En 1830, la
Santísima Virgen María se apareció tres veces a santa Catalina Labouré,
una novicia de veinticuatro años de la Hijas de la Caridad en París
(Francia). Nuestra Señora le reveló el modelo de una medalla que ordenó
fuera acuñada, prometiendo gracias abundantes a los que la utilizaran:
“Haz acuñar una medalla según este modelo; las personas que la usen
bendecida, y recen esta oración con devoción, gozarán de manera especial
la protección de la Madre de Dios.” Al principio se conocía como la
Medalla de la Inmaculada Concepción, pero llegó a llamarse la Medalla
Milagrosa en cuanto la devoción se extendió a todo el mundo y se obraron
maravillosas curas espirituales y físicas. Varios papas la dotaron de
muchas indulgencias.
La Medalla Milagrosa está llena de simbolismos. En la parte frontal
de la medalla se encuentra la Santísima Virgen parada sobre la mitad del
globo. Esto simboliza su poder real sobre el mundo, sobre las naciones y
sobre todas las almas. Los rayos luminosos que irradian de sus manos
representan las gracias que Nuestra Señora obtiene para los que las
piden. Asimismo, aplasta la cabeza de la serpiente. Esta imagen
representa la enemistad entre Nuestra Señora y Satanás, entre el bien y
el mal.
Alrededor de la imagen de Nuestra Señora se halla la siguiente
invocación: “Oh, María, sin pecado concebida, ruega por nosotros que
recurrimos a ti.” Llama la atención que esta declaración explícita de la
Inmaculada Concepción precediera la solemne declaración de este dogma
hecha por el papa Pío IX en 1854. Fue el sello de aprobación del cielo, y
sería reafirmada en 1858 en Lourdes, cuando la Señora de las
Apariciones declaró a santa Bernardita: “Yo soy la Inmaculada
Concepción.”
En el lado dorsal de la medalla se trazan doce estrellas, que
representan los doce privilegios de Nuestra Señora. También simbolizan a
los doce apóstoles, y nos recuerdan que Nuestra santa Madre es la Reina
de los apóstoles. En el centro, el monograma de María (la letra ‘M’)
está coronado por una cruz, la cual tiene una barra en su base. La ‘M’
representa a María, nuestra Madre y Mediatriz, y la cruz representa el
amor infinito que nos tiene Cristo.
El siguiente ejemplo, que ocurrió en 1837, prueba el poder de este
sacramental y la bondad de la Santa Virgen María. Un fraile había estado
sufriendo por mucho tiempo de un pie malo, que ningún remedio podía
curar. Su enfermedad se agravaba cada día que pasaba. El cirujano juzgó
que era necesario amputar. Asustado por la posibilidad de esta
operación, el paciente recurrió a la oración, mas sintió poco alivio.
Una noche, cuando sufría más de lo normal, pensó recurrir a la medalla
milagrosa que tenía alrededor del cuello. Se la quitó y deslizó la
medalla entre las vendas que envolvían su pie, de tal manera que tocara
la parte enferma. También rezó la pequeña oración: “Oh, María, sin
pecado concebida, ruega por nosotros que recurrimos a ti.”
Inmediatamente sintió que el dolor pasaba y cayó en un sueño
profundo. Así quedó hasta las cinco de la mañana. Al despertar, se
maravilló de encontrarse libre del dolor. Tocó su pie, lo movió, lo
extendió: sin sufrir nada; la enfermedad había desaparecido totalmente.
Corrió con su superior y le contó la historia de su milagrosa cura. La
comunidad religiosa se unió a él en oraciones de acción de gracias.
Debajo del monograma se hallan el Sagrado Corazón de Jesús y el Inmaculado Corazón de María. Según la iconografía tradicional, el Sagrado Corazón de Jesús está rodeado de una corona con espinas; el Inmaculado Corazón de María está traspasado por una espada. Juntos, estos dos corazones nos hablan del amor inseparable de Madre e Hijo. También hacen un llamamiento a nuestra conciencia de imitar la caridad y el sacrificio de Jesús y María. La caridad, esto es, el amor a Dios y el prójimo, siempre está unido a la cruz. La Medalla Milagrosa es una señal de confianza en el cuidado y la protección maternal de Nuestra Señora. Aunque pequeña en tamaño, es potente espiritualmente. Hasta puede llamarse una oración en la forma de medalla: su propósito es inducirnos a invocar a Nuestra Señora. Nuestra Santa Madre diseñó ella misma esta milagrosa insignia de sus hijos fieles, y la Iglesia la bendice con la oración solemne y sanciona su uso devoto. Nuestra Señora prometió que los que la usaran recibirían por ello “gracias abundantes” y muchos favores maravillosos han alcanzado quienes le rezan con confianza.
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