No
siempre encontramos personas que están dispuestas a permanecer cerca
del dolor.
Un gesto genuino de amor es estar al lado del que padece o
sufre alguna dolencia, ya sea física, psíquica o espiritual...
Nos hemos
acostumbrado a esperar de los demás conforme a lo que damos o hacemos
por ellos. Si damos amor, tiempo, atención o cariño queremos recibir lo
mismo, pero cuando alguien no puede hacerlo, nos cuesta estar a su lado.
Nos resulta difícil permanecer a lado de las personas que no pueden
ofrecernos algo. Nuestras relaciones personales se han convertido en
verdaderos intercambios afectivos, nos cubrimos las soledades y las
necesidades de afectos.
¿Somos capaces de estar cerca del que no tiene
nada que ofrecernos?
¿Sostenemos solamente los vínculos que tienen algún
rédito personal?
¿Qué tipo de amor ofrecemos a los demás?
P. Javier Rojas, SJ
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