miércoles, 8 de enero de 2020

Gracias obtenidas por asistir a la Santa Misa



  1. La Misa es la continuación del Calvario. 

2. Cada Misa vale tanto como la vida, sufrimientos y muerte de Nuestro Señor Jesucristo, ofrecidos en sacrificio. 

3. La Santa Misa es el acto de desagravio más poderoso para expiar los pecados. 

4. A la hora de la muerte, el consuelo más grande del alma consistirá de las Misas oídas en vida. 
 
5. Cada Misa bien oída nos acompañará hasta el Tribunal Divino, suplicando perdón. 

6. En la Santa Misa, según el fervor con que se asiste, se puede disminuir en grado mayor o menor, la pena temporal debida por los pecados. 

7. Al asistir devotamente a la Santa Misa, se rinde el más grande homenaje a la Sagrada Humanidad de Nuestro Señor. 

8. En la Santa Misa, Nuestro Señor Jesucristo ofrece expiación y desagravio por muchas omisiones y negligencias nuestras. 

9. En la Santa Misa, Jesucristo perdona los pecados veniales que todavía no se han confesado. Además se disminuye el poder de Satanás sobre el alma. 

10. Al asistir a la Santa Misa se proporciona a las almas del Purgatorio, el alivio más grande que sea posible. 

11. Una Misa bien oída durante la vida, será de más provecho al alma, que muchas que se ofrecieran para su reposo después de la muerte. 

12. Por asistir a Misa, el alma se preserva de peligros, desgracias y de calamidades, que de otro modo hubieran sucedido. Además, se abrevia o reduce la duración de su Purgatorio. 

13. Cada Misa bien oída obtiene para el alma un grado más elevado de gloria en el Cielo.

14. En la Misa se recibe la bendición del sacerdote que Nuestro Señor ratifica en el Cielo.

15. En la Misa se arrodilla entre una multitud de los santos ángeles, que están presentes en actitud de profunda reverencia, durante el sacrificio adorable de la Santa Eucaristía. 

16. En la Santa Misa se reciben bendiciones para todos los bienes y empresas temporales.
Acto de reparación  (Fátima)


Enseñado por el Ángel a los tres pastores antes de las apariciones de la Santísima Virgen.
“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, te ofrezco el preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, presente en todos los Sagrarios de la tierra, en reparación de los ultrajes, sacrilegios e indiferencias con que Él mismo es ofendido. Y por los méritos infinitos de su Santísimo Corazón y del Inmaculado Corazón de María, te pido la conversión de los pobres pecadores”.

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