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jueves, 27 de diciembre de 2007
La Obediencia, una Virtud
San Francisco, como buen padre de su fraternidad, insistía para que los superiores se comportaran siempre como siervos de los demás hermanos, pero insistía al mismo tiempo para que los súbditos fueran siempre obedientes, y él mismo fue siempre un ejemplo maravilloso de obediencia.
Obligación de la obediencia
Para invitar a sus hermanos a ser siempre obedientes, San Francisco escribió en la regla: "La regla y vida de los hermanos menores es ésta: observar el Evangelio de Nuestro Señor Jesucristo, viviendo en obediencia. ."los hermanos deben estar obligados a obedecer al hermano Francisco y a sus sucesores"
Y todos los hermanos, cuantas veces se aparten de los mandatos del Señor y vaguen fuera de la obediencia, son malditos mientras permanezcan a sabiendas en tal pecado. Y mientras perseveren en los mandatos del Señor, que prometieron por el santo Evangelio y por su forma de vida, sepan que se mantienen en la verdadera obediencia, y sean benditos del Señor"; "los hermanos que son súbditos, recuerden que han renunciado por amor de Dios a su propia voluntad, por lo que firmemente les ordeno que obedezcan a sus ministros".
En las "Admoniciones" , advirtió: "Dichoso el siervo que es hallado tan humilde entre sus súbditos como lo seria si se encontrase entre sus señores. Dichoso el siervo que siempre se mantiene bajo la vara de la corrección, Es siervo fiel y prudente el que en ninguna caída tarde en reprenderse interiormente por la contrición, y exteriormente por la confesión y la satisfacción de la obra",
También en el testamento escribió estas palabras: "Todos los demás hermanos han de estar obligados a obedecer a sus guardianes",
Por amor a la obediencia, el hermano debe estar también dispuesto a renunciar a algo bueno: "Y si alguna vez el súbdito ve algo que es mejor y de mayor provecho para su alma que lo que le manda el prelado, sacrifique lo suyo voluntariamente al Señor y procure, en cambio, poner por obra lo que le manda ,el prelado, Pues esa es la obediencia caritativa, porque cumple con Dios y con el prójimo", Siempre por amor de obediencia, el hermano debe estar dispuesto a afrontar también graves dificultades, Por eso decía San Francisco a sus hermanos: "Carísimos hermanos, cumplid con la obediencia apenas se os impone, y no andéis tan lentos que se os insista sobre lo que se os manda; y no aduzcáis pretextos de que la orden es imposible de cumplir, pues aunque yo os ordenara cosas que superan vuestras posibilidades, no os faltarán las fuerzas al tratar de obedecer",
San Francisco, habitualmente dulce con todos, era, en cambio, muy severo con quienes desobedecían, y una vez "hizo echar al fuego la capucha de un hermano que había llegado sin obediencia y solo"
A veces puede suceder que en un determinado caso no se pueda obedecer, pero eso no quiere decir que uno esté autorizado a renunciar a la obediencia habitual: "Pero si el prelado le manda algo que está contra su alma, aunque no le obedezca, no por eso lo abandone. Y si por ello ha de soportar persecución por parte de algunos, ámelos más por Dios, Porque quien prefiere padecer la persecución antes que separarse de los hermanos, se mantiene verdaderamente en la obediencia perfecta, ya que entrega su alma por sus hermanos, Pues hay muchos religiosos que son pretexto que ven cosas mejores de que las que mandan sus prelados, miran atrás y tornan al vómito de la voluntad propia; éstos son homicidas, y, a causa de sus malos ejemplos, hacen perderse a muchas almas"
Para favorecer la obediencia, San Francisco decía: "Quisiera que todos veneraran al superior como al representante de Cristo y que lo proveyeran amorosamente en todas sus necesidades" ; "el súbdito debe ver en el superior no a un hombre, sino a aquél por cuyo amor se ha sometido. Además, cuanto más des- preciable sea quien manda, tanto más agrada a Dios la humildad de quien obedece"; por otra parte, "quería que los súbditos veneraran y amaran a sus superiores, pues deben llevar el peso de las preocupaciones y las fatigas".
San Francisco quería que lo condujera la obediencia
San Francisco no se contentó con invitar a los demás a obedecer, sino que él mismo quiso ser el primero y más admirable ejemplo de su misión a los superiores. Nos cuenta Celano que "para atesorar de nuevos Todos y convertir en méritos todo el tiempo de su vida, aquel inteligentísimo comerciante quiso que lo condujeran las riendas de la obediencia y estar sometido a la dirección de otro". "Los Tres Compañeros" nos aseguran que "aunque era el más sublime y eleva- do de todos los hermanos, no por eso dejaba de constituir a uno de los hermanos como su guardián y señor, a quien obedecía humildemente y devotamente para alejar de sí toda ocasión de pecado".
Al comenzar el camino que lo conduciría a Roma para ver a Inocencio III, dijo a sus doce compañeros: "Constituyamos a uno de nosotros en nuestro guía y tengámoslo como a vicario de Cristo, de suerte que donde él quiera que vayamos, iremos, y cuando él quiera alojarnos nos alojaremos". Cuando se dirigió al Alverna "llamó a uno de sus tres compañeros, al hermano Maseo, y le dijo: 'Tú, hermano Maseo, serás nuestro guardián y nuestro prelado en este viaje, mientras nosotros vayamos y estemos juntos' ".
Y confirmó en el Testamento: "Quiero firmemente obedecer al ministro general de esta fraternidad y al guardián que quiera ponerme. Y quiero ser tan esclavo en sus manos que no pueda andar ni obrar más allá de la obediencia y de su querer, pues es mi dueño".
Atormentado por la enfermedad, "no sólo renunció al generalato, sino que, para mayor mérito de obediencia, pidió también un guardián particular, a quien venerase como a prelado suyo. Así, pues, dijo al hermano Pedro Cattani, a quien tiempo atrás había prometido obediencia: Te ruego por Dios que confíes tus veces para conmigo a uno de mis compañeros, a quien pueda obedecer con la misma entrega que a ti. Sé, añadió, el fruto de la obediencia y que para quien doblega el cuello al yugo de otro no pasa un instante sin ganancia'. De este modo, otorgada su instancia, dondequiera permaneció obediente hasta la muerte, en el obediencia reverente y constante a su guardián, Llegó a decir una vez a sus compañeros: 'Entre otras gracias que la bondad divina s ha dignado concederme, cuento ésta: que al novicio de una hora que se me diera por guardián, obedecería con la misma diligencia que a otro hermano muy antiguo y discreto'
Juan Bautista Montorsi
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