Delante del limbo había un
lugar más claro y hermoso; en él vi entrar las almas libres del purgatorio
antes de ser conducidas al cielo.
La parte del limbo donde estaban los que esperaban la redención,
estaba rodeado de una esfera parda y nebulosa, y dividido en muchos círculos.
Nuestro Señor, rodeado por un resplandeciente halo de luz, era llevado por los
ángeles por en medio de dos círculos: en el de la izquierda estaban los
patriarcas anteriores a Abraham; en el de la derecha, las almas de los que
habían vivido desde Abraham hasta san Juan Bautista. Al pasar Jesús entre ellos
no lo reconocieron, pero todo se llenó de gozo y esperanzas y fue como si
aquellos lugares estrechos se expandieron con sentimientos de dicha. Jesús pasó
entre ellos como un soplo de aire, como una brillante luz, como el refrescante
rocío. Con la rapidez de un viento impetuoso llegó hasta el lugar cubierto de
niebla, donde estaban Adán y Eva; les habló y ellos lo adoraron con un gozo
indecible y acompañaron a Nuestro Señor al círculo de la izquierda, el de los
patriarcas anteriores a Abraham. Este lugar era una especie de purgatorio.
Entre ellos había malos espíritus que atormentaban e inquietaban el alma de
algunos.
El lugar estaba cerrado pero
los ángeles dijeron: «Abrid estas puertas.» Cuando Jesús triunfante entró, los
espíritus diabólicos se fueron de entre las almas llenas de sobresalto y temor.
Jesús, acompañado de los ángeles y de las almas libertadas, entró en el seno de
Abraham.
Este lugar me pareció
más elevado que las partes anteriores, y sólo puedo comparar lo que sentí con
el paso de una iglesia subterránea a una iglesia superior. Allí se hallaban
todos los santos israelitas; en aquel lugar no había malos espíritus. Una
alegría y una felicidad indecibles entraron entonces en estas almas, que
alabaron y adoraron al Redentor. Algunos de éstos fueron a quienes Jesús mandó
volver sobre la tierra y retomar sus cuerpos mortales para dar testimonio de
Él. Este momento coincidió con aquel en que tantos muertos se aparecieron en
Jerusalén. Después vi a Jesús con su séquito entrar en una esfera más profunda,
una especie de Purgatorio también, donde se hallaban paganos piadosos que
habían tenido un presentimiento de la verdad y la habían deseado. Vi también a
Jesús atravesar como libertador, muchos lugares donde había almas encerradas,
hasta que, finalmente, lo vi acercarse con expresión grave al centro del
abismo.
El infierno se me apareció bajo
la forma de un edificio inmenso, tenebroso, cerrado con enormes puertas negras
con muchas cerraduras; un aullido de horror se elevaba sin cesar desde detrás
de ellas. ¿Quién podría describir el tremendo estallido con que esas puertas se
abrieron ante Jesús? ¿Quién podría transmitir la infinita tristeza de los
rostros de los espíritus de aquel lugar?
La Jerusalén celestial se me
aparece siempre como una ciudad donde las moradas de los bienaventurados tienen
forma de palacios y de jardines llenos de flores y de frutos maravillosos. El
infierno lo veo en cambio como un lugar donde todo tiene por principio la ira
eterna, la discordia y la desesperación, prisiones y cavernas, desiertos y
lagos llenos de todo lo que puede provocar en las almas el extremo horror, la
eterna e ilimitada desolación de los condenados.
Todas las raíces de la corrupción y del terror producen en el
infierno el dolor y el suplicio que les corresponde en las más horribles formas
imaginables; cada condenado tiene siempre presente este pensamiento, que los
tormentos a que está entregado son consecuencia de su crimen, pues todo lo que
se ve y se siente en este lugar no es más que la esencia, la pavorosa forma
interior del pecado descubierto por Dios Todopoderoso.
Cuando los ángeles, con una
tremenda explosión, echaron las puertas abajo, se elevó del infierno un mar de
imprecaciones, de injurias, de aullidos y de lamentos.
Todos los allí condenados tuvieron que reconocer y adorar a Jesús,
y éste fue el mayor de sus suplicios. En el medio del infierno había un abismo
de tinieblas al que Lucifer, encadenado, fue arrojado, y negros vapores se
extendieron sobre él. Es de todos sabido que será liberado durante algún
tiempo, cincuenta o sesenta años antes del año 2000 de Cristo. Las fechas de
otros acontecimientos fueron fijadas, pero no las recuerdo, pero sí que algunos
demonios serán liberados antes que Lucifer, para tentar a los hombres y servir
de instrumento de la divina venganza.
Vi multitudes innumerables de
almas de redimidos elevarse desde el purgatorio y el limbo detrás del alma de
Jesús, hasta un lugar de delicias debajo de la Jerusalén celestial.
Vi a Nuestro Señor en varios sitios a la vez; santificando y
liberando toda la creación; en todas partes los malos espíritus huían delante
de Él y se precipitaban en el abismo. Vi también su alma en diferentes sitios
de la tierra, la vi aparecer en el interior del sepulcro de Adán debajo del
Gólgota, en las tumbas de los profetas y con David, a todos ellos revelaba los
más profundos misterios y les mostraba cómo en Él se habían cumplido todas las
profecías.
Esto es lo poco de que puedo
acordarme sobre el descendimiento de Jesús al limbo y a los infiernos y la
libertad de las almas de los justos. Pero además de este acontecimiento,
Nuestro Señor desplegó ante mí su eterna misericordia y los inmensos dones que
derrama sobre aquellos que creen en Él.
El descendimiento de Jesús
a los infiernos es la plantación de un árbol de gracia destinado a las almas
que padecen. La redención continua de estas almas, es el fruto producido por
este árbol en el jardín espiritual de la Iglesia en todo tiempo. La Iglesia
debe cuidar este árbol y recoger los frutos para entregárselo a la Iglesia que
no puede recogerlos por sí misma. Cuando el día del Juicio Final llegue el
dueño del árbol nos pedirá cuentas, y no sólo de ese árbol, sino de todos los
frutos producidos en todo el jardín.
https://mariamatermisericordiae.blogspot.com/p/despues-de-la-muerte.html
1 comentario:
me parece falso el testimonio. Dios creea el infierno como un acto de bondad para los que no quieren estar con el. Se le llama infierno a todo, pero Jesus solo fue al seno de abraham. Por los que estaban destinados a salvarse y a entrar con el en la gloria.Nada impide a Dios ir al infierno donde se encuientran los condenados, solo es su misericordia. tengan cuidado. Es como la valtorta se descubre su mentira al decir que el supuesto niño jesus miente cuando le regalan un corderito blanco, y asus supuestos primos les dan unos manchados, dice que miente por compasion. Y de la picarreta que no mintio que solo imagino. Ella no mintio, pero que bien a aprovechado el demonio sus escritos, para engañar, conoci una chica que pensaba que tenia que entrenar para ser Dios.
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