jueves, 4 de diciembre de 2014

Jesus...


Para que Tú nacieras, se creó el escenario del universo,
se rompió el silencio de la eternidad,
apareció la luz, el canto y la armonía.

Para que Tú nacieras, fue necesario escribir el génesis,
y comprometer a Dios con una promesa.
Para que Tú nacieras, se escogió un pueblo
y Dios se enamoró de él como un esposo
y resonó la voz de los profetas
invitando al banquete de la vida y de la esperanza.

Para que Tú nacieras, se escogió una humilde Doncella de
tu pueblo y su respuesta te llamó a la vida.

Para que Tú nacieras, se pacificó la tierra,
se decretó un censo en Israel,
y un carpintero improvisó un establo,
porque no había lugar para Tí en la posada.

Para que Tú nacieras, Dios creó la vida.
Por eso, para que Tú sigas naciendo,
tengo que revestirme de verdad,
que mi vida sea creíble y mi palabra persuada,
será necesario que salga de mí mismo
y convertirme en un artesano de todo lo humano,
que tenga un taller en el corazón
y una herramienta en cada mano
para construir la casa de la fraternidad,
habituarme a la austeridad y así capacitarme para compartir.

Para que Tú sigas naciendo,
necesito detener la rapidez de mi vida,
ser obrero de espacios donde pueda encontrarme
con las personas por encima de las cosas.

Para que Tú sigas naciendo,
debo ser mensajero de todo lo que vive,
capaz de celebrar lo cotidiano
y trabajar por suprimir los signos de muerte
que ensombrecen al mundo y a la humanidad.

Autor: Pbro. Héctor J. Valenzuela

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