lunes, 10 de diciembre de 2012

Historia del origen del árbol de Navidad

San Francisco de Asís vivía la Navidad maravillosamente. Cantaba, danzaba, contagiando su felicidad. Si el día 25 caía en viernes, lo celebraba en grande. En fecha tan entrañable no se podía ayunar. -Si las paredes pudieran comer carne, hermano León, se la ofrecería para que también ellas pudieran celebrar el nacimiento del Niño Dios– les decía con ternura.En una fría noche de invierno, se le ocurrió la genial idea de avivar el recuerdo de momento tan augusto. Y representó con figuras humanas, de carne y hueso, la escena de el Nacimiento. Lleno de emoción cantaba con sus frailes: -Si el rey fuera mi amigo, le pediría sembrar de trigo todas las calles durante la Navidad, para que hicieran también fiesta los hermanos pájaros... Porque Cristo ha nacido. Y así, entre cantos y danza, entre algazara e ilusión, el buen fraile ponía en escena junto a la Familia Sagrada a Adán y a Eva, al diablo, al ángel del Paraíso con su espada flamante y al árbol del fruto prohibido: ¿un manzano?
Es verdad que la Biblia no indica la especie. Lo cierto es que la tradición se ha continuado por los siglos. Y hoy adornan nuestras casas abetos y pinos. ¿Cuál es la legendaria historia de nuestro árbol de Navidad? ¿Por qué le colgamos tantas luces y dulces y adornos?
Los antiguos germanos creían que el mundo y todos los astros estaban sostenidos pendiendo de las ramas de un árbol gigantesco llamado el "divino Idrasil" o el "dios Odín". A este dios se le rendía culto cada año, durante el solsticio de invierno, cuando para ellos, se renovaba la vida. La celebración de ese día consistía en adornar un árbol de encino con antorchas que representaban a las estrellas, la luna y el sol. En torno a este árbol bailaban y cantaban adorando a su divinidad.Cuentan que San Bonifacio, evangelizador de Alemania, derribó el árbol que representaba al dios Odín y en el mismo lugar plantó un pino o abeto, símbolo del amor perenne de Dios. Lo adornó con manzanas y velas, dándole un simbolismo cristiano. Era curioso ver abetos "cargados" de manzanas. De esta manera tan pintoresca, los cristianos de la Edad Media pintaban de sentido cristiano sus celebraciones familiares.
Las manzanas representaban las tentaciones, el pecado original y los pecados de los hombres; las velas representaban a Cristo, la luz del mundo y la gracia que reciben los hombres que aceptan a Jesús como Salvador.
Desde el siglo XVII, junto a las manzanas cada familia cuelga una oblea. ¿Por qué? A la manzana, que ha sumergido al hombre en este valle de lágrimas, se contrapone la oblea, que representa el pan de vida. Y poco a poco, con el correr de los siglos y de la imaginación, se le han añadido dulces y golosinas, luces y colores, esferas y figuras.
El antiguo y legendario árbol del primer pecado reconquista un nuevo verdor. El árbol de Navidad vuelve a ser el árbol de la vida. Los mismos cantos recuerdan ecos lejanos: "Hoy nos vuelve a abrir la puerta del Paraíso. El querubín ya no la defiende. Al Dios Omnipotente alabanza, honor y gloria".
Esta costumbre alemana se difundió por toda Europa en la Edad Media. Por medio de la Conquista española y las migraciones, la tradición llegó a América. Poco a poco fue evolucionando: se cambiaron las manzanas por esferas y las velas, por focos que representan la alegría y la luz que Jesucristo trajo al mundo.
Las esferas, han cambiado su simbolismo del pecado y ahora se les atribuye ser el símbolo de las oraciones que hacemos durante el periodo de Adviento, teniendo sus colores también un significado simbólico:


  • azules, oraciones de arrepentimiento

  • plateadas, de agradecimiento

  • doradas, de alabanza

  • rojas, de petición


  • Se acostumbra poner una estrella en la punta del pino que representa la fe que debe guiar nuestras vidas.

    También se suelen poner adornos de diversas figuras en el árbol de Navidad. Éstos representan las buenas acciones y sacrificios: los "regalos" que le daremos a Jesús en la Navidad.
    Esa es la historia del árbol y de la Navidad. Muchos deberíamos ver en el árbol de Navidad más que una simple tradición de otros tiempos o una mera decoración ambiental. ¿Por qué no dejarnos iluminar por el significado más profundo de las esferas, de las frutas o de las obleas? ¡Navidad! 
    Hay que cantar, danzar y celebrarlo en grande, porque al lado del árbol vuelve a nacer un bebé-Dios.
    Para aprovechar la tradición: 
    Se sugiere adornar el árbol de Navidad a lo largo de todo el Adviento, explicando a los niños su profundo simbolismo cristiano. Los niños elaborarán sus propias esferas (24 a 28, dependiendo de los días que tenga el Adviento) con una oración o un propósito en cada una. Conforme pasen los días, las irán colgando en el árbol de Navidad, hasta el día del Nacimiento de Jesús.




  • P. Marcelino de Andrés
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