miércoles, 6 de febrero de 2019

El viaje al Amazonas

Me permito comenzar estas reflexiones con un cuentecillo, como muchas veces hizo Jesús en su predicación. Creo que nos ayuda a descubrir el sentido más profundo de la Sagrada Escritura y nos revela cuál es la mejor actitud para leerla.

Un hombre viajó al Amazonas y regresó a su tierra sorprendido por la belleza de sus paisajes, la variedad de su flora y de su fauna, la acogida de sus gentes y el sabor de las frutas tropicales. Tanto alabó lo que había visto, que sus amigos decidieron organizar una expedición para poder contemplar esas maravillas. Para ayudarles, dibujó un mapa y escribió una guía de viaje, en la que les explicaba lo que iban a encontrarse y los lugares que no debían perderse, advirtiéndoles también de los peligros y de las precauciones para superarlos.

Al principio, los amigos le escucharon con atención, leyeron el texto y estudiaron el mapa. Con el tiempo, aprendieron tan bien todas las explicaciones que se sintieron especialistas en el Amazonas, aunque nunca llegaron a visitarlo. De esta manera, el mapa y la guía terminaron por sustituir la experiencia del viaje.

¿Qué nos enseña esta historia? El Amazonas es imagen del reino de Dios. La Biblia es el libro que recoge los testimonios de quienes lo han visitado y nos cuentan su hermosura, además de ofrecernos los mapas que han dibujado para nosotros. Son muchos los que han realizado ese viaje fascinante y cada uno de ellos lo ha contado a su manera. Hoy tenemos sus experiencias recogidas en un único libro, escrito por personas muy diferentes entre sí, por lo que su atención se fija en aspectos distintos, aunque todos hablen del mismo viaje. Este es el motivo por el que los escritos que componen la Biblia reflejan varias sensibilidades.

Podemos leer la Biblia, estudiarla y llegar a considerarnos especialistas, pero nos sirve de poco si no ponemos en práctica sus enseñanzas, si no la usamos como trampolín para entrar en el reino, como mapa para «viajar al Amazonas».

En nuestros días se predica más que nunca; en muchos sitios se imparten cursos bíblicos y conferencias de temática religiosa, también tenemos acceso a multitud de información especializada. A pesar de todo, la fe de muchos cristianos es cada día más frágil, porque para fortalecerla no basta con conocer lo que otras personas dicen sobre Dios; cada uno está invitado a «gustar» personalmente lo bueno que es el Señor (cf. Sal 34 [33],9).


P. Eduardo Sanz de Miguel, o.c.d.

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