Uno
de los regalos finos que podemos hacer a personas, que nos son
queridas, son las flores. Eso indica la delicadeza de sentimientos de
quien hace el regalo, pues, en este mundo materializado muchísima gente
valora sólo lo que da una producción inmediata.
El ofrecer una flor no es sólo el regalo material de algo bello, sino un símbolo de delicadeza, de ternura, de acogida, de amor, por eso hay costumbre en países y lugares dar la bienvenida con un ramo o una guirnalda de flores.
Se regalan flores a personas que en su vida no tienen valores crematísticos, sino grandes, nobles, espirituales; por eso una manera de expresar el amor a la Virgen se ha manifestado adornando sus imágenes con flores, así lo aconsejaba S. Felipe Neri, muerto en 1596, quien enseñaba en Roma a sus jóvenes que en el mes de mayo hiciesen obsequios a la Virgen entre los que indicaba: adornar con flores sus imágenes, cantar alabanzas en su honor, realizar actos de virtud y mortificación..
El amor de los cristianos se ha manifestado en la dedicación del mes de Mayo a la Virgen, es el mes de una importancia especial para los que ocupamos el hemisferio norte. Varios países de Europa homenajeaban a la estación que recomienza y a la naturaleza vestida de flores con unas fiestas florales, estas tenían su origen en tradiciones remotísimas paganas, que hacían en honor de la "'Flora Mater", diosa de la vegetación; consistían estas fiestas en cantos, danzas y cortejos de jóvenes, que llevaban ramos floridos. A veces se escogía una joven como "reina de la primavera", o "esposa de mayo" a la que poetas, artistas y músicos expresaban en homenajes corteses el amor a la mujer amada.
Estos factores corregidos y sublimados contribuyeron para que los cristianos dedicasen el mes de Mayo a la mujer mas querida entre todas, a la Virgen. Así intentaron superar abusos y cristianizar celebraciones paganas, uniendo de esta manera a la naturaleza y al amor en honor de Nuestra Madre, no diosa, pero sí Madre de Dios.
Todas las flores, las cultivadas y las silvestres, tienen una misma belleza, en el mes de Mayo se depositan ante el altar de la Virgen una gama de flores muy variada no sólo por sus colores, sino también por los tipos o clases a las que pertenecen.
De manera especial los cristianos acuden en el mes de Mayo a los pies de la Señora con flores materiales, con cantos de alabanza y con oraciones de súplica. En cada flor podemos poner el cariño filial, que por muy bella que sea no expresa exhaustivamente el amor que se le profesa.
Ella no se fija en la materialidad de la ofrenda, sino en el cariño que ponemos al ofrecérsela; recibe con el mismo afecto la ofrenda que en el s.XIV la corporación de joyeros de París solía llevar a Notre Dame el 1 de Mayo un "mayo" planta adornada con piedras preciosas, emblemas y lazos, como las flores silvestres recogidas por los campos y puestas a los pies de la imagen del aula escolar o de un altar en la parroquia.
No es tampoco la cantidad de flores las que entusiasman a María, sino el reflejo de amor y cariño de lo que ofrecemos, lo mismo que sucede en la vida ordinaria: "Más vale regalar una flor en vida, que una corona después de muerto".
Cada día puedo ofrecer una flor, si no material, sí espiritualmente, seguro de que en cada una de ellas puedo poner algo muy personal:
El ofrecer una flor no es sólo el regalo material de algo bello, sino un símbolo de delicadeza, de ternura, de acogida, de amor, por eso hay costumbre en países y lugares dar la bienvenida con un ramo o una guirnalda de flores.
Se regalan flores a personas que en su vida no tienen valores crematísticos, sino grandes, nobles, espirituales; por eso una manera de expresar el amor a la Virgen se ha manifestado adornando sus imágenes con flores, así lo aconsejaba S. Felipe Neri, muerto en 1596, quien enseñaba en Roma a sus jóvenes que en el mes de mayo hiciesen obsequios a la Virgen entre los que indicaba: adornar con flores sus imágenes, cantar alabanzas en su honor, realizar actos de virtud y mortificación..
El amor de los cristianos se ha manifestado en la dedicación del mes de Mayo a la Virgen, es el mes de una importancia especial para los que ocupamos el hemisferio norte. Varios países de Europa homenajeaban a la estación que recomienza y a la naturaleza vestida de flores con unas fiestas florales, estas tenían su origen en tradiciones remotísimas paganas, que hacían en honor de la "'Flora Mater", diosa de la vegetación; consistían estas fiestas en cantos, danzas y cortejos de jóvenes, que llevaban ramos floridos. A veces se escogía una joven como "reina de la primavera", o "esposa de mayo" a la que poetas, artistas y músicos expresaban en homenajes corteses el amor a la mujer amada.
Estos factores corregidos y sublimados contribuyeron para que los cristianos dedicasen el mes de Mayo a la mujer mas querida entre todas, a la Virgen. Así intentaron superar abusos y cristianizar celebraciones paganas, uniendo de esta manera a la naturaleza y al amor en honor de Nuestra Madre, no diosa, pero sí Madre de Dios.
Todas las flores, las cultivadas y las silvestres, tienen una misma belleza, en el mes de Mayo se depositan ante el altar de la Virgen una gama de flores muy variada no sólo por sus colores, sino también por los tipos o clases a las que pertenecen.
De manera especial los cristianos acuden en el mes de Mayo a los pies de la Señora con flores materiales, con cantos de alabanza y con oraciones de súplica. En cada flor podemos poner el cariño filial, que por muy bella que sea no expresa exhaustivamente el amor que se le profesa.
Ella no se fija en la materialidad de la ofrenda, sino en el cariño que ponemos al ofrecérsela; recibe con el mismo afecto la ofrenda que en el s.XIV la corporación de joyeros de París solía llevar a Notre Dame el 1 de Mayo un "mayo" planta adornada con piedras preciosas, emblemas y lazos, como las flores silvestres recogidas por los campos y puestas a los pies de la imagen del aula escolar o de un altar en la parroquia.
No es tampoco la cantidad de flores las que entusiasman a María, sino el reflejo de amor y cariño de lo que ofrecemos, lo mismo que sucede en la vida ordinaria: "Más vale regalar una flor en vida, que una corona después de muerto".
Cada día puedo ofrecer una flor, si no material, sí espiritualmente, seguro de que en cada una de ellas puedo poner algo muy personal:
. Un ramos de lilas con su color morado reflejo de los dolores que los humanos compartimos en este valle de lágrimas.
. Un ramo de margaritas siempre abiertas y redondas, en ellas una súplica: Abierto como María a la voluntad de Dios.
. Un ramos de flores de romero, sencillas, azuladas y llenas de perfume. Esto le gusta a María, porque todo lo que es sencillo va con su manera de ser.
. Un ramo de azucenas, las flores de la blancura y la pureza, exhalan un fuerte olor, como el del cristiano, que tiene que ser el buen olor de Cristo.
. Un ramos de camelias es hermoso, pero no tiene olor, en ellas se refleja mi vida de apariencia.
. Un ramo de lirios de pétalos morados, me recuerdan tus dolores, los que te hemos costado tus hijos.
. Un ramo de rosas con espinas ¡claro!, pues, es la vida así, aunque haya ratos de sufrimientos ocultos ¡qué bello es vivir!.
. Un ramo de flores de campo, son muy variadas: rojas amapolas, otras que están al ras del suelo y son amarillas, algunos las llaman flor de mantequilla. Estas nadie las ha cultivado, pero tienen toda la belleza que Dios ha puesto en ellas.
Para ofrecer a María unas flores no hay que comprarlas en la floristería, las que más aprecia son las que cultivamos en nuestro corazón, por eso todos podemos ofrecérselas: "...Con flores a María, que Madre nuestra es".
Padre Tomás Rodríguez Carbajo
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