Las
dificultades
Desde las profundidades del inconsciente, afloran a la superficie del
hombre las energías no redimidas, hijas de la «carne»:
orgullo, vanidad,
envidia, odio,
resentimientos, rencor,
venganza,
deseo de poseer personas
o cosas,
egoísmo y arrogancia,
miedo, timidez, angustia,
agresividad.
Estas son las fuerzas primitivas que lanzan al hermano contra el hermano,
separan, oscurecen, obstruyen y destruyen la unidad. Sin Dios, la fraternidad es
utopía.
Solamente Dios puede
bajar a las profundidades originales del hombre para calmar las olas, controlar
las energías y transformarlas en amor.
El grito general de las ciencias humanas proclama que el hombre actúa
bajo el impulso del placer. A eso llaman motivo de una conducta. Basta
abrir los ojos para darse cuenta de que el placer, más que la convicción, es el
motivo general que origina, condiciona y determina la conducta humana.
Por ejemplo: por gusto nadie perdona. Por gusto no se acepta a los
neuróticos ni se convive con los difíciles. Por gusto, a la hora de formar una
comunidad, se hace una selección eliminando a los que no son de la propia
«línea» y quedándose con los que son del propio temperamento o mentalidad.
Existe también el placer de la venganza y la alegría por el fracaso del
adversario. Ciertas personas difícilmente disimulan la satisfacción de las
derrotas ajenas. ¡Hay que ver cuánto entusiasmo despliegan cuando traman y
llevan a cabo planes de represalia, maquiavélicamente urdidos, en contra de sus
adversarios!
Como se ve, siempre hay un placer que motiva las reacciones humanas, y
esas motivaciones nacen a veces en los fondos irredentos. Necesitamos un
Redentor.
El motivo profundo
El éxito de la fraternidad depende de que Dios sea el Motivo de los
comportamientos fraternos.
En la intimidad del hombre, entre mil posibles reacciones que se pueden
tener, existe una opción. ¿Saludo o no saludo a este sujeto que ayer me molestó?
y a cada decisión corresponde siempre un motivo impulsor, no muy bien
vislumbrado a veces. Voy a saludarlo (decisión). ¿Motivo? Temor de perder la
buena imagen ante la opinión pública.
Voy a dejar de saludarlo durante tres días (decisión) para que (motivo)
él tome conciencia de que me ofendió.
El motivo que impulsa y concreta nuestra conducta es a veces confuso.
Tuvimos una revisión de vida en la comunidad. En el transcurso de la reflexión,
un determinado sujeto tomó y sostuvo una posición altiva, casi agresiva, frente
a los demás. Hablando después con él, en privado, manifestó que él procedió así
porque estaba convencido de que ésa era la posición correcta. Al final reconoció
que el impulso profundo de su actitud fue la necesidad de autoafirmació n.
Otras veces, los motivos que aparecen en el primer plano no son los
verdaderos impulsores, sino aquellos otros que están sepultados bajo tierra, en
las profundidades.
El hombre dominó una explosión, cedió en una discusión, calló en una
polémica. El cree que lo hizo por humildad o por sentido fraterno. Los
verdaderos motivos fueron, sin embargo, muy diferentes: miedo al ridículo,
inseguridad, timidez, temor de ser desestimado por la comunidad.
El motivo de una sobreestima de sí mismo puede llevar a un individuo a
comportamientos que, a primera vista, podrían significar desestima de sí mismo.
¡Extraños juegos,
motivados por resortes que vienen t desde regiones muy lejanas!
Comunidad de Fe
Significa que los hermanos se
esfuerzan para que los sentimientos, los reflejos y la conducta de Jesús sean el
motivo inspirador de sus reacciones en la convivencia de todos los días.
Ir En un momento determinado surgieron dentro de un individuo una legión
de impulsos que motivaron la decisión, por ejemplo, de mantenerse cerrado frente
a otro sujeto, de herir la susceptibilidad de un otro tímido agresivo, de minar
el prestigio de un autosuficiente. .. En este momento, la Palabra -Jesús y sus
criterios- tiene que sofocar todos esos oscuros impulsos, para que el hermano
perdone, acepte, estimule a los otros miembros de la comunidad.
En esos casos, la oración debe hacer vivamente presente a Dios, cuyo
«recuerdo» (presencia) debe sofocar en mí las voces del instinto y motivar
conductas semejantes a la de Jesús.
Una voluntad, revestida e impulsada por Jesús, debe decidir soberanamente
en nosotros por encima de las oscuras fuerzas impulsoras, y así, en lugar de
tener una reacción explosivo, voy a quedar en silencio como Jesús ante Pilato;
más tarde, voy a dialogar con calma y paz; después, voy a enterrar los recuerdos
ingratos de una desavenencia y olvidarlo todo generosamente; ahora voy a ser con
todos delicado y paciente, como lo fue Jesús con los suyos.
Así nace y crece la comunidad bajo la Palabra , en presencia de Jesús.
IGNACIO
LARRAÑAGA OFM Cap.
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