Una decisión valiente
La de Pedro y Andrés fue una decisión valiente. En un instante, su vida dio un giro inesperado. Jesús, ese rabino apenas conocido, los llamó a seguirlo. Dice el Evangelio que ellos “inmediatamente dejaron las redes y lo siguieron”. No tenían idea en ese momento de la aventura que les esperaba. ¡Qué imprudencia!, pudiéramos pensar hoy. La vida moderna nos ha enseñado a ser calculadores. Tal vez nosotros hubiéramos necesitado algunas aclaraciones: “¿Dónde vamos a vivir? ¿En qué va a consistir el trabajo? ¿Quiénes formarán parte del equipo? ¿Cuánto se nos vas a pagar? ¿Qué prestaciones vamos a tener? ¿Cómo será la jubilación?
Menos mal que Pedro y Andrés no hicieron esas preguntas. Imagínense que Jesús les hubiera respondido así: ¿Vivienda? “El Hijo del hombre no tiene dónde reclinar la cabeza”. ¿En qué consistirá el trabajo? “Vayan por todo el mundo y prediquen el evangelio a todas las naciones”. ¿Quiénes formarán el equipo? “Hombres sin instrucción ni cultura” (cf. Hch. 4, 13), ¿Sueldo o prestaciones? “Coman y beban lo que les den” (Lc. 10, 7). ¿Jubilación? El martirio: “Mi cáliz lo beberán” (Mt. 20, 23). Pero ellos no hicieron preguntas. Escucharon la invitación de Jesús y, dejándolo todo, lo siguieron.
El reto del cambio
Todos hemos experimentado el reto que supone un cambio de vida. Un cambio de casa, un cambio de trabajo, un cambio de ciudad o de país, un cambio de rutinas, etc. Los cambios en la vida nos sacuden por dentro. Despiertan en nosotros recursos y fuerzas de adaptación que, de otro modo, quedarían atrofiados. Rompen esquemas y seguridades que ya habíamos alcanzado. Nos sacan de la estabilidad. Por eso son buenos.
Algo que cambiar
El beato y cardenal inglés John Henry Newman (1801-1890), uno de los conversos más famosos de la historia –se convirtió del anglicanismo al catolicismo cuando tenía 44 años, estudiando historia del cristianismo– escribió en cierta ocasión: “Vivir es cambiar, y ha vivido mucho quien ha cambiado mucho”. Estamos todavía en los inicios del año 2012. Tenemos por delante un año en el que todos, probablemente, hemos hecho algún buen propósito. ¿Por qué no incluir entre esos propósitos algo que cambiar? Algo que rompa mis esquemas, que me saque de la rutina, que me rete a entrar en una nueva etapa de mi vida. Obviamente, hay cambios pequeños, que vale la pena hacer:
- Un cambio de look personal.
- Un cambio de perfil en tu cuenta de Facebook.
- Un cambio de ruta en tus desplazamientos.
- Un cambio de deporte o de hobby.
- Un cambio de destino en tus vacaciones, etc.
- Pero hay cambios más importantes. Y es aquí donde se vuelve crucial escuchar la voz de Jesucristo: qué cambio te está invitando a hacer. A Dios no le gustan las vidas rutinarias, las vidas ya acomodadas. Por eso nos llama con cierta frecuencia a un cambio de vida.
En qué cambiar
Un hombre acudió a un retiro espiritual de fin de semana. Tuvo ahí una experiencia fuerte de conversión. Y salió con el propósito de hacer cambios importantes en su vida. Pero no sabía bien por dónde empezar. Entonces Dios le sugirió en su interior una manera muy simple –y muy audaz– de saber qué debía cambiar: al llegar a su casa, le ofreció a su mujer una hoja en blanco y una pluma y le rogó: “Escríbeme cinco cosas que quieres que yo cambie…” No es un mal método…, aunque puede ser un poco aventurado. Sin embargo, la herramienta más ordinaria para descubrir en qué debemos cambiar es la oración y el examen de conciencia. Orar es ponerte delante de Dios y de tu conciencia, con total sinceridad, para descubrir áreas de oportunidad en tu vida. Normalmente encontrarás deficiencias, fallos, malos hábitos que te hacen sufrir a ti o a los demás. Y esto en tu vida personal, en tu noviazgo, en tu vida familiar, en tu matrimonio, en tu desempeño académico, laboral o social, etc.
Pregúntate:
- ¿Qué estás haciendo mal que puedes hacer bien?
- ¿Qué estás haciendo bien, que puedes hacer mejor?
Que María nos ayude a cambiar
“Vivir es cambiar. Y ha vivido mucho quien ha cambiado mucho”.Cambiar supone siempre dejar algo atrás. Es el precio de cambiar; de crecer y madurar. Para los primeros apóstoles, cambiar de vida supuso dejar la barca, las redes, la familia y seguir a Jesús. ¿Qué podrá suponer para ti…? Sólo Dios y tú lo saben…
La Virgen María es una gran aliada en cualquier cambio de vida. Ella, como buena madre, quiere que pasemos siempre de lo malo a lo bueno y de lo bueno a lo mejor. Por eso, acude con mucha confianza a María, para que Ella te alcance la gracia de afrontar el reto de ese algo que cambiar en este año.
P. ALEJANDRO ORTEGA TRILLO Lc.
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