sábado, 26 de septiembre de 2009

El San Francisco de Asis el hermano universal.

Francisco de Asís, es un hombre santo que no sólo debe ser celebrado por la iglesia cristiana católica, sino toda la humanidad, debe tener en cuenta su gran ejemplo y testimonio de vida, que es un legado de fraternidad universal, abierto en el amor hacia todas las criaturas..

A nadie se le oculta la honda admiración que ha suscitado en todas las épocas la figura de San Francisco de Asís, desde artistas, Papas, hombres de letras, científicos, filósofos, cristianos y no cristianos, quienes reconocen en esa gran humildad su calidad humana, por sus generosos y heroicos impulsos, por su sed de almas, por su total adhesión al magisterio de la Iglesia y su gran amor a Cristo Crucificado. En un mundo envuelto en tensiones y angustias como el que enfrentamos en la actualidad, meditar sobre la vida de San Francisco de Asís, nos lleva a trabajar para que en el hombre de hoy exista un encuentro con la fe y con el amor, así engendrar la paz y el bien para los que nos rodean.
San Francisco de Asís, descubrió el Evangelio como voz del Señor, que él tomó como luz de su mente, llama de su corazón y luz de su vida. Ese descubrimiento del Evangelio, fue la gran intuición que él vivió plenamente hasta sus últimas consecuencias y transmitió a sus hermanos como un mensaje de Encuentro y de Paz. Entre algunos de sus datos biográficos, vale la pena recordar que San Francisco, nació en Asís (Italia) en 1182. Su madre se llamaba Pica y fue sumamente estimada por él durante toda su vida. Su padre era Pedro Bernardone, un hombre muy admirador y amigo de Francia, por la cual le puso el nombre de Francisco, que significa: "el pequeño francesito".Cuando joven a Francisco lo que le agradaba era asistir a fiestas, paseos y reuniones con mucha música. Su padre tenía uno de los mejores almacenes de ropa en la ciudad, y al muchacho le sobraba el dinero. Los negocios y el estudio no le llamaban la atención. Pero tenía la cualidad de no negar un favor o una ayuda a un pobre siempre que pudiera hacerlo.Tenía veinte años cuando hubo una guerra entre Asís y la ciudad de Perugia. Francisco salió a combatir por su ciudad, y cayó prisionero de los enemigos. La prisión duró un año, tiempo que él aprovechó para meditar y pensar seriamente en la vida.
Al salir de la prisión se incorporó otra vez en el ejército de su ciudad, y se fue a combatir a los enemigos. Se compró una armadura sumamente elegante y el mejor caballo que encontró. Pero por el camino se le presentó un pobre militar que no tenía con qué comprar armadura ni caballería, y Francisco, conmovido, le regaló todo su lujoso equipo militar. Esa noche en sueños sintió que le presentaban en cambio de lo que él había obsequiado, unas armaduras mejores para enfrentarse a los enemigos del espíritu. Francisco no llegó al campo de batalla porque al final de la primer jornada, mientras dormìa, oyó que una voz del cielo le decía: "¿A quien te conviene más servir... al patrón o la criado?". Y al decirle eso, le hizo sentir en su corazón tanta ternura, amor, gozo, placer, como nada en este mundo. Y pues como Pablo había experimentado, todo se le hizo basura despreciable, con tal de ganar a Cristo.Entonces se volvió a su ciudad, pero ya no a divertirse y parrandear
sino a meditar en serio acerca de su futuro. La gente al verlo tan silencioso y meditabundo comentaba que Francisco
probablemente estaba enamorado. Él comentaba: "Sí, estoy
enamorado y es de la novia más fiel y más pura y santificadora que existe".
Los demás no sabían de quién se trataba, pero él sí sabía muy bien que se estaba
enamorando de la pobreza, o sea de una manera de vivir que fuera lo más parecida posible al modo totalmente pobre como vivió Jesús.
En la oración siente que Dios le dice... "Francisco, a través de lo amargo
encontrarás lo dulce..." y pensando en estas palabras se topa con un leproso...
Su instinto le impulsaba a huir de ese lugar, ya que le daba mucho asco la cercanía de un enfermo de ese terrible mal.
Pero, recordando las enigmáticas palabras, y queriendo encotrar algo grande en lo dulce, se encaró a algo muy grande en lo amargo...
Fue al encuentro del leproso, y no solo le dio una moneda en la mano, sino que le dio un abrazo y un beso...
y en su propias palabras: "lo que le parecia amargo se le convirtió en dulzura del alma y del cuerpo".
Un día, rezando ante un crucifijo en la iglesia de San Damián, le pareció oír que Cristo le decía tres veces: "Francisco, tienes q
ue reparar mi casa, porque está en ruinas". Él creyó que Jesús le mandaba
arreglar las paredes de la iglesia de San Damián, que estaban muy deterioradas, y se fue a su casa y vendió su caballo y una buena cantidad d
e telas del almacén de su padre y le trajo dinero al Padre Capellán de San Damián,
pidiéndole que lo dejara quedarse allí ayudándole a reparar esa construcción que estaba en ruinas.
El sacerdote le dijo que le aceptaba el quedarse allí, pero que el dinero no se lo aceptaba (le tenía temor a la dura reacción que iba a tener su padre,
Pedro Bernardone) Francisco dejó el dinero en una ventana, y al saber que su padre enfurecido venía a castigarlo, se escondió prudentemente
.
Pedro Bernardone demandó a su hijo Francisco ante el obispo declarando que lo desheredaba y que tenía que devolverle el dinero conseguido con las telas que había vendido. El prelado devolvió el dinero al airado papá, y Francisco, despojándose de su camisa, de su saco y de su manto, los entregó a su padre diciéndole: "Hasta ahora he sido el hijo de Pedro Bernardone. De hoy en adelante podré decir: Padrenuestro que estás en los cielos". El Sr. Obispo le regaló el vestido de uno de sus trabajadores del campo: una sencilla túnica, de tela ordinaria, amarrada en la cintura con un cordón. Francisco trazó una cruz con tiza, sobre su nueva túnica, y con ésta vestirá y pasará el resto de su vida. Ese será el hábito de sus religiosos después: el vestido de un campesino pobre, de un sencillo obrero.
Se fue por los campos orando y cantando. Unos bandoleros lo escucharon cantar en francés con tanto entusiasmo que lo interceptaron y le dijeron: "¿Usted quién es? - Él respondió: - Yo soy el heraldo o mensajero del gran Rey". Los otros no entendieron qué les quería decir con esto y en cambio de su respuesta le dieron una paliza. Él siguió lo mismo de contento, cantando y rezando a Dios. Francisco recorría campos y pueblos invitando a la gente a amar más a Jesucristo, y repetía siempre: "El Amor no es amado". La gente le escuchaban con especial cariño y se admiraban de lo mucho que sus palabras influían en los corazones para entusiasmarlos por Cristo y su religión. Su saludo era "Paz y bien".
Al principio la gente pensaba que se habia vuelto loco... pues no entendían como alguien podía abandonar la vida de riqueza placer por dedicarse a vivir tan pobre y sencillamente. Pero luego, al verlo tan feliz, tan pleno... algunos de sus compañeros se dijeron... Si Francisco está loco... me meto en su manicomio... y fueron tras él. Cuando tuvo 12 compañeros fue a Roma a pedir permiso al Papa para fundar una nueva familia religiosa. Precisamente este año se cumplen 800 años del inicio de la fabulosa aventura franciscana.
Francisco dudó acerca de si dedicarse por completo a la oración, como anacoreta, o si tambien servir a los demás... Consultó a su gran amiga Santa Clara y a un fraile muy espiritual, Fray Silvestre y ambos le dijeron de parte de Dios que no viviera sólo para él, sino para predicar el Evangelio y la penitencia a los demás... cosa que hizo con mucho amor durante toda su vida... Incluso, en plena época de las cruzadas, fue a predicarles a los musulmanes. Lo normal es que lo hubieran martirizado, pero, hasta ellos captaron en Francisco algo especial, y le permitieron moverse libremente por Tierra Santa, cosa que aprovecharon los frailes para recuperar el Santo Sepulcro y construir ahi una iglesia... lo que no pudo la orgullosa espada cruzada, lo pudo la humilde sandalia franciscana.
En la cima del monte Alvernia, Francisco contempla a Cristo en la figura de un serafin alado... y le deja impresa en su cuerpo las heridas de la Pasión del Señor... llagas en las manos, pies y en el costado...
El amor al Crucificado le floreció en llagas.
San Francisco, que era un verdadero poeta y le encantaba recorrer los campos cantando
bellas canciones, compuso un himno a las criaturas, en el cual alaba a
Dios por el sol, y la luna, la tierra y las estrellas, el fuego y el viento, el agua y la vegetación. "Alabado sea mi
Señor por el hermano sol y la madre tierra, y por los que saben perdonar", etc. Le
agradaba mucho cantarlo y hacerlo aprender a los demás y
poco
antes
de morir hizo que sus amigos lo cantaran en su presencia.Cuando sólo tenía 44 años sintió que le llegaba la hora de partir a la eternidad. Y lo hace con alegría, sin nada de miedo. Cuando le avisaron de la cercanía de su muerte, él dijo: "Bienvenida hermana muerte, que me vas a llevar a la casa de mi Padre Dios." Y mientras cantaba un salmo, entregó en paz su alma al Señor.
Dejaba fundada la comunidad de Franciscanos, la de hermanas Clarisas, y la de los Franciscanos seglares. Con esto contribuyó enormemente a enfervorizar la Iglesia Católica y a extender la religión de Cristo por todos los países del mundo. Cuando apenas habían transcurrido dos años después de su muerte, el Sumo Pontífice lo declaró santo, el 16 de julio de 1228

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