Pues bien, amigos. Cuando nos morimos, puede ocurrir una de las siguientes tres cosas: Vamos al Cielo directamente, vamos al Infierno, o bien vamos al Purgatorio. El Purgatorio es un estado en el que se encuentra la persona que ha muerto en gracia de Dios pero que no está plenamente purificada, y donde se es purificado para disfrutar plenamente de la presencia de Dios. Se trata de una persona salvada que vive en el amor de Dios y la salvación pero no de una manera plena, ya que ha de esperar ese encuentro hasta que esté preparado, es decir, cuando haya sido perfectamente purificado. Por tanto, tenemos que estar impecablemente limpios para entrar en el Cielo.
¿En qué consiste el Purgatorio? Básicamente, se trata de ver una y otra vez, como si de una película se tratase, ciertos pecados que hemos cometido (errores u omisiones) durante nuestra vida. El dolor y la humillación de verlos repetidamente nos provocará sufrimientos.
Alguno puede pensar: ¿Pero dónde se refleja en la Biblia el Purgatorio? Aunque no aparece la palabra literalmente, sí que se muestra el concepto en múltiples pasajes bíblicos. San Pablo, por ejemplo, nos narra lo siguiente respecto al día del juicio, refieriéndose con la palabra "fuego" al concepto del "Purgatorio".
"Un día se verá el trabajo de cada uno. Se hará público en el día del juicio, cuando todo sea probado por el fuego. El fuego, pues, probará la obra de cada uno. Si lo que has construido resiste el fuego, será premiado. Pero si la obra se convierte en cenizas, el obrero tendrá que pagar. Se salvará pero no sin pasar por el fuego". (1 Cor 3,13-15)
La "obra" simboliza lo que hemos hecho durante nuestra existencia. Lo que quiere decir San Pablo es que la persona irá al Cielo directamente o bien, se salvará, pero pasando previamente por el fuego, símbolo de purificación (Purgatorio).
Pensemos ahora en un ser querido que ha tenido que emigrar a otro continente y no tenemos medios actualmente para ir a verle. Esta persona sufre de no poder disfrutar de la presencia del ser querido, pero le ama y sabe que lo volverá a ver pasado un tiempo. Del mismo modo, la persona que está en el Purgatorio tiene la esperanza de que un día podrá estar con Dios, pero mientras se prepara para ese encuentro, sufre por no poder acompañarle.
Ahora, ustedes se estarán preguntando quizás qué han de hacer para minimizar su estancia en el Purgatorio. Evidentemente, además de ser buenos católicos, hay que hacer algo más. Les voy a contar "el plan de fuga", es decir, el plan para salir cuanto antes del purgatorio:
¿Conocen el Escapulario? El Escapulario es un símbolo de la protección de la Madre de Dios a sus devotos y un signo de su consagración a María. Nos lo dio la Santísima Virgen. Se lo entregó al General de la Orden del Carmen, San Simón Stock, el 16 de julio de 1251, con estas palabras: «Toma este hábito, el que muera con él no padecerá el fuego eterno».
Alude a este hecho el Papa Pío XII cuando dice: «No se trata de un asunto de poca importancia, sino de la consecución de la vida eterna en virtud de la promesa hecha, según la tradición, por la Santísima Virgen». El llamado "Privilegio sabatino", reconocido por el Papa Pío XII, consiste en que la Virgen, a los que mueran con el Santo Escapulario y expíen en el Purgatorio sus culpas, con su intercesión hará que alcancen la patria celestial lo antes posible, o, a más tardar, el sábado siguiente a su muerte.
De esta forma, el tiempo de estancia en el Purgatorio sería como mucho, de siete días.
Supongo que a estas alturas del artículo, ya deben imaginarse que yo llevo un escapulario. ¡ En efecto ! Les recomiendo que visiten el monasterio o parroquia Carmelita más cercana y soliciten también la imposición de un escapulario a un sacerdote.
¿Necesitan nuestra oración las almas del Purgatorio? La respuesta es afirmativa. Hemos de pedir por ellas al Señor, a la Virgen María y a algunos Santos para que las benditas almas salgan pronto del Purgatorio. El abogado de las almas del Purgatorio es San Nicolás de Tolentino (ver imagen superior). Podemos rezarle con la siguiente oración:
¡Oh glorioso Taumaturgo y Protector de las almas del purgatorio, San Nicolás de Tolentino! Con todo el afecto de mi alma te ruego que interpongas tu poderosa intercesión en favor de esas almas benditas, consiguiendo de la divina clemencia la condonación de todos sus delitos y sus penas, para que saliendo de aquella tenebrosa cárcel de dolores, vayan a gozar en el cielo de la visión beatífica de Dios. Y a mi, tu devoto siervo, alcánzame, ¡oh gran santo!, la más viva compasión y la más ardiente caridad hacia aquellas almas queridas. Amén.
http://webcatolicodejavier.org
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