sábado, 26 de mayo de 2012

La Venida del Espíritu Santo

Al llegar el día de Pentecostés, estaban todos reunidos en un mismo lugar. De repente vino del cielo un ruido como el de una ráfaga de viento impetuoso, que llenó toda la casa en la que se encontraban. Se les aparecieron unas lenguas como de fuego que se repartieron y se posaron sobre cada uno de ellos; quedaron todos llenos del Espíritu Santo y se pusieron a hablar en otras lenguas, según el Espíritu les concedía expresarse. Había en Jerusalén hombres piadosos, que allí residían, venidos de todas las naciones que hay bajo el cielo. Al producirse aquel ruido la gente se congregó y se llenó de estupor al oírles hablar a cada uno en su propia lengua. Estupefactos y admirados decían: ¿Es que no son galileos todos estos que están hablando? Pues ¿cómo cada uno de nosotros les oímos en nuestra propia lengua nativa? Partos, medos y elamitas; habitantes de Mesopotamia, Judea, Capadocia, el Ponto, Asia, Frigia, Panfilia, Egipto, la parte de Libia fronteriza con Cirene, forasteros romanos, judíos y prosélitos, cretenses y árabes, todos les oímos hablar en nuestra lengua las
maravillas de Dios. Todos estaban estupefactos y perplejos y se decían unos a otros ¿Qué significa esto? Otros en cambio decían riéndose ¡Están llenos de mosto! Entonces Pedro, presentándose con los Once, levantó su voz y les dijo: Judíos y habitantes todos de Jerusalén: Que os quede esto bien claro y prestad atención a mis palabras...

Hch 2,1-14

1. El Espíritu Santo nos ayuda a asimilar la doctrina de Cristo.

La misión de Cristo y del Espíritu Santo se realiza en la Iglesia, Cuerpo de Cristo y Templo del Espíritu Santo. Esta misión conjunta asocia desde ahora a los fieles de Cristo en su comunión con el Padre en el Espíritu Santo: el Espíritu Santo prepara a los hombres, los previene por su gracia, para atraerlos hacia Cristo. Les manifiesta al Señor resucitado, les recuerda su palabra y abre su mente para entender su muerte y resurrección. (Catecismo, n.737).

Con frecuencia notamos que tenemos ideas claras sobre la doctrina católica. Si nos hicieran un examen, probablemente sacaríamos una buena nota. Pero una cosa es saber algo y otra es vivirla. Necesitamos una ayuda especial para poder ir formando nuestra conciencia moral, y esta ayuda viene del Espíritu Santo.

En realidad, el verdadero artífice de una conciencia bien formada es el Espíritu Santo: es Él quien, por un lado, señala la voluntad de Dios como norma suprema de comportamiento, y por otro, derramando en el alma las tres virtudes teologales y los dones, suscita en el corazón del hombre la íntima aspiración a la voluntad divina hasta hacer de ella su alimento. 

Con mucha frecuencia no vemos claramente el por qué la Iglesia nos exige ciertos comportamientos morales. En estas ocasiones tenemos que echar mano de una ayuda superior, la del Espíritu Santo. El puede doblar nuestro juicio para hacerlo coincidir con el de Dios.

2. El Espíritu Santo nos da la fuerza necesaria para vivir nuestros compromisos bautismales.
La vida cristiana es una opción que debemos renovar todos los días. Dios nos deja libres. En cualquier momento cabe la posibilidad de echarnos atrás, de quedarnos indiferentes, de ser unos cristianos “domesticados” como ciertos animales que sólo sirven para adornar el hogar, pero que ya no son agresivos porque están domados.

También la conciencia se puede domesticar y recortar a una medida cómoda. Una conciencia para andar por casa, es una conciencia mansa, que nos presenta los grandes principios morales suavizados, que nos ahorra sobresaltos, remordimientos y angustias. Ante las faltas, sabe encontrar justificantes y lenitivos: ‘estás muy cansado’, ‘todos lo hacen’, ‘obraste con recta intención, lo hiciste por un fin bueno’, ‘es de sentido común’. 

3. El Espíritu Santo no deja de venir a nosotros constantemente
Experimentamos muchas venidas del Espíritu Santo durante nuestra vida. Las más fuertes son cuando recibimos los sacramentos. Por medio de cada sacramento el “artífice de nuestra santificación”, el Espíritu Santo, va acabando su gran obra en nosotros, nuestra transformación en Cristo.

Además de estas venidas sacramentales del Espíritu Santo, hay otras que son menos espectaculares, pero no por eso pierden importancia: su influencia sobre nuestra conciencia moral.

Para el alma en estado de gracia, la voz de la conciencia viene a ser la voz del Espíritu Santo, que ante ella se hace portador del querer del Padre celestial. 

Nuestra vida debería ser un constante diálogo con el Espíritu Santo. Es imposible vivir la vida cristiana, cumplir con el principio y fundamento... sin esta colaboración con el divino Huésped del alma, el Espíritu Santo.


¿Cómo Y Cuando Ocurre El Bautismo En El Espíritu Santo?
El bautismo en el Espíritu Santo ocurre en todos los que verdaderamente ponen su fe en Cristo como su salvador.  El bautismo del Espíritu Santo es la promesa del Padre, profetizada por Juan el Bautista y anunciada por el mismo Jesucristo.  Aunque el bautismo es efectuado por Jesús, no puede ocurrir sin el Espíritu Santo.  Todos los creyentes que han creído en la muerte y resurrección de Cristo, han participado con Él (Cristo) a través del bautismo.  Así fueron sepultados y levantados a novedad de vida junto con Él.  La vida que tenemos en Cristo es más que la vida que tuvo el pueblo con Moisés y más que la vida que tenían o tienen los prosélitos Judíos y aun más que la vida que tenían aquellos que eran bautizados por Juan para arrepentimiento.  Esta vida es eterna en unión a Cristo.
El bautismo en el Espíritu Santo es algo que ocurre en todos aquellos que han creído en la muerte expiatoria y la resurrección de Cristo por lo tanto es automático.  La persona que no haya sido bautizada en el Espíritu Santo simplemente NO ES Cristiano.  El que ha creído en Cristo no tiene por que buscar o pretender que otros Cristianos busquen el bautismo en el Espíritu Santo.  Sin bautismo en el Espíritu Santo no hay salvación porque no hay unión a Cristo quien da vida al creyente.

La Superioridad Del Bautismo En El Espíritu Santo
A diferencia del bautismo de Moisés, del bautismo de los convertidos al judaísmo y del bautismo de Juan, el bautismo en el Espíritu Santo, además de unir al creyente al cuerpo de Cristo, le hace participe en su interior de ese Espíritu.   Cuando una persona es bautizada en agua, su exterior se "lava" pero su interior queda igual.  En el bautismo efectuado por Jesucristo, el del Espíritu Santo, la persona recibe el Espíritu Santo dentro de sí.  Por lo tanto dice:
I Corintios 12:13
Porque por un solo Espíritu fuimos todos bautizados en un cuerpo, sean judíos o griegos, sean esclavos o libres, y a todos se nos dio a beber de un mismo Espíritu.
"A todos se nos dio a beber de un mismo Espíritu". Esta oración tiene que ver con el lugar que toma el Espíritu Santo haciendo morada dentro de cada creyente.  Es de acuerdo con la promesa de Jesús:
Juan 14:16-17
Y yo rogaré al Padre, y os dará otro Consolador, para que esté con vosotros para siempre: el Espíritu de verdad, al cual el mundo no puede recibir, porque no le ve, ni le conoce; pero vosotros le conocéis, porque mora con vosotros y ESTARÁ  EN VOSOTROS.
Jesús les asegura a los discipulos que 'creen' en él que el Espíritu Santo no solamente mora (vive dentro) con los creyentes individualmente en el presente sino que "estará" (permanecerá permanentemente) morando corporativamente "dentro" de los creyentes después de su partida.  Este Espíritu Santo es comparado con el agua, el agua es tipo del Espíritu Santo:
Juan 7:37-39a
En el último y gran día de la fiesta, Jesús se puso en pie y alzó la voz, diciendo: Si alguno tiene sed, venga a mí y beba.  El que cree en mi, como dice la Escritura, DE SU INTERIOR CORRERAN RIOS DE AGUA VIVA.   ESTO DIJO DEL ESPÍRITU QUE HABIAN DE RECIBIR LOS QUE CREYESEN EN ÉL...
Cuando el Creyente recibe a Cristo como Salvador de su Vida, se identifica con Él en su muerte y resurrección, (El mensaje del Evangelio) y el mismo Cristo le bautiza en el agua (simbólica) del Espíritu Santo y lo identifica consigo mismo (la cabeza) y con la iglesia (su cuerpo) y le da a beber el agua del Espíritu Santo; Él hace su morada dentro del creyente, El Cual (El Espíritu Santo) corre como ríos de agua viva en su interior, llenando (controlando), limpiando, redarguyendo, santificando, dando vida, guiando, aconsejando y consolando; esta es la nueva vida en Cristo.


 P. Fintan Kelly

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