente; aquí progresó en la virtud y aquí cerró felizmente sus ojos. Por eso se le recomendó de manera especial a sus hermanos, como lugar muy querido por la Santísima Virgen".

Juan Bautista Montorsi

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