miércoles, 14 de noviembre de 2012

EL rezo del Santo Rosario


El rezo del rosario no consiste simplemente en repetir mecánicamente ciertas palabras,.. es permitirnos llegar a través de este, a meditar los misterios de nuestra fe y a entregarnos de la mano de María al amor de Dios.
 El rosario es una de las devociones populares más importantes porque combina dos aspectos fundamentales: la meditación de los misterios de nuestra redención y la repetición del Ave María. Como lo afirmó el papa Juan Pablo II, se trata de contemplar, con los ojos y el corazón de María –la primera creyente y, por lo tanto, madre de todos los creyentes- cada uno de los acontecimientos fundamentales por medio de los cuales Dios, nuestro Padre, quiso reconciliarnos consigo y darnos la vida. De esta manera, fortalecemos nuestra fe haciendo nuestra la respuesta generosa de María y honramos a María descubriendo, siempre de nuevo, su puesto privilegiado en la historia de la salvación.

A lo largo de los cuatro ciclos de misterios


 –los gozosos (los acontecimientos de la encarnación, el nacimiento y la infancia del Señor),


 -los luminosos (los momentos más importantes de su ministerio),


 -los dolorosos (su pasión y su muerte por nosotros) y


 -los gloriosos (su resurrección, la venida del Espíritu Santo sobre la Iglesia, y el destino glorioso de ésta anticipados en María)- 


Vamos desgranando uno tras otro cada uno de los acontecimientos salvadores para permitir que su contemplación abra nuestros corazones al Señor que nos ama y nos lleve a un auténtico compromiso de discípulos y misioneros. 


La Iglesia nos invita a rezar en familia el santo rosario, pero parece que en nuestro tiempo esto no resulta muy agradable y menos para los jóvenes.
¿Existe una manera práctica de hacer que el rosario resulte más agradable?
Ciertamente el rosario no es una oración fácil
. La meditación de los misterios requiere que nos hayamos familiarizado con ellos con la ayuda de la Palabra de Dios como nos la entrega la Iglesia por medio de la Sagrada Escritura. Es que –como lo deducimos de lo afirmado antes- no se trata simplemente de repetir mecánicamente ciertas palabras mientras la mente, distraída, vaga sin sentido; sino que se trata de que la repetición de las palabras cree en nosotros el ambiente propicio para que la mente, ahonde en el misterio revelado, lo asimile y lo haga fuente de transformación. La única manera de hacer que el rosario resulte más provechoso es tomarnos el trabajo de leer los textos bíblicos que corresponden a cada misterio para que sean ellos quienes nos guíen en la oración. Y, si se trata de la oración en familia con los niños y jóvenes, bien vale la pena que haya un pequeño compartir. Sólo así, a mi entender, el rosario va regalándonos toda su riqueza y se convierte en un medio privilegiado de crecimiento en la fe y en la unión de la familia. Algunos grupos religiosos creen en Cristo pero no honran a la Virgen María. ¿Por qué los cristianos católicos debemos honrar y venerar a la Virgen? Cómo no vamos a honrarla y a venerarla si el mismo Cristo, al morir, nos la entregó como nuestra madre? Una auténtica devoción a la Virgen nos debe llevar siempre a Cristo. Ella continúa entregándonos a Cristo, como lo hizo cuando lo engendró en su seno y lo dio a luz para nuestra salvación. Por otra parte, como lo narra el libro de los Hechos de los Apóstoles (Hch 1,14), la Virgen es la que prepara a la Iglesia –y, por lo tanto, a nosotros- para que recibamos al Espíritu Santo. En este mes de mayo en el que celebramos el tiempo pascual que culmina con Pentecostés, la devoción a María nos invita a abrir nuestros corazones a ese Espíritu del Padre y del Hijo que realiza en nosotros el paso de la muerte del pecado a la vida del amor propia de los hijos de Dios. ¿No vale la pena, entonces, honrarla y venerarla y hacerlo con la oración del Rosario?

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