La Iglesia siempre ha enseñado que toda oración se hace por Cristo, con El y en EL. Cristo es el único que puede interceder ante el Padre en cuyas manos misericordiosas están todas las cosas. La intercesión de los santos NO es una alternativa a la de Jesús. La oración principal de la Iglesia es la Santa Misa porque en ella nos unimos al sacrificio en que Jesús se entrega al Padre. Pero esta comunión con Jesús nos une también a nuestros hermanos en el Cuerpo de Cristo con lazos de amor.
Los santos interceden precisamente en virtud a que son miembros del Cuerpo de Cristo. Ellos no hacen nada sino es en Cristo. Dios nos creó para ser familia. Los del cielo y de la tierra estamos unidos en la comunión de los santos en Cristo. La familia comparte y se comunica sus esperanzas y tristezas. Por eso también pedimos a los santos y ángeles que intercedan por nosotros. Lejos de quitarle atención a Dios, los santos y ángeles nos ayudan a adentrarnos en la presencia gloriosa de Dios pues ellos ya están allí, son una gran nube de testigos porque Dios es la Vida y el Centro de todos ellos:
Por tanto, también nosotros, teniendo en torno nuestro tan gran nube de testigos, sacudamos todo lastre y el pecado que nos asedia, y corramos con fortaleza la prueba que se nos propone, -Hebreos 12,1
«Quien a vosotros os escucha, a mí me escucha; y quien a vosotros os rechaza, a mí me rechaza; y quien me rechaza a mí, rechaza al que me ha enviado.» -Lucas 10,16
Sería imposible relacionarnos personalmente con todas las personas del mundo, pero Dios nos da familiares y amigos para compartir con ellos nuestra vida de manera mas personal y profunda. Igualmente es imposible tener devoción personal a todos los santos pues son millares. Pero en el curso de nuestra vida Dios nos acerca a algunos santos, quizás por nuestra familia, escuela, nacionalidad o algún viaje. De entre muchos algunos se convierten en una inspiración muy especial y les tomamos mayor predilección. De modo que solemos rezar a los santos que mas conocemos y amamos. Quizás una vez sea un santo, otro momento un ángel, como San Miguel o San Gabriel. Para salvarnos no importa cuales son nuestros favoritos ya que todos los santos nos enseñan a amar al mismo Jesús quien es la cabeza de todos los santos y de la Iglesia. Lo importante es que tu sigas su ejemplo de amor heroico al Señor.
Claro que la amistad con los santos será madura si vivimos como parte de la familia de Dios, pensando en El, pensando en la maravilla que ha hecho con nuestros hermanos mayores, los santos. Cuando vamos a los santos y ángeles tenemos ante nosotros testigos del Evangelio vivo. Ellos están con Jesús.
Si a tu hermano le inspira un santo, muy bien. ¿Pero cual ha tocado mas TU vida? Los santos no son celosos unos de otros ni están en competencia de popularidad. Tan solo quieren ayudarnos a amar como ellos a Dios.
La confusión ocurre cuando tratamos de hacer una especie de estudio a ver cual nos conviene mas. La oración no es un manejo de poder o manipulación. ¿Te imaginas a alguien buscando novio, preocupado de como contactar a tantos millones de hombres en el mundo, ¿como saber cual me conviene...?
Vete a Jesús que está en el trono y a su lado encontrarás a su Madre Santísima dispensando gracias, es nuestra Madre también. Escucha, abre tu corazón. En torno al trono están todos los ángeles y santos, de los cuales solo conocemos personalmente unos pocos. Poco a poco nuestro corazón se irá llenando mas y mas de gracia y será mas natural acercarnos a nuestros amigos celestiales para con ellos orar.
Finalmente, recuerda que la oración no se trata solo de pedir sino que ante todo es para entregarnos confiados, para hacer en todo su voluntad en Jesús: "Padre Nuestro que estás en el cielo... hágase tu voluntad..." Sin perder de vista esta verdad fundamental, también pedimos por lo necesario: "El pan nuestro de cada día..."
Padre Jordi Rivero
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