Necesito tus manos para seguir bendiciendo, necesito tus labios para seguir hablando, necesito tu cuerpo para seguir sufriendo, necesito tu corazón para seguir amando, te necesito para seguir salvando.
Heme aquí, Señor. he aquí, Señor he aquí mi cuerpo, he aquí mi corazón, he aquí mi alma.
Dame el ser lo bastante grande para abarcar el mundo, lo bastante fuerte para poder llevarlo a hombros, lo bastante duro para poder abrazarlo, sin intentar guardármelo.
Concédeme el ser tierra de encuentro, pero sólo tierra de paso, camino que no conduzca a sí mismo, sin adornos humanos, sino que lleve a ti.
Señor, en esta tarde, mientras todo se calla y mi corazón siente la amarga mordedura de la soledad, mientras mi cuerpo aúlla largamente su hambre oscura mientras los hombres me devoran el alma y me siento impotente para artarlos, mientras en mis espaldas pesa el mundo entero con toda su carga de miserias y pecado, yo te vuelvo a decir mi sí, no en una explosión de entusiasmo, sino lenta, lúcida, humildemente, Solo, Señor, ante TI.
Autor: www.iglesiapotosina.org
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