martes, 13 de diciembre de 2011

LA ALEGRIA SIGNO DE LA NAVI-¡DAD!.


 La alegría es característica esencial de toda fiesta. Y nuestra vocación eterna es a la fiesta de Dios con los hombres: el Cielo. Nuestra mayor alegría siempre será experimentar la cercanía de Dios. Una persona es más feliz cuanto más cerca está de Dios. Y, por el contrario, las tristezas más profundas muchas veces tienen que ver con el estar lejos de Dios, que es la fuente de nuestra felicidad  Los designios definitivos de Dios sobre nosotros siempre son de alegría, de gozo. Los misterios dolorosos los hemos provocado nosotros, no Él.
 La alegría es, en cierto modo, un termómetro de nuestra vida espiritual... La alegría es tener a Jesús... y la tristeza es perderlo. Si estamos tristes, preguntémonos cómo andamos con Cristo, y si nuestros corazones no están acaso tibios y faltos de generosidad para con Él.
 La Alegría del cristiano es totalmente distinta de las alegrías superficiales y mundanas, que no llenan el corazón, e incluso tantas veces lo dejan más vacío que antes. Cuando se busca la felicidad fuera del camino que lleva a Dios, al final sólo se halla infelicidad y tristeza. Fuera de Dios (o al margen de Él) no hay, no puede haber nunca alegría verdadera. Sin Dios estamos vacíos por dentro: es cuando nos da miedo, nos molesta y no aguantamos estar un rato "solos": escapamos de nosotros mismos, nos volcamos hacia cosas puramente exteriores, distraemos nuestra propia atención... Salimos, cuando todavía es temprano, buscando cosas o pasatiempos que nos pongan alegres... y volvemos, cuando ya es tarde, sintiendo que los gustos del mundo nos dejan vacíos de calma, de paz interior, de verdadera alegría.
 La única alegría posible es la del corazón que encuentra a Cristo, y lo vuelve a encontrar cada día, de un modo profundo y siempre nuevo. El cristiano lleva esta alegría en sí mismo, porque encuentra a Dios en su alma en gracia. Su corazón es así un torrente de alegría, que salta hasta la Vida eterna.  
 El Evangelio nos presenta a Juan Bautista, "testigo" de Cristo (saltó de alegría ya antes de nacer). Y el testigo habla no de “opiniones” o “ideas”, sino de lo que ha visto y oído... La Tristeza es hermana del pecado... pero la Alegría es hija de la Salvación. Al vivir nosotros en pecado sentimos la lejanía de Dios, pero cuando recuperamos la gracia nos damos cuenta que Dios siempre estuvo cerca.  El mundo necesita hoy nuevos testigos de esta alegría de Salvación que viene de Dios, y para la que nos estamos preparando en este tiempo.
 Como Juan Bautista, demos testimonio de Cristo; para que en esta Navidad la auténtica alegría cristiana ( la del Emanuel, Dios con nosotros ) renueve nuestros corazones y los de todos los hombres. ningún otro pueblo”  ojalá que sepamos corresponder a tan gran amor con nuestro amor… No solo una vez al año… sino siempre y todos los días.
Fr. Fernando Rodriguez OFM.

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