sábado, 13 de agosto de 2011

FRANCISCO DE ASÍS MAESTRO DE DISCERNIMIENTO


 

Antes de entrar expresamente en el tema conviene que tratemos de dar respuesta a una pregunta que se impone siempre que nos acercamos a Francisco desde nuestros actuales intereses, sean del signo que sean: teológicos, sociales, culturales, ecológicos... Al hablar del discernimiento en Francisco de Asís, ¿no estaremos proyectando sobre él algo que no formaba parte de su experiencia ni de su universo mental? Es ciertamente un riesgo que se corre en numerosas de las "lecturas actualizantes" que, en no pocos casos de un modo bastante forzado, se hacen de sus escritos y su experiencia. Creo honestamente, sin embargo, que no es este el caso.
En Francisco, no hay, ciertamente, un saber sistemático sobre discernimiento, que será obra de los grandes clásicos de la espiritualidad: Teresa de Jesús, Juan de la Cruz e Ignacio de Loyola; por ello, "si por discernimiento se entiende la conciencia analítica del proceso de transformación interior o un saber sistematizado..., Francisco no tiene mucho que enseñarnos; pero, si por discernimiento se entiende la lucidez espiritual para orientarse según los designios de Dios, sus escritos nos ofrecen un material muy rico».
Por otra parte, será necesario no confundir ausencia de saber sistematizado con falta de conciencia refleja y de experiencia del discernimiento en san Francisco. Como demuestra un atento análisis de sus escritos el santo tiene una concepción teológica y pneumatológica ampliamente estructurada y desarrollada, índice no sólo de una experiencia especialmente intensa de la presencia y acción del Espíritu, sino también de una madura reflexión sobre esta experiencia.

1.- La experiencia del discernimiento

En Francisco sólo muy ocasionalmente hallamos el vocabulario específico del discernimiento espiritual, lo cual, sin embargo, puede ser irrelevante visto el escaso uso que de estos términos hace el Nuevo Testamento, e incluso algunos de los maestros del discernimiento en la tradición cristiano como es el caso de San Ignacio que, según creo, en los "Ejercicios" usa tan sólo una vez el término discernimiento. Pero sí hallamos en los escritos de Francisco, y es sumamente determinante y frecuente en él, ese otro vocabulario que expresa la acción del discernimiento, el discernimiento en ejercicio: Son frecuentes en sus escritos las referencias al Espíritu Santo y a su acción: la transformación del corazón creyente, la unión a Cristo (cf. 2CtaF 51), la purificación, la iluminación en orden al conocimiento de la voluntad de Dios,...
Y como más vale un ejemplo que mil palabras, veamos brevemente dos de los textos de Francisco mayormente centrados en el tema del discernimiento, ambos oraciones, lo que habla bien a las claras de su concepción y experiencia del discernimiento como gracia, y del protagonismo de la oración en la práctica del discernimiento. Estos dos textos son: la Oración ante el Cristo de San Damián y la Oración conclusiva de la Carta a toda la Orden, de las que hago tan sólo algunos subrayados:
a) La oración ante el Cristo de San Damián
"Sumo y glorioso Dios, ilumina las tinieblas de mi corazón, y dame fe recta, esperanza cierta y caridad perfecta, sentido y conocimiento, Señor, para que cumpla tu santo y veraz mandamiento".
Esta oración va considerada una verdadera y propia súplica de la gracia del discernimiento: Francisco pide al "Sumo y glorioso Dios" iluminación del corazón (el discernimiento en última instancia es cuestión de iluminación del Espíritu, y antes que conocimiento desde la racionalidad humana es intuición de fe que nace de la vinculación personal a Dios, del corazón), "sentido y conocimiento" (que son términos característicos de la tradición espiritual para hablar de la obra del espíritu en el corazón del creyente, que le permite reconocer la voluntad de Dios y su acción), y todo ello "para que cumpla tu santo y veraz mandamiento", horizonte de todo verdadero discernimiento.
La Oración ante el Cristo de San Damián va colocada en el marco de la conversión de Francisco, y, por más que su forma definitiva y actual pueda ser algo posterior en la vida del santo, refleja el momento primero de todo discernimiento: "Señor, ¿qué quieres que haga?: es la pregunta sobre la voluntad de Dios, como base de la propia opción de vida y de la orientación fundamental de la propia existencia.


b) La oración conclusiva de la Carta a toda la Orden (CtaO 52-54);
«Omnipotente, eterno, justo y misericordioso Dios, concédenos por mismo a nosotros, míseros, hacer lo que sabemos que quieres y quen siempre lo que te agrada, a fin de que, interiormente purificados, iluminados interiormente y encendidos por el fuego del Espíritu Santo, podamos seguir las huellas (cf. 1Pe 2,21) de tu amado Hijo, nuestro Señor Jesucristo, y llegar, por sola tu gracia, a ti, Altísimo, que en perfecita Trinidad y en simple Unidad vives y reinas y eres glorificado, Dios omnipotente, por todos los siglos de los siglos. Amén. "
Esta oración es un verdadero mini-tratado sobre el discernimiento espiritual franciscano.
El objetivo de la súplica de Francisco es también aquí la acción del Espiritu, que viene descrita con los términos característicos de las mociones del Espíritu en el Nuevo Testamento y en la tradición del discernimiento:
 la purificación interior, que libera al hombre del centramiento narcisista sobre sí mismo, y le lleva a poner el sentido de la propia vida e hacer la voluntad de Dios;
 la iluminación interior, que guía al hombre para el conocimiento concreto de la voluntad de Dios y su acción, y a su cumplimiento; y
 el fuego interior, expresión de toda una serie de acciones del Espíritu directamente relacionadas con la experiencia del amor?
 Y el horizonte de esta súplica de la acción del Espíritu, es doble: Seguir las huellas de Cristo, en el aquí y ahora; y, llegar al Altísimo por sola gracia, en el futuro de Dios. Y uno es el quehacer del hombre para ello: hacer la voluntad de Dios, y querer siempre lo que le agrada, términos que evocan directamente el vocabulario paulino del discernimiento.
Esta oración supone, pues, ya hecha la opción de vida, que configura marco de referencias del propio discernimiento: el seguimiento de "las huellas de Cristo"; y lo que pide ahora es la gracia del discernimiento de voluntad concreta de Dios en el seguimiento de "la pobreza y humildad de nuestro Señor Jesucristo", y la identificación afectiva y efectiva con ella: "querer siempre lo que te agrada".
No deja de ser especialmente significativo a este propósito que, tras el vocabulario con el que es descrita la triple acción del Espíritu, podemos descubrir las "tres vías" o grados de la experiencia espiritual en cuanto unión progresiva con Dios y paso progresivo del deseo religioso a la vida teologal, tal como, desde el Pseudo-Dionisio, las sistematizó la tradición".
Y, porque obras son amores, junto a la enseñanza de Francisco en sus escritos --en su mayoría textos ocasionales y en ningún caso la fuente única para conocer sus ideales, su espiritualidad y, sobre todo, su vida-- está el mimo, el gesto, el ejemplo de su vida. Hay en las fuentes biográficas sanfranciscanas toda una serie de hechos, gestos, que hacen verdad aquello que San Buenaventura -el teólogo de la historia de Francisco de Asís y su fraternidad-, teniendo como trasfondo la teología paulina del discernimiento, dice del santo al hablar de su petición a Clara y a Silvestre de que trataran de discernir en oración la voluntad de Dios sobre él: "Su mayor preocupación consistía en averiguar el camino y el modo de servir más perfectamente a Dios conforme a su beneplácito. Esta fue su suprema filosofía, éste su más vivo deseo mientras vivió" (LM 12,2).

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