Desde el inicio de su pontificado el Santo Padre Benedicto XVI expresó su deseo de viajar a los cinco continentes. Consciente de su edad mayor, pues al momento de su ascenso a la Silla de Pedro cumplía 78 años de edad, y de su estado físico, que no le permitiría desgastes ni esfuerzos extraordinarios, calculó la necesidad de su presencia fuera del Vaticano sin que ello le menguara las fuerzas o la salud. Por esto pensó en visitas significativas a cada uno de los cinco continentes. Este deseo ya se cumplió luego de siete años de pontificado gracias a la vitalidad y fortaleza que Dios le ha proporcionado.
Pero en la mente y en el corazón del Papa siempre ha estado México, por las constantes muestras de afecto que recibe de los mexicanos en las audiencias generales de los miércoles y en los rezos dominicales del Ángelus, por las invitaciones recibidas por parte del Jefe del Estado mexicano, el Presidente Felipe Calderón, y por la invitación expresa que recibió del Presidente de la Conferencia del Episcopado Mexicano y del Consejo Episcopal Latinoamericano, monseñor Carlos Aguiar Retes, también arzobispo de Tlalnepantla, quien a nombre de los obispos de México y del sub-continente latinoamericano le hizo saber a Su Santidad la necesidad de su presencia en un país de lengua española en América, pues su primer viaje había sido a Aparecida, Brasil, donde se habla portugués, con ocasión del Encuentro del CELAM, y luego a los Estados Unidos con motivo de su discurso en la sede de la Organización de las Naciones Unidas. A la invitación expresada, de inmediato el Papa respondió que la prioridad es México. Así se sucedieron las cosas que provocaron y promovieron su decisión de viajar a nuestra Patria.
El anuncio formal de su viaje a México y a Cuba el Papa quiso hacerlo él mismo, de viva voz, y así fue cómo, el 12 de diciembre de 2011, durante la celebración eucarística con motivo de la festividad de Nuestra Señora de Guadalupe, Patrona de América, en la basílica vaticana de san Pedro, expresó: “Tengo la intención de emprender un viaje apostólico antes de la santa Pascua a México y Cuba, para proclamar allí la Palabra de Cristo y para que se afiance la convicción de que éste es un tiempo precioso para evangelizar con una fe recia, una esperanza viva y una caridad ardiente”. Desde aquel momento han corrido los preparativos durante tres meses.
Este viaje de Benedicto XVI ha sido pensado por él como una visita a México, particularmente, desde Guanajuato, y a América Latina, desde la isla de Cuba. El viene a confirmar en la fe al conjunto de los bautizados, a quienes creemos en Cristo, a los católicos; pero viene también a traer un mensaje de esperanza y de paz, no sólo para aplacar nuestras conciencias y saludar, sino para provocar una mentalidad de cambio que nos lance a recuperar nuestro ancestral modo de vida sustentado en las virtudes. Escuchemos al Papa, dejemos que sacuda nuestras conciencias.
Roberto O´Farril.
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