La vocación de San Mateo (1599). Iglesia de San Luis de los franceses. Roma, Italia. Michelangelo da Caravaggio Óleo sobre lienzo |
LA VOCACIÓN DE MATEO
Los discípulos que fue seleccionando Jesús no eran solo aquellos que
habían sido presentados por Juan el Bautista. Los evangelios nos hablan
de otras vocaciones. Una de las más interesantes es la del recaudador de
impuestos Leví, también llamado Mateo. Sucedió alrededor del mar de
Galilea, tal y como nos lo narra Lucas. Probablemente en Cafarnaún,
ciudad próspera a orillas de este mar, de donde había llamado Jesús ya a
Pedro, Juan, Santiago y algunos otros. Estos últimos eran pescadores.
Pero Jesús quiere a todo tipo de personas y no le importa el pasado de
las mismas sino que tengan un corazón abierto.
Entre los judíos estaban muy mal vistos los recaudadores de
impuestos; pedían dinero en lugares de paso, a todas las personas, para
luego enviar –tras el descuento de la correspondiente comisión– tales
dineros a las autoridades (normalmente romanas). La gente repudiaba a
estos personajes y se consideraban casi como apóstatas del judaísmo,
porque se relacionaban libremente con el invasor.
Lucas nos dice (5, 27 y ss.): “Vio [Jesús] a un publicano llamado
Leví, sentado al mostrador de los impuestos, y le dijo: ‘sígueme’. Él,
dejándolo todo se levantó y lo siguió”. Caravaggio nos muestra una
escena que fue –tanto para Leví como para los que le rodeaban, y claro
está para sus ya discípulos– insólita, incluso escandalosa. Vemos a
Jesús señalando a Leví, que trabaja en el mostrador, en la labor de
contar dinero. Hay un muchacho que parace llevarse la mano a la espada.
Ese gesto de defensa era normal, pues a los recaudadores se les
despreciaba. En cualquier caso, los personajes están muy asombrados.
Leví mismo se autoseñala (“¿es a mí?”) como algo imposible. El personaje
al lado de Jesús quizá es Pedro, intentando amonestar al maestro y
aclararle quién era aquel rufián a quien con tanta ligereza señalaba.
Pero el dedo de Jesús no deja lugar a equívocos. Y su mandato es
imperativo: sígueme. Jesús no usa la espada. Utiliza una mirada, que
Leví jamás habia visto igual de coherente y de una convicción
singularísima. ¿Cómo, si no, la vio Mateo? La narración continúa
diciendo: “Él [Leví] dejándolo todo se levantó y lo siguió. Leví ofreció
en su honor [de Jesús] un gran banquete. Y murmuraban los fariseos y
sus escribas diciendo a (a los ya atónitos) discipulos de Jesús. ‘¿Cómo
es que coméis y bebéis con publicanos y pecadores?” (Lucas 5, 30). Esa
consideración de pecado e impureza legal tenía el sencillo pueblo
respecto de los recaudadores al mandato del invasor. Y, hasta cierto
punto, era lógica. Pero la mansedumbre de Jesús quiere otra cosa.
Claramente, desea cambiar el mundo: “Jesús les respondió: ‘no necesitan
médico los sanos sino los enfermos. No he venido a llamar a los justos
sino a los pecadores a que se conviertan” (Lucas 5, 32). No es fácil
imaginar la sorpresa de la gente de alrededor. En aquel banquete no
estaría precisamente lo más granado y ortodoxo del pensamiento judío. No
es que Jesús lo aprobase, sino que quería sanar lo que estaba enfermo, y
contestó cuál era el verdadero deber suyo: el amor a todos sin
distinción.
Hay que apuntar brevemente que Caravaggio, para dar mayor realismo a
la escena, dibuja a los personajes con ropajes del siglo XVI y que
utiliza el recurso de la luz lateral, como un haz, que va de Jesús
directamente a Mateo. Podríamos encontrarnos ante una institución
bancaria de la época.
(Evangelizando atraves del arte)
2018 Catequesis a través del arte.
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