martes, 1 de febrero de 2011

LAS BIENAVENTURANZAS.

¿Qué es la felicidad
Nos dice el diccionario : La felicidad es un estado de ánimo que se produce en la persona cuando cree haber alcanzado una meta deseada y buena. Tal estado propicia paz interior, un enfoque del medio positivo, al mismo tiempo que estimula a conquistar nuevas metas. Es definida como una condición interna de satisfacción y alegría. Esta definición choca con los motivos de felicidad que Jesús nos presenta. La pobreza, el llanto, la persecución…
Tal vez la mejor lectura que podemos hacer de las bienaventuranzas es que nos presentan un cuadro de la personalidad de Jesús, nos revelan su propio ser y su misión, los valores que articulaban su doctrina y los valores que configuraban su opción de vida. Si bien se mira, las bienaventuranzas reflejan su propio comportamiento y su estilo de vida.

- El que felicita a los pobres ha sido pobre hasta el punto de no tener donde reclinar su cabeza (Mt 8,20) y ser sepultado en un sepulcro prestado.
- El que felicita a los mansos asegura no haber venido a imponer yugos pesados sino que se presenta como manso y humilde de corazón (Mt 11,29).
- El que felicita a los que lloran, ha llorado también  por su amigo Lázaro, por la dureza de Jerusalén y ante   la entrega de su propia vida (Jn 11, 35; Lc 19,41; 22,43-44).
- El que felicita a los que tienen hambre y sed de la justicia es el mismo que ha venido a encender un fuego en la tierra (Lc 12,49).
- El que felicita a los misericordiosos muestra su compasión ante los enfermos y los que sufren y ante el pueblo que se encuentra como ovejas sin pastor (Lc 5, 13; 7, 13; Mc 6,34).
- El que felicita a los limpios de corazón, ve reconocida su sinceridad y limpieza por sus mismos adversarios (Mt 22,16; Mc 12,14).
- El que felicita a los que trabajan por la paz hace de ella la fórmula de su saludo (Mt 10,12; Jn 20,19) y el legado que resume su tarea mesiánica (Jn 14, 27).
- El que felicita a los perseguidos a causa de su fidelidad a la nueva justicia del Reino de Dios, ha sido él mismo perseguido en medio de su pueblo (Mt 2,13; Jn 5,16; 15,20).
Jesús tomó sobre sí la cruz… y los poderes de este mundo lo aplastaron… pero al tercer día todo fue diferente. Resucitó con toda la plenitud de su divinidad… Así también nosotros, en la medida que imitemos y sigamos a Jesús, sin duda tendremos que cargar la cruz… sin duda experimentaremos limitaciones, lágrimas, persecuciones, incomprensiones por parte del mundo. Pero, ya desde esta vida iremos experimentando la felicidad que viene de Dios … y será nuestra por toda la eternidad. Creer en Dios es la mejor inversión.

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