Para este mes de octubre y todo el año aquí tienes una oración a san José, patrono de la Iglesia universal, recomendada por el Papa san León XIII para recitarla al final de un rosario |
A lo largo de
este mes de octubre, los católicos están invitados a recitar el rosario y
a rezar al arcángel Miguel utilizando la oración de exorcismo del papa
León XIII para proteger a la Iglesia del diablo. Pero, ¿sabías que a
León XIII propuso también que los fieles acompañaran su rosario de una
oración a san José?
En unión con la santa Virgen y san Miguel Arcángel, decía él, san José ayuda a los cristianos a devolver al diablo al infierno.
San José está encargado de velar por la seguridad del Redentor y de
Su Madre, la Virgen María, y de proteger en la actualidad el Cuerpo
místico de Cristo que es la Iglesia.
Los demonios lo saben y saben lo poderoso que es en su tarea. Él es
su “terror”, así que hacen todo lo posible por hacerlo olvidar en el
combate contra las tinieblas.
Sin embargo, el 15 de agosto de 1889, León XIII expresó públicamente
—una primicia en la Iglesia— la importancia de invocar a san José, a
quien acababa de proclamar patrono de la Iglesia universal, “con gran
piedad y confianza, junto con la Virgen-Madre de Dios”, en los momentos
de dificultad y sufrimiento.
“Sobre todo cuando parece en los hechos que toda ausencia de ley es
permitida a los poderes de la oscuridad”, precisa en su carta encíclica Quamquam pluries. E
l pueblo cristiano debe acostumbrarse a esta veneración, para que “se
introduzca en las prácticas diarias de piedad de los católicos”,
exhortó.
Así se prescribió que “todos los años”, durante el mes de octubre, se
rezara una oración a san José al mismo tiempo que el rezo del Rosario.
Esta es la oración recomendada para alejar al demonio y las tentaciones
de todo tipo:
“A ti, bienaventurado san José, acudimos en nuestra tribulación, y después de implorar el auxilio de tu santísima esposa, solicitamos también confiadamente tu patrocinio.
Con aquella caridad que te tuvo unido con la Inmaculada Virgen María, Madre de Dios, y por el paterno amor con que abrazaste al Niño Jesús, humildemente te suplicamos que vuelvas benigno los ojos a la herencia que con su Sangre adquirió Jesucristo, y con tu poder y auxilio socorras nuestras necesidades.
Protege, oh providentísimo Custodio de la divina Familia, la escogida descendencia de Jesucristo; aleja de nosotros, oh padre amantísimo, este flagelo de errores y vicios. Asístenos propicio desde el cielo, en esta lucha contra el poder de las tinieblas; y como en otro tiempo libraste de la muerte la vida amenazada del Niño Jesús, así ahora defiende a la santa Iglesia de Dios de las hostiles insidias y de toda adversidad.
Y a cada uno de nosotros protégenos con tu constante patrocinio, para que, a ejemplo tuyo, y sostenidos por tu auxilio, podamos vivir y morir santamente y alcanzar en los cielos la eterna bienaventuranza.
Amén”.
(Quamquam pluries)
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