El pergamino de 14 por 10 centímetros que Francisco le regaló a fray León, está escrito por las dos caras. En el reverso de las Alabanzas de Dios se encuentra la siguiente bendición: «El Señor te bendiga y te guarde; te muestre su faz y tenga misericordia de ti. Vuelva su rostro a ti y te dé la paz. El Señor te bendiga, fray León».
Debajo de esta bendición de Francisco, fray León añadió en tinta roja las siguientes palabras: «El bienaventurado Francisco escribió de su propia mano esta bendición a mí, fray León». Y más abajo añade: «De manera semejante hizo de su propia mano este signo Tau, y la cabeza».
El texto de la Bendición a fray León (BenL) escrita por Francisco reproduce casi al pie de la letra la bendición de Aarón, del libro de los Números (Núm 6,24-26). Lo que Francisco añadió al texto bíblico-litúrgico fueron unas pocas palabras, pero muy importantes, por ser suyas propias: «¡El Señor te bendiga, fray León!» Francisco expresa con toda sencillez su deseo de bendición al atormentado compañero.
El signo «taw» - «tau» en la Biblia
En medio del nombre de fray León, entre la «e» y la «o» se encuentra el trazo vertical de la letra tau, cuyas líneas transversales son más cortas y finas.
El signo tau, poco conocido en la actualidad, es de origen bíblico. En Ezequiel 9,3-4 Yahvéh le dice «al hombre vestido de lino que tenía la cartera de escriba en la cintura» que marque con una taw la frente de los hombres que gimen y lloran por todas las prácticas abominables que se cometen en Jerusalén. En hebreo antiguo la taw tenía forma de cruz, a la manera de nuestra «T» mayúscula. Era la última letra del alfabeto hebreo, y quienes no sabían escribir la usaban como firma (cf. Job 31,35). También era una señal protectora, como la «señal de Caín» (cf. Gén 4,15) y la sangre con que los israelitas untaron las jambas de sus puertas la noche de la liberación de Egipto (Ex 12,7).
El sentido vétero-testamentario de la letra hebrea taw pasó en el Nuevo Testamento a la letra griega tau. San Juan tiene una visión en la que escucha el mandato dado a los cuatro ángeles: «No causéis daño ni a la tierra ni al mar ni a los árboles, hasta que marquemos con el sello la frente de los siervos de nuestro Dios». Los marcados con el sello fueron 144.000, de todas las tribus de Israel (Ap 7,2-8). Sólo podían dañar «a los hombres que no llevaran en la frente el sello de Dios» (Ap 9,4). Aquí no se cita expresamente la tau ni la cruz, pero se las da por supuestas. En todo caso, siempre se entendió este pasaje relacionado con el de Ez 9. Los Padres de la Iglesia vieron en el signo tau con que fueron marcados los salvados una imagen de la cruz, signo de salvación. En esta línea de la tradición, san Buenaventura interpreta a la luz de Ez 9,4 y de Ap 7,2 la predilección de Francisco por la tau. Echando una mirada retrospectiva a la vida de Francisco, considera que su misión fue la de «llamar a los hombres al llanto y luto, a raparse y ceñirse de saco y a grabar en la frente de los que gimen y se duelen el signo tau, como expresión de la cruz de la penitencia y del hábito conformado a la misma cruz» (LM Pról 2b; cf. LM 4,9; Milagros 10,6-7).
La tradición de la «tau» en tiempo de san Francisco
En esta devoción Francisco estuvo más influido por la tradición contemporánea que por la Sagrada Escritura. El simbolismo de la tau estaba de moda en su tiempo. Durante la inauguración del Concilio IV de Letrán (1215), el papa Inocencio III predicó sobre Ezequiel 9 y llamó a todos los cristianos a hacer penitencia bajo el signo de la tau, signo de conversión y señal de la cruz.
Los antonianos, que se dedicaban sobre todo a la atención de los contagiados por la peste, llevaban en el hábito la cruz antoniana, en forma de tau.
Como posibles fuentes pictóricas de la veneración de la tau hay que tener en cuenta sobre todo las ilustraciones de libros, especialmente las pinturas del canon. Se llama «pintura del canon» la página del misal en la que estaba pintado y adornado con una cruz el principio del canon latino: «Te igitur, clementissime Pater...» La «T» del «Te igitur» se convirtió con frecuencia en una cruz grande y polícroma, cuyo madero vertical se unía con el travesaño al igual que la «T» mayúscula, o subía hasta más arriba formando una cruz latina. Este segundo caso podemos verlo en el misal de San Nicolás, que Francisco, Bernardo y Pedro Cattani consultaron por tres veces, deseosos de conocer lo que Dios quería de ellos (cf. TC 28-29).
La «tau» trazada por Francisco
La taw hebrea, o la tau griega, estaban por tanto de moda. Para Francisco era, igual que la cruz, el signo de la salvación y de la redención. Y así como la salvación se llevó a cabo mediante la cruz, con sufrimientos y dolores, así también el discípulo de Jesús está llamado a seguir el camino de la cruz. De acuerdo con la llamada del Papa al inicio del Concilio, la tau fue para Francisco un signo especial de renovación y penitencia, que empleó en distintas circunstancias. «La señal de la tau le era preferida sobre toda otra señal; con ella sellaba las cartas y marcaba las paredes de las pequeñas celdas» (3 Cel 3).
Quien visite Fonte Colombo, el «Sinaí franciscano», podrá observar en la capilla de la Magdalena, a la izquierda del altar, una tau pintada en rojo en el intradós de la ventana. Con buenas razones, la tradición atribuye esta pintura a san Francisco. La terminación gruesa de los extremos del travesaño es una muestra de cómo se escribía a principios del siglo XIII. La tau tiene en ese lugar un significado muy apropiado, pues está indicando que Magdalena es la penitente.
Las taus iniciales de las «pinturas del canon» nos hablan claramente de la vinculación de la obra de la redención con la eucaristía. De esta vinculación, así como de la reforma eucarística deseada por Francisco, nos habla también la tau colocada por él como firma de la primera Carta a los Clérigos, que puede verse en el Misal de Subíaco. Por ello las ediciones de los escritos de Francisco deberían reproducir la tau al final de la 1CtaCle, como hacen al reproducir la BenL.
Esa manera de actuar de Francisco en las dos ocasiones citadas no es nada extraordinario; ya había actuado así antes. La tau es un signo preferido desde antes de dedicarle el pergamino a fray León. Precisamente por ello puede fray León entender la tau en el sentido en que la entiende Francisco y tener en gran estima, como un autógrafo, el pergamino que contiene la bendición. Lleva la letra manuscrita e inconfundible de Francisco.
La cabeza debajo de la «tau»
El dibujo que aparece en ese pergamino debajo de la tau no tiene un significado tan unívoco como ésta. El madero vertical de la tau parece salir de la boca abierta de una cabeza humana; es decir, la cruz brota como de la boca, lo cual podría ser una alusión a la proclamación de la conversión y de la cruz. Los contornos imprecisos del dibujo han dado pie a muchas interpretaciones, no siempre acertadas. Vale la pena tomar en serio dos de ellas, que son las que prevalecen hoy en día: una considera que el dibujo es la calavera de Adán; la otra afirma que es la cabeza de fray León.
La Legenda aurea, compilada por el dominico Jacobo de Vorágine († 1298), transmite, entre otras, la siguiente leyenda, conocida desde la alta Edad Media y llena de profundo significado: la cruz de Cristo fue hecha con madera del mismo árbol en el que pecó Adán, y fue levantada en el mismo lugar en que se hallaba el sepulcro de Adán. Mediante la sangre que brotó de la cruz fue redimido Adán y, con él, todo el género humano. Esta interpretación de la relación entre la redención y el pecado original, teológicamente irreprochable, podemos encontrarla también en el arte. Desde el siglo VI el arte representa el tema de «Adán bajo el Gólgota». En la catedral de Espoleto puede verse un crucifijo pintado en 1180 que reproduce la siguiente escena: en el lado derecho e izquierdo del Crucificado están de pie María y Juan; bajo los pies de Cristo está pintada la calavera de Adán; la sangre que brota de las llagas de los pies de Jesús se derrama sobre la cabeza de Adán.
Si Francisco no había oído hablar de esta leyenda de la cruz, es bien probable que la conociera -hombre de aguda vista como fue- gracias a las obras de arte. Por eso lo más probable es que lo que dibuje debajo de la tau sea la calavera de Adán. Quería así, con su dibujo más bien insinuado que claro, manifestar que toda la descendencia de Adán había sido redimida por Jesucristo, el segundo Adán. «También tú, hermano León -le dice-, eres uno de los redimidos».
El dibujo puede entenderse, así mismo, como una reproducción de la cabeza de fray León. Y esto sería exactamente igual de significativo, pues es a él personalmente a quien Francisco bendice. Refiriéndose a Ez 9 y Ap 7, Francisco entiende la tau como el sello de los elegidos. Quien vive en esta vida bajo el signo de la conversión (tau), está marcado, ya desde ahora, en calidad de siervo de Dios, con el sello de los salvados (tau). Francisco quería consolar al atribulado León, asegurándole: «El sello de la cruz está marcado sobre tu frente, pues formas parte de los auténticos convertidos y, por tanto, de los que serán salvados».
Estas dos interpretaciones pueden armonizarse entre ellas. No se excluyen, sino que se complementan. Puesto que la humanidad ha sido redimida por Cristo, también León ha sido redimido. Es un pecador, como Adán, pero lo limpia la sangre del Redentor. Es uno de los «varones penitentes de la ciudad de Asís» (TC 37c) y, como Francisco, vive bajo el signo de la tau, de la conversión y de la redención, de la solidaridad y la oración en común. Bendiciendo personalmente a fray León y trazando sobre él el signo de la cruz, le expresa y le entrega la fuerza salvadora que brota de ese signo de salvación.
Tal como fray León interpretó el dibujo de debajo de la bendición, las palabras y los hechos de Francisco fueron para él un signo de consuelo. Y lo son también para nosotros. Aunque no llevemos grabadas visiblemente las llagas del Crucificado, como Francisco, sí las llevamos internamente. A todo aquel que se deja herir en nombre de Cristo y carga con su cruz, Francisco le dice lo mismo que le dijo a fray León: «También tú estás marcado con la cruz de Cristo y, por tanto, bendecido. Eres propiedad de Dios y estás bajo su protección».
Así, todos los que procuran seguir a Cristo en las dificultades de la vida, pueden percibir cómo la bendición de san Francisco va también dirigida a ellos y cómo los marca con la tau. Y cada uno y cada una puede considerar: «Esta tau es la cruz, el signo de Jesucristo, el Cordero sacrificado. Mediante su cruz he sido salvado también yo. Puedo contarme entre los que han sido marcados con ella...» (H. Holtz).
[De L. Lehmann, O.F.M.Cap., Del tú de Dios al tú del hermano. La Bendición a fray León (BenL),en Selecciones de Franciscanismo, vol. XXIII, n.º 68 (1994) 191-200
Debajo de esta bendición de Francisco, fray León añadió en tinta roja las siguientes palabras: «El bienaventurado Francisco escribió de su propia mano esta bendición a mí, fray León». Y más abajo añade: «De manera semejante hizo de su propia mano este signo Tau, y la cabeza».
El texto de la Bendición a fray León (BenL) escrita por Francisco reproduce casi al pie de la letra la bendición de Aarón, del libro de los Números (Núm 6,24-26). Lo que Francisco añadió al texto bíblico-litúrgico fueron unas pocas palabras, pero muy importantes, por ser suyas propias: «¡El Señor te bendiga, fray León!» Francisco expresa con toda sencillez su deseo de bendición al atormentado compañero.
El signo «taw» - «tau» en la Biblia
En medio del nombre de fray León, entre la «e» y la «o» se encuentra el trazo vertical de la letra tau, cuyas líneas transversales son más cortas y finas.
El signo tau, poco conocido en la actualidad, es de origen bíblico. En Ezequiel 9,3-4 Yahvéh le dice «al hombre vestido de lino que tenía la cartera de escriba en la cintura» que marque con una taw la frente de los hombres que gimen y lloran por todas las prácticas abominables que se cometen en Jerusalén. En hebreo antiguo la taw tenía forma de cruz, a la manera de nuestra «T» mayúscula. Era la última letra del alfabeto hebreo, y quienes no sabían escribir la usaban como firma (cf. Job 31,35). También era una señal protectora, como la «señal de Caín» (cf. Gén 4,15) y la sangre con que los israelitas untaron las jambas de sus puertas la noche de la liberación de Egipto (Ex 12,7).
El sentido vétero-testamentario de la letra hebrea taw pasó en el Nuevo Testamento a la letra griega tau. San Juan tiene una visión en la que escucha el mandato dado a los cuatro ángeles: «No causéis daño ni a la tierra ni al mar ni a los árboles, hasta que marquemos con el sello la frente de los siervos de nuestro Dios». Los marcados con el sello fueron 144.000, de todas las tribus de Israel (Ap 7,2-8). Sólo podían dañar «a los hombres que no llevaran en la frente el sello de Dios» (Ap 9,4). Aquí no se cita expresamente la tau ni la cruz, pero se las da por supuestas. En todo caso, siempre se entendió este pasaje relacionado con el de Ez 9. Los Padres de la Iglesia vieron en el signo tau con que fueron marcados los salvados una imagen de la cruz, signo de salvación. En esta línea de la tradición, san Buenaventura interpreta a la luz de Ez 9,4 y de Ap 7,2 la predilección de Francisco por la tau. Echando una mirada retrospectiva a la vida de Francisco, considera que su misión fue la de «llamar a los hombres al llanto y luto, a raparse y ceñirse de saco y a grabar en la frente de los que gimen y se duelen el signo tau, como expresión de la cruz de la penitencia y del hábito conformado a la misma cruz» (LM Pról 2b; cf. LM 4,9; Milagros 10,6-7).
La tradición de la «tau» en tiempo de san Francisco
En esta devoción Francisco estuvo más influido por la tradición contemporánea que por la Sagrada Escritura. El simbolismo de la tau estaba de moda en su tiempo. Durante la inauguración del Concilio IV de Letrán (1215), el papa Inocencio III predicó sobre Ezequiel 9 y llamó a todos los cristianos a hacer penitencia bajo el signo de la tau, signo de conversión y señal de la cruz.
Los antonianos, que se dedicaban sobre todo a la atención de los contagiados por la peste, llevaban en el hábito la cruz antoniana, en forma de tau.
Como posibles fuentes pictóricas de la veneración de la tau hay que tener en cuenta sobre todo las ilustraciones de libros, especialmente las pinturas del canon. Se llama «pintura del canon» la página del misal en la que estaba pintado y adornado con una cruz el principio del canon latino: «Te igitur, clementissime Pater...» La «T» del «Te igitur» se convirtió con frecuencia en una cruz grande y polícroma, cuyo madero vertical se unía con el travesaño al igual que la «T» mayúscula, o subía hasta más arriba formando una cruz latina. Este segundo caso podemos verlo en el misal de San Nicolás, que Francisco, Bernardo y Pedro Cattani consultaron por tres veces, deseosos de conocer lo que Dios quería de ellos (cf. TC 28-29).
La «tau» trazada por Francisco
La taw hebrea, o la tau griega, estaban por tanto de moda. Para Francisco era, igual que la cruz, el signo de la salvación y de la redención. Y así como la salvación se llevó a cabo mediante la cruz, con sufrimientos y dolores, así también el discípulo de Jesús está llamado a seguir el camino de la cruz. De acuerdo con la llamada del Papa al inicio del Concilio, la tau fue para Francisco un signo especial de renovación y penitencia, que empleó en distintas circunstancias. «La señal de la tau le era preferida sobre toda otra señal; con ella sellaba las cartas y marcaba las paredes de las pequeñas celdas» (3 Cel 3).
Quien visite Fonte Colombo, el «Sinaí franciscano», podrá observar en la capilla de la Magdalena, a la izquierda del altar, una tau pintada en rojo en el intradós de la ventana. Con buenas razones, la tradición atribuye esta pintura a san Francisco. La terminación gruesa de los extremos del travesaño es una muestra de cómo se escribía a principios del siglo XIII. La tau tiene en ese lugar un significado muy apropiado, pues está indicando que Magdalena es la penitente.
Las taus iniciales de las «pinturas del canon» nos hablan claramente de la vinculación de la obra de la redención con la eucaristía. De esta vinculación, así como de la reforma eucarística deseada por Francisco, nos habla también la tau colocada por él como firma de la primera Carta a los Clérigos, que puede verse en el Misal de Subíaco. Por ello las ediciones de los escritos de Francisco deberían reproducir la tau al final de la 1CtaCle, como hacen al reproducir la BenL.
Esa manera de actuar de Francisco en las dos ocasiones citadas no es nada extraordinario; ya había actuado así antes. La tau es un signo preferido desde antes de dedicarle el pergamino a fray León. Precisamente por ello puede fray León entender la tau en el sentido en que la entiende Francisco y tener en gran estima, como un autógrafo, el pergamino que contiene la bendición. Lleva la letra manuscrita e inconfundible de Francisco.
La cabeza debajo de la «tau»
El dibujo que aparece en ese pergamino debajo de la tau no tiene un significado tan unívoco como ésta. El madero vertical de la tau parece salir de la boca abierta de una cabeza humana; es decir, la cruz brota como de la boca, lo cual podría ser una alusión a la proclamación de la conversión y de la cruz. Los contornos imprecisos del dibujo han dado pie a muchas interpretaciones, no siempre acertadas. Vale la pena tomar en serio dos de ellas, que son las que prevalecen hoy en día: una considera que el dibujo es la calavera de Adán; la otra afirma que es la cabeza de fray León.
La Legenda aurea, compilada por el dominico Jacobo de Vorágine († 1298), transmite, entre otras, la siguiente leyenda, conocida desde la alta Edad Media y llena de profundo significado: la cruz de Cristo fue hecha con madera del mismo árbol en el que pecó Adán, y fue levantada en el mismo lugar en que se hallaba el sepulcro de Adán. Mediante la sangre que brotó de la cruz fue redimido Adán y, con él, todo el género humano. Esta interpretación de la relación entre la redención y el pecado original, teológicamente irreprochable, podemos encontrarla también en el arte. Desde el siglo VI el arte representa el tema de «Adán bajo el Gólgota». En la catedral de Espoleto puede verse un crucifijo pintado en 1180 que reproduce la siguiente escena: en el lado derecho e izquierdo del Crucificado están de pie María y Juan; bajo los pies de Cristo está pintada la calavera de Adán; la sangre que brota de las llagas de los pies de Jesús se derrama sobre la cabeza de Adán.
Si Francisco no había oído hablar de esta leyenda de la cruz, es bien probable que la conociera -hombre de aguda vista como fue- gracias a las obras de arte. Por eso lo más probable es que lo que dibuje debajo de la tau sea la calavera de Adán. Quería así, con su dibujo más bien insinuado que claro, manifestar que toda la descendencia de Adán había sido redimida por Jesucristo, el segundo Adán. «También tú, hermano León -le dice-, eres uno de los redimidos».
El dibujo puede entenderse, así mismo, como una reproducción de la cabeza de fray León. Y esto sería exactamente igual de significativo, pues es a él personalmente a quien Francisco bendice. Refiriéndose a Ez 9 y Ap 7, Francisco entiende la tau como el sello de los elegidos. Quien vive en esta vida bajo el signo de la conversión (tau), está marcado, ya desde ahora, en calidad de siervo de Dios, con el sello de los salvados (tau). Francisco quería consolar al atribulado León, asegurándole: «El sello de la cruz está marcado sobre tu frente, pues formas parte de los auténticos convertidos y, por tanto, de los que serán salvados».
Estas dos interpretaciones pueden armonizarse entre ellas. No se excluyen, sino que se complementan. Puesto que la humanidad ha sido redimida por Cristo, también León ha sido redimido. Es un pecador, como Adán, pero lo limpia la sangre del Redentor. Es uno de los «varones penitentes de la ciudad de Asís» (TC 37c) y, como Francisco, vive bajo el signo de la tau, de la conversión y de la redención, de la solidaridad y la oración en común. Bendiciendo personalmente a fray León y trazando sobre él el signo de la cruz, le expresa y le entrega la fuerza salvadora que brota de ese signo de salvación.
Tal como fray León interpretó el dibujo de debajo de la bendición, las palabras y los hechos de Francisco fueron para él un signo de consuelo. Y lo son también para nosotros. Aunque no llevemos grabadas visiblemente las llagas del Crucificado, como Francisco, sí las llevamos internamente. A todo aquel que se deja herir en nombre de Cristo y carga con su cruz, Francisco le dice lo mismo que le dijo a fray León: «También tú estás marcado con la cruz de Cristo y, por tanto, bendecido. Eres propiedad de Dios y estás bajo su protección».
Así, todos los que procuran seguir a Cristo en las dificultades de la vida, pueden percibir cómo la bendición de san Francisco va también dirigida a ellos y cómo los marca con la tau. Y cada uno y cada una puede considerar: «Esta tau es la cruz, el signo de Jesucristo, el Cordero sacrificado. Mediante su cruz he sido salvado también yo. Puedo contarme entre los que han sido marcados con ella...» (H. Holtz).
[De L. Lehmann, O.F.M.Cap., Del tú de Dios al tú del hermano. La Bendición a fray León (BenL),en Selecciones de Franciscanismo, vol. XXIII, n.º 68 (1994) 191-200
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