PORTICO AL CIELO

viernes, 20 de abril de 2012

CONOZCAMOS PARA DEFENDER LA FÈ...

ESTA SERIE DE ERRORES ES UN EJEMPLO PARA QUE EN ALGUN MOMENTO PODAMOS TENER EN CUENTA , CONOCIENDOLOS, ANALIZANDOLOS, Y CONFROINTANDOLOS A LA LUZ DE LA Fe   Y PODER DEFENDER LA VERDAD Y  CERTEZA EN N.S. JESUCRISTO CONOZCAMOS Y ENTENDAMOS Y APRENDAMOS DE  ESTOS ERRORES...


Teorías contrarias a la Resurrección


Además de ser el argumento fundamental de nuestra fe cristiana, la Resurrección es importante por varias razones:
Muestra la justicia de Dios que exaltó a Cristo a una vida de gloria, luego de que Cristo se había humillado a sí mismo hasta la muerte (Fil 2,8-9).
Con su Resurrección y posterior Ascención a los cielos, Cristo completó el misterio de nuestra salvación y redención; por su muerte nos libró del pecado, y por su Resurrección nos restauró los privilegios mas importantes perdidos por el pecado (Rom 4,25).
 Por su Resurrección reconocemos a Cristo como Dios inmortal, la causa eficiente y ejemplar de nuestr propia resurrección (I Cor 15,21; Fil 3,20-21), y como el modelo y apoyo de nuestra nueva vida de gracia (Rom 6, 4-6; 9-11).
¿Por qué medios podría caer por tierra la evidencia de la Resurrección de Cristo? Cuatro teorías han intentado una explicación, aunque las dos primeras tienen escasos defensores hoy en día.


TEORÍA DEL DESVANECIMIENTO
Existe la teoría de aquellos que afirman que Cristo no murió realmente en la cruz, que su supuesta muerte fue un desvanecimiento temporal, y su resurrección simplemente un volver a la conciencia. Esta teoría fue defendida por Paulus (Exegetisches Handbuch, 1842, II, p. 929) y son algunas modificaciones por Hase (Gesch. Jesu, n 112), pero no concuerda con los datos ofrecidos en los evangelios.
La flagelación y la coronación de espinos, el cargar la cruz y la crucifixión, las tres horas en la cruz, y la posterior lanzada del centurión no hubieron tenido como consecuencia un simple desvanecimiento. Su verdadera muerte es certificada por el centurión y los soldados, por los amigos de Jesús y por sus mas amargos enemigos.
Su permanencia de 36 horas en el sepulcro sellado, en un ambiente envenenado por cientos de libras de especies, hubieran bastado para causarle la muerte. Más aún, si Jesús hubiese simplemente vuelto a la conciencia luego de desvanecerse, los sentimientos aquella mañana hubieran sido de conmiseración antes que de júbilo y triunfo, los Apóstoles se hubieran sentido movidos más a cumplir las funciones de un concejo enfermizo y débil que a la misión apostólica, la vida del poderoso “hacedor de milagros” hubiera acabado en una burda soledad y vergonzosa oscuridad, y su preconizada impecabilidad se hubiera tornado en una silente aprobación por Su parte de una mentira como piedra sobre la cual se asentaba Su Iglesia.
No sorprende por qué posterior críticos de la resurrección, como Strauss, se hayan regocijado tanto en una teoría como esta del desvanecimiento para justificar sus críticas.

TEORÍA DE LA IMPOSICIÓN
Se dice que los discípulos robaron el cuerpo de Jesús de la tumba, y luego proclamaron a los hombres que su Señor había resucitado. Esta teoría había sido anticipada por los judíos que “dieron una suma de dinero a los soldados, diciéndoles: ‘Digan, sus discípulos vinieron en la noche y robaron el cuerpo mientras dormíamos” (Mt 28, 12ss).
Lo mismo fue señalado por Celso (Orígenes, Contra Celso, II, 56) con algunas diferencias en los detalles. Pero asumir que los Apóstoles con un peso tal sobre sus conciencias hubieran predicado un reino de verdad y de justicia como el gran esfuerzo y causa de sus vidas, y que por razón de ese reino hayan sufrido hasta la muerte, sería asumir una de esas imposibilidades morales que pueden suceder en un arranque de exaltación propia de la emoción del momento, pero que hubiera sido dejado de lado a la hora de entrar nuevamente en razón.

TEORÍA DE LA VISIÓN
Esta teoría, como la entienden generalmente sus defensores no permiten visiones causadas por intervención divina, sino solo aquellas fruto de agentes meramente humanos. Porque si admitimos una intervención divina, también deberíamos creer, en tanto se refiere a los principios, que Dios levantó a Jesús de entre los muertos.
Pero, ¿dónde es que entran en esta teoría los agentes humanos que hubieran producido tales visiones? La idea de la resurrección de la tumba era familiar a los discípulos por su fe judía; tenían asimismo vagos indicios en las profecías del Antiguo Testamento, finalmente, el propio Jesús había asociado siempre su Resurrección a las predicciones de su muerte.
Por otro lado, el estado de mente de los discípulos era el de un gran entusiasmo; atesoraban el recuerdo de Cristo con un afecto tal que les hacía casi imposible pensar que se había ido. En breve, su estado de mente era tal que necesitaba la más mínima chispa para encender una llamarada. La chispa la proveyó María Magadalena, y la llama inmediatamente se propagó con la rapidez y la fuerza de una conflagración. Lo que ella creyó haber visto, otros inmediatamente pensaron que tenían también que verlo. Sus expectativas fueron cubiertas, y la convicción de que el Señor verdaderamente había resucitado de entre los muertos, abrazó a los miembros de la primera Iglesia. Esta es la teoría de las visiones comúnmente defendida por los críticos de la Resurrección, que por más ingeniosa que parezca, es imposible desde el punto de vista de la historia.
• Es incompatible con el estado de mente de los Apóstoles, la teoría presupone la fe y la expectativa por parte de los Apóstoles, lo cual desde los hechos, la fe y expectativa de los apóstoles es consecuencia de su visión del Cristo resucitado.
• Es inconsistente con la naturaleza de la manifestación de Cristo; estas tendrían que haber estado ligadas a la gloria celestial, o deberían haber continuado la anterior relación de intimidad de Jesús con sus discípulos, que en verdad y de manera consistente presentaron en verdad una total nueva fase imposible de haber sido esperada con anterioridad.
• No concuerda con las condiciones de la comunidad cristiana temprana, luego del primer entusiasmo del domingo de resurrección, los Apóstoles como un cuerpo se caracterizaron por su fría deliberación mas que por el entusiasmo exaltado de una comunidad de visionarios.
• Es incompatible con la extensión de tiempo que duraron las apariciones; las visiones, según lo que suponen los críticos, hasta donde se sabe nunca han durado mucho, mientras que algunas de las manifestaciones de Cristo duraron un período considerable de tiempo.
• No es consistente con el hecho de que las manifestaciones se hayan dado a un gran número de personas al mismo tiempo.
• No concuerda con el lugar donde muchas de las manifestaciones sucedieron: apariciones visionarias se hubieran esperado en Galilea, mientras que la mayor parte de apariciones de Jesús ocurrieron en Judea.
• Es inconsistente con el hecho de que las visiones terminaran abruptamente el día de la Ascención.
Keim admite que el entusiasmo, nerviosismo y excitación mental por parte de los discípulos no proveen una explicación racional a los hechos tal como son relatados en los evangelios. Según él, las visiones eran concedidas directamente por Dios y el Cristo glorificado, podían incluir hasta una “aparición corpórea” para aquellos que temían que sin ello lo perderían todo. Pero la teoría de Keim no satisface ni a la Iglesia, en tanto que abandona todas las pruebas de una Resurrección del cuerpo de Jesús, ni a los enemigos de la Iglesia, puesto que admite muchos de los dogmas de la Iglesia; nuevamente no es consistente consigo misma, pues concede a la intervención especial de Dios como prueba de la fe de la Iglesia, a pesar de comenzar negando la resurrección corpórea de Jesús, lo cual constituye una de los principales objetos de esta fe.

VISIÓN MODERNISTA
La Santa Sede, en el Decreto “Lamentabili” describe y condena visiones defendidas por un cuarto grupo de opositores a la Resurrección. Estos proponen entre otras cosas: “La Resurrección de nuestro Salvador no es propiamente un hecho de orden histórico, sino un hecho puramente del orden sobrenatural ni probado ni probable, el cual la consciencia cristiana ha ido infiriendo poco a poco de otros hechos”.
Este postulado concuerda con lo que mas adelante explicaba Loisy (“Autour d’un petit livre”, p. 8, 120-121, 169; “L’Evangile et l’Eglise”, pp. 74-78; 120-121; 171). Según Loisy, primero, la entrada a la vida inmortal de uno resucitado de entre los muertos no es algo susceptible de ser observado; es sobrenatural, un hecho hiperhistórico, incapaz de ser probado históricamente.
Las pruebas alegadas para la Resurrección de Cristo son inadecuadas; el sepulcro vacío es apenas un argumento indirecto, mientras que las apariciones del Cristo resucitado están abiertas a sospechas de manera a priori, sensible a impresiones de una realidad sobrenatural; y son evidencia dudosa desde un punto de vista crítico, por razón de las discrepancias en las varias narraciones escriturísticas y el carácter diverso y mezclado de los detalles relacionados a las apariciones.
Segundo, si uno prescinde de la fe de los Apóstoles, el testimonio del Nuevo Testamento no provee un argumento cierto al hecho de la Resurrección. Esta fe de los Apóstoles no se preocupa tanto con la Resurrección de Jesucristo, como de su vida inmortal; basados en las apariciones, las cuales son evidencia insatisfactorias desde un punto de vista histórico, pero cuya fuerza se percibe solo por la fe; al ser un desarrollo de la idea de un Mesías inmortal, es una evolución de la consciencia cristiana, aunque al mismo tiempo un correctivo al escándalo de la Cruz.
La Santa Sede rechaza ésta visión de la Resurrección cuando la condena en el Decreto “Lamentabili”: “La fe en la Resurrección de Cristo señala desde el principio no tanto al hecho de la Resurrección, sino a la vida inmortal de Cristo con Dios”.
Además del rechazo autoritativo de esta visión modernista, debemos colocar las siguientes tres consideraciones:
Primero, el argumento de que la Resurrección de Cristo no puede ser probada históricamente no concuerda con la ciencia. La ciencia no sabe lo suficiente sobre las limitaciones y posibilidades de un cuerpo resucitado de entre los muertos a la vida eterna, para garantizar la afirmación de que un cuerpo tal no pueda ser percibido por los sentidos, nuevamente en el caso de Cristo, el sepulcro vacío con todas sus circunstancias concretas no puede ser explicado sino por una intervención milagrosa de Dios con carácter sobrenatural como el de la Resurrección de Jesús.
Segundo, la historia no nos permite referirnos a la Resurrección como resultado de una gradual evolución de la consciencia cristiana. Las apariciones no eran simple proyección de la esperanza mesiánica de los Apóstoles, que debía ser reavivada y fortalecida con las apariciones. Nuevamente, los Apóstoles no comenzaron predicando la vida inmortal de Cristo con Dios, sino que predicaron a Cristo Resucitado desde los primeros tiempos, insistiendo en ello como un hecho fundamental y describieron hasta algunos de los detalles ligados a este hecho: Hch 2, 24, 31; 3, 15,26; 4,10; 5,30; 10,39-40; 13,30, 37; 17,31-2; Rom., 1,4; 4,25; 6, 4,9; 8,11,34; 10,7; 14,9; I Cor 15, 4,13ss.; etc.
Tercero, la negación de la certeza histórica de la Resurrección de Cristo comporta graves y varios errores históricos: cuestiona la objetividad real de las apariciones sin base histórica alguna para tal duda; niega el hecho del sepulcro vacío a pesar de evidencias históricas sólidas a favor de este hecho; cuestiona inclusive el hecho del entierro de Cristo en el sepulcro de José, aunque este hecho esté basado en el testimonio irrevocable de la historia.
Fuente: A.J. MAAS en la Enciclopedia Católic

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