PORTICO AL CIELO

miércoles, 2 de mayo de 2012

LA DOLOROSA ESPERA DE TOMáS

CONOZCAMOS UN POCO DEL CORAZÓN DE SANTO TOMÁS TAMBIÉN LLAMADO EL GEMELO DURANTE LAS HORAS DE INCERTIDUMBRE Y DE INDESICION...
LA DOLOROSA ESPERA DE TOMAS


Tomás, llamado el Gemelo, era un hombre decidido. En él no 

cabían las medias tintas, o se era o no se era... y hasta las
últimas consecuencias.
En un momento en el que Jesús propone ir de nuevo
al territorio hostil de Jerusalén, la mayoría de los
discípulos replica: "Maestro, hace poco los judíos
te querían matar a pedradas, ¿y otra vez quieres ir
allá?" (Jn 11, 8)... pero Tomás afirma con decisión:
"Vamos también nosotros y moriremos con él." (Jn 11, 16)

La crisis del prendimiento, como a todos los demás, lo tomó por
sorpresa y no supo como reaccionar... cuando se dio cuenta, la
huída general ya lo había arrastrado consigo.
No es difícil imaginar lo que ha de haber sufrido de
remordimientos por no haber podido cumplir su propósito de morir
junto con su amado Maestro.

Mientras los demás se debatían presa del pánico, Tomás lo
hacía víctima de la ira... Tenía tanto coraje por ese
arrebato de pánico, que lo alejó del lado de Jesús en el
momento crucial.

Insensible escuchó el relato de las mujeres sobre las apariciones
del Resucitado... Pedro y Juan habían ido al sepulcro en cuanto
llegó la noticia de la desaparición del cuerpo, y no habían
visto nada. "Sin duda las mujeres lo habrán imaginado"
pareció ser la respuesta que todos los apóstoles
se habían dado a sí mismos.

Hubo necesidad de salir, tal vez para ver el panorama de la huída
de regreso a Galilea, o tal vez para conseguir alimentos... y la
mayoría continuaba presa del pánico: "Y si alguien nos
reconoce, y si también a nosotros nos capturan y asesinan..."
Tomás necesitaba salir... se estaba ahogando en el ambiente de
miedo que en el refugio se respiraba, y él se ofreció a salir a
la encomienda.

Cuando regresó todo había cambiado. Sus compañeros estaban
como enajenados. Se mezclaban el llanto con las risas... todo era
abrazos, cantos y festivas danzas... Todo esto no hizo sino
incrementar la ira en el rudo Gemelo. Y cuando casi a coro le
dijeron : "Vimos al Señor", Tomás explotó...
era demasiado para él.
En su cansada mente ;agotada de tanto darle vueltas a su ira-
alcanzó a intuir la posibilidad de una broma macabra... Tal vez
Jesús no había sido crucificado, tal vez se había librado,
como tantas otras veces lo había hecho... Y los demás en una
confabulación le quería hacer creer que había resucitado de
la muerte.

Desde lo profundo de su alma atormentada, Tomás profirió una de
las frases más famosas del Evangelio: "No creeré sino cuando
vea la marca de los clavos en sus manos, meta mis dedos en le lugar
de los clavos y palpe la herida del costado." (Jn 20, 25).

Transcurrieron ocho larguísimos días, en los que Tomás se
debatiría aún más ante el súbito entusiasmo de los
demás... Ocho días que le han de haber parecido una eternidad.

Por fin, al domingo siguiente, Jesús Resucitado se vuelve a
presentar ante sus discípulos. Inmediatamente después de dar
el saludo de la paz, se dirige al estupefacto apóstol, que
sentía su ira esfumarse como niebla matinal ante los rayos del
sol...
"Ven acá, mira mis manos; extiende tus manos y palpa mi
costado. En adelante no seas incrédulo, sino hombre de fe."

En ese momento, Tomás es llevado muy lejos por la revelación
que hace en su corazón el Espíritu Santo... y más allá de
reconocerlo como al Mesías, al Ungido, le reconoce su categoría
divina: "Tú eres mi Señor y mi Dios." (Jn 20, 28)

Jesús abre también una puerta para todos los tiempos...
"Tú crees porque has visto. ¡Felices los que creen sin
haber visto!"

No se cuantos modernos Tomás lean este mensaje.. no se con cuanta
ira lleven adelante la vida. Muchos incrédulos son hasta violentos
por la necesidad que tienen de creer, de encontrar algo que valga la
pena, por encima de las cosas superficiales en las que muchos se
mueven... Hay nuevos Tomás que se enfurecen ante la simplicidad
con la que otros viven su fe... En la medida que su búsqueda sea
sincera encontrarán la luz... Sean pacientes en esos larguísimos
"ocho días" que parecen prolongarse tanto. Cuando menos lo
piensen la luz de Cristo Resucitado los llevará más lejos
de lo que esperan...
¡Animo!

San Francisco nos hace un fuerte llamado a la fe en su Admonición
primera:

"Por tanto: Hijos de los hombres, ¿hasta cuándo seréis
de pesado corazón? (Sal 4,3). ¿Por qué no reconocéis la
verdad y creéis en el Hijo de Dios? (cf. Jn 9,35). Ved que
diariamente se humilla (cf. Fil 2,8), como cuando desde el trono real
(Sab 18,15) vino al útero de la Virgen; diariamente viene a
nosotros él mismo apareciendo humilde; diariamente desciende del
seno del Padre (cf. Jn 1,18) sobre el altar en las manos del
sacerdote.
Y como se mostró a los santos apóstoles en carne verdadera,
así también ahora se nos muestra a nosotros en el pan sagrado.
Y como ellos, con la mirada de su carne, sólo veían la carne de
él, pero, contemplándolo con ojos espirituales,
creían que él era Dios, así también nosotros,
viendo el pan y el vino con los ojos corporales,
veamos y creamos firmemente que es su santísimo
cuerpo y sangre vivo y verdadero.
Y de este modo siempre está el Señor con sus fieles,
como él mismo dice: Ved que yo estoy con vosotros hasta
la consumación del siglo (cf. Mt 28,20)."

Paz y Bien


COLABORACION: P.Fr. Fernando Rodríguez OFM

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