Dice Jesús:
“Bien,
miremos juntos dos milagros del Evangelio. Pero, dado que Yo soy Dios y hablo
con inteligencia divina, no te expondré los milagros como se exponen
generalmente, sino que te haré notar el milagro en el milagro..."
Comenzamos
por la multiplicación de los panes y de los peces.
Mis
sacerdotes predican continuamente el poder de Dios que sacia a las multitudes
multiplicando la poca comida. Hermoso y dulce milagro. Pero para un Dios que ha
multiplicado los soles en el firmamento ¿qué significa la multiplicación de
algunas migajas de pan? Yo, Cristo, el Verbo del Padre, os enseño otro milagro
en el milagro. Un milagro que también vosotros podéis realizar cuando sepáis
alcanzar el poder que se requiere.
¿Cómo
obtengo Yo ese milagro? ¿Solo con tocar los panes y partirlos con mis manos de
Dios? No. Dice el Evangelio: “...y dio gracias”. He aquí el milagro del
milagro. Yo Hijo del Padre, Yo Omnipotente como el Padre, Yo Creador con el
Padre, doy gracias. Ruego al Padre, me humillo con un acto de sumisión y
de confianza. Yo no me creo dispensado del deber de pedir al Padre Eterno, el
cual tiene el deber de socorrer a sus hijos, pero tiene también el derecho de
ser reconocido como supremo Señor del Cielo y de la Tierra.
Yo: Dios
como Él, me acuerdo de este derecho y cumplo este deber y os lo enseño. Y con el
deber de respeto, el de confianza. El milagro de la multiplicación del pan se
realiza después de que Yo haya dado gracias al Padre. ¿Y vosotros?
El otro
milagro. La barca de Pedro, azotada por vientos contrarios, se inundaba de agua
y se ladeaba. Y mis discípulos, con mucho miedo por su vida, se afanaban en
enderezar el timón, en atar las velas, en tirar por la borda el agua, el lastre,
preparados para arrojar las cestas de los peces y las redes, con tal de aligerar
la barca y llegar a la orilla.
Las
borrascas en el lago eran frecuentes e imprevistas, y no era para bromear.
Muchas veces Yo les había ayudado. Pero aquel día Yo no estaba. No estaba
materialmente, con ellos. Pero mi amor estaba con ellos porque Yo estoy
siempre con quien me ama. Y los discípulos tenían miedo. Pero –he aquí el
milagro– sin ser llamado, no presente, vine para poner paz en las aguas y paz en
las almas.
Mi
bondad es un milagro continuo, hija, un milagro sobre el que pensáis
demasiado poco. Cuando se os presenta este punto evangélico, se os hace
notar la potencia de la fe. Pero mi bondad, que se anticipa incluso a vuestras
necesidades de discípulos y que sale a vuestro encuentro caminando sobre las
aguas de la tempestad, ¿por qué no os la hacen ver?
Mi Bondad
es mayor que el Universo, que la Necesidad y que el Dolor; es más vigilante que
toda inteligencia humana. Mi Bondad tiene raíces en el amor paterno de Dios.
¿Por qué no venís a ella, no la creéis ciegamente, no tomáis de su infinitud?
Yo estoy
con vosotros hasta el final de los siglos. Soy el Espíritu de Dios hecho
carne. Conozco las necesidades de la carne, conozco las necesidades del espíritu
y tengo la potencia de Dios para ayudar a vuestras necesidades, como tengo el
amor que me induce a ayudarlas. Porque soy Uno con el Padre y con el Espíritu,
con el Padre de quien procedo y con el Espíritu por quien tomé carne, del Padre
tengo el Poder y del Espíritu la Caridad”.
(Dictado a
María Valtorta)
25 de julio de 1943
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