sábado, 10 de marzo de 2012

Voy a realizar algo nuevo.


VOY A REALIZAR ALGO NUEVO

Voy a realizar algo nuevo”. Eso nos promete el Señor por boca del Profeta Isaías en la Primera Lectura . Se refiere a su obra salvadora. Ese “algo nuevo” lo efectúa el Señor realizando su obra de salvación en cada uno de nosotros. Nos dice por boca del Profeta que ese “algo nuevo ya está brotando. Y pregunta: “¿No lo notan? Voy a abrir caminos en el desierto y haré que corran los ríos en tierra árida”. El desierto y la tierra árida somos nosotros mismos que, sin Dios, sin aceptar su salvación, sin buscar su perdón por nuestras faltas, somos así: como tierra reseca y árida, donde no pueden crecer los frutos de la salvación que Cristo realizó con su vida, pasión, muerte y resurrección.

La salvación ya fue realizada por Jesucristo. Todos nosotros debemos acogernos a la salvación que El nos ha regalado. ¿Cómo? Sabiéndonos y sintiéndonos necesitados de esa salvación. Todos somos pecadores ... sin excepción.

Todos necesitamos del perdón que nos trae Cristo con su obra salvadora. Veamos el caso del paralítico de Cafarnaúm, del cual leemos en el Evangelio de hoy, lo primero que hace Jesús es perdonarle sus pecados.

Cristo nos quiere perdonar. Sólo nos pide el “sí” de que nos habla San Pablo en la Segunda Lectura . Cristo dio su “sí” incondicional y definitivo. El espera que nosotros también le demos nuestro “sí”, nuestro “amén”, nuestro “así sea”. Decirle a Dios “no” provoca situaciones que se convierten en nuestros pecados. Y el pecado nos hace paralíticos y nos impide andar por el camino de la salvación que nos lleva a la Vida Eterna.

Pero Cristo nos quiere perdonar, nos quiere restablecer en el camino de la salvación. El tiempo es muy propicio. Pronto viene la Cuaresma, esa época especial de conversión, de arrepentimiento, de perdón, de confesión. Aprovechemos las gracias o medios salvíficos que, como nos recuerda el Papa, en la Iglesia Católica existen a plenitud. Entre éstos, la Confesión Sacramental, que no existe en otras religiones. ¡Qué maravilloso regalo nos dejó el Señor con este Sacramento!

Arrepentirnos, dejar el peso de nuestros pecados en el confesionario … Y sabernos genuinamente perdonados, cuando el Sacerdote levanta su mano para la absolución. Igual que Jesús con el paralítico: “Hijo, tus pecados te quedan perdonados”.

 ¿Por qué seguir paralíticos, si Jesús nos espera en el confesionario, para limpiarnos de pecado y ponernos a andar nuevamente por el camino de la salvación?

P.Fr. Fernando Rodriguez. O.F.M.

No hay comentarios.: