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lunes, 26 de marzo de 2018
Lunes santo, Noche de autoridad.
Una noche intensa
La noche del domingo fue intensa para Jesús. Explica muchas cosas a los suyos, pero, sobre todo, reza. Su alma está en tensión. Ve, quiere, siente, habla con el Padre, es invadido por el Espíritu Santo que le empuja al sacrificio. Vive un amor intenso y dolorido. Ante sus ojos desfilan los sucesos de aquellos tres años, y la humanidad entera con sus miles de historias individuales se le hace presente. Es la oración del Mediador entre Dios y los hombres, y vive su función con intensidad.
La maldición de la higuera
También ayuna, su espíritu no se relaja. El lunes, al encaminarse de nuevo al Templo de Jerusalén, "sintió hambre". Pero en lugar de recurrir a los suyos pidiendo alimento, se dirige hacia un higuera buscándolo. Sabe que florecen hacia junio y raramente lo hacen en abril; pero le mueve un deseo intenso de que Israel dé buenos frutos, a pesar de todas la evidencias. Tiene hambre del amor de su pueblo y de todos los hombres. Pero aquel pueblo es como la higuera que tiene muchas hojas y ningún fruto. Y surge la ira profética como el relámpago en un cielo de tormentas, y clama hablando con el árbol, y más aún con su pueblo: "que nunca jamás coma nadie fruto de ti"(Mc). Los discípulos escuchaban sorprendidos.
Al día siguiente "Por la mañana, al pasar, vieron que la higuera se había secado de raíz". Los discípulos estaban acostumbrados a los milagros, pero esta vez se sorprenden, pues se dan cuenta que forma parte del mensaje de Jesús que les habla por medio de un símbolo. Un árbol frondoso y prometedor se ha secado casi de repente. "Y acordándose Pedro, le dijo: Rabbí, mira, la higuera que maldijiste se ha secado". Era como decirle explícanos esta nueva parábola unida a un milagro tan extraño. Jesús abre su alma y les explica algo esencial: el valor de la fe y la importancia del perdón y les contestó: "Tened fe en Dios". La necesitarán pues dentro de poco van a ver la debilidad de Dios, o mejor, un manifestarse del amor divino que se abajará al máximo para ganar la buena voluntad de los hombres. Para personas acostumbradas a considerar a Dios lleno de poder y majestad, es un escándalo verle humilde para vivir el misterio del perdón.
La segunda expulsión de mercaderes en el Templo
Al comenzar la vida pública Jesús expulsó a los mercaderes del Templo en un acto que suscitó esperanzas en algunos y enemistad en los comprometidos con el mercadeo de las cosas de Dios. Ahora va a suceder algo similar, pero no en vano han transcurrido tres años de intensa evangelización. Jesús ya no se presenta sólo como un reformador religioso, pues en el Templo se ha proclamado el Hijo de Dios igual a Padre. Está hablando en su casa, en la casa de Dios, y todo su poder se dejará ver con fuerza. "Llegan a Jerusalén. Y, entrando en el Templo, comenzó a expulsar a los que vendían y a los que compraban en el Templo, y derribó las mesas de los cambistas y los puestos de los que vendían palomas. Y no permitía que nadie transportase cosas por el Templo, y les enseñaba diciendo: ¿No está escrito que mi casa será llamada casa de oración para todas las gentes? Vosotros, en cambio, la habéis convertido en una cueva de ladrones"(Mc).
Su acción no encuentra ahora gentes sorprendidas por el desconocido galileo. Ahora todos saben que el que actúa con santa ira se ha proclamado Mesías rey, ha sido aclamado por el pueblo y discutido por los príncipes. Temen, recogen sus enseres, y huyen. La actividad era grande en el mercado del Templo durante la Pascua. Miles de sacrificios, multitud de animales, vocerío, paso por el centro del templo, y nada de oración. Pero la acción apunta más alto, los responsables son los que dirigen el Templo. El sumo Sacerdote permite aquel barullo porque se enriquece con cada transacción. Si el dinero fluye a sus arcas poco le importa el orden del templo. Los que le asisten también son colaboradores de aquel abuso. En realidad la gloria del Altísimo era cuestión muy lejana de sus intereses. Aquí está la raíz del rechazo de Jesús como Mesías que se manifiesta como el Hijo de Dios. Si fuesen hombres de oración, si estuviesen unidos con Dios, descubrirían la verdad del enviado de Dios. Pero no lo son, por eso cuando los príncipes de los sacerdotes y los escribas lo supieron, “buscaban el modo de perderle; pues le temían, ya que toda la muchedumbre estaba admirada de su doctrina"(Mc).
Siempre el mismo tema
La rabia crece en su corazones. El mismo Sanedrín ha determinado que se le mate, pero Jesús actúa con impunidad en el Templo. Es más actúa haciendo y deshaciendo, enseñando y corrigiendo abusos. Parece que les provoca. Y ellos no pueden aguantar. Por eso con irritación se enfrentan con Jesús sin atender a sutilezas, a gritos: "Y mientras paseaba por el Templo, se le acercan los príncipes de los sacerdotes, los escribas y los ancianos, y le dicen: ¿Con qué potestad haces tales cosas?, o ¿quién te ha dado tal potestad para hacerlas?". Siempre es el mismo tema: ¿quién eres?, como si no lo hubiese dejado claro muchas veces allí mismo. Pero no quieren aceptarlo, ninguna razón les moverá de su incredulidad. Por eso Jesús les contestó de un modo sorprendente: "Yo también os haré una pregunta, respondedme, y os diré con qué potestad hago estas cosas: el bautismo de Juan ¿era del Cielo o de los hombres?. Y deliberaban entre sí diciendo: Si decimos que del Cielo, dirá: ¿por qué, pues, no creísteis? Pero ¿vamos a decir que de los hombres? Temían a la gente; pues todos tenían a Juan como a un verdadero profeta. Y contestaron a Jesús: No lo sabemos. Entonces Jesús les dice: Pues tampoco yo os digo con qué potestad hago estas cosas"(Mc).
La autoridad de Jesús
Jesús tiene autoridad de rey; tiene la autoridad de quien tiene poder de hacer milagros; tiene autoridad de hombre perfecto y sabio; tiene la autoridad de Hijo de Dios; tiene la autoridad del Padre que le ha dado todo poder. Ninguna de ellas es aceptada por aquellos hombres de corazón envilecido. Sus mentes bullen ante la cuestión de quedar bien con el pueblo. Y se refugian en la evasiva cuando se les enfrenta con la verdad. Jesús no puede actuar con la claridad de la verdad a los que están cerrados a la luz. Y deja en evidencia a los que no quisieron creer en el Bautista, y no quieren creer en Él.
http://es.catholic.net/op/articulos/17752/cat/725/el-lunes-de-autoridad-lunes-santo.html#
sábado, 24 de marzo de 2018
Domingo de ramos
Cuando llegaba a Jerusalén para celebrar la pascua, Jesús les pidió a
sus discípulos traer un burrito y lo montó. Antes de entrar en
Jerusalén, la gente tendía sus mantos por el camino y otros cortaban
ramas de árboles alfombrando el paso, tal como acostumbraban saludar a
los reyes.
Los que iban delante y detrás de Jesús gritaban:
"¡Bendito el que viene en nombre del Señor! ¡Hosanna en las alturas!"
Entró a la ciudad de Jerusalén, que era la ciudad más importante y la capital de su nación, y mucha gente, niños y adultos, lo acompañaron y recibieron como a un rey con palmas y ramos gritándole “hosanna” que significa “Viva”. La gente de la ciudad preguntaba ¿quién es éste? y les respondían: “Es el profeta Jesús, de Nazaret de Galilea”. Esta fue su entrada triunfal.
La muchedumbre que lo seguía estaba formada por hombres, mujeres y niños, cada uno con su nombre, su ocupación, sus cosas buenas y malas, y con el mismo interés de seguir a Jesús. Algunas de estas personas habían estado presentes en los milagros de Jesús y habían escuchado sus parábolas. Esto los llevó a alabarlo con palmas en las manos cuando entró en Jerusalén.
Fueron muchos los que siguieron a Cristo en este momento de triunfo, pero fueron pocos los que lo acompañaron en su pasión y muerte.
Mientras esto sucedía, los sacerdotes judíos buscaban pretextos para meterlo en la cárcel, pues les dio miedo al ver cómo la gente lo amaba cada vez más y como lo habían aclamado al entrar a Jerusalén.
¿Qué significado tiene esto en nuestras vidas?
Es una oportunidad para proclamar a Jesús como el rey y centro de nuestras vidas. Debemos parecernos a esa gente de Jerusalén que se entusiasmó por seguir a Cristo. Decir “que viva mi Cristo, que viva mi rey...” Es un día en el que le podemos decir a Cristo que nosotros también queremos seguirlo, aunque tengamos que sufrir o morir por Él. Que queremos que sea el rey de nuestra vida, de nuestra familia, de nuestra patria y del mundo entero. Queremos que sea nuestro amigo en todos los momentos de nuestra vida.
Explicación de la Misa del Domingo de Ramos
La Misa se inicia con la procesión de las palmas. Nosotros recibimos las palmas y decimos o cantamos “Bendito el que viene en el nombre del Señor”. El sacerdote bendice las palmas y dirige la procesión. Luego se comienza la Misa. Se lee el Evangelio de la Pasión de Cristo.
Al terminar la Misa, nos llevamos las palmas benditas a nuestro hogar. Se acostumbra colocarlas detrás de las puertas en forma de cruz. Esto nos debe recordar que Jesús es nuestro rey y que debemos siempre darle la bienvenida en nuestro hogar. Es importante no hacer de esta costumbre una superstición pensando que por tener nuestra palma, no van a entrar ladrones a nuestros hogares y que nos vamos a librar de la mala suerte.
Oración para poner las palmas benditas en el hogar:
Bendice Señor nuestro hogar.
Que tu Hijo Jesús y la Virgen María reinen en él.
Por tu intercesión danos paz, amor y respeto,
para que respetándonos y amándonos
los sepamos honrar en nuestra vida familiar,
Sé tú, el Rey en nuestro hogar.
Amén.
Los que iban delante y detrás de Jesús gritaban:
"¡Bendito el que viene en nombre del Señor! ¡Hosanna en las alturas!"
Entró a la ciudad de Jerusalén, que era la ciudad más importante y la capital de su nación, y mucha gente, niños y adultos, lo acompañaron y recibieron como a un rey con palmas y ramos gritándole “hosanna” que significa “Viva”. La gente de la ciudad preguntaba ¿quién es éste? y les respondían: “Es el profeta Jesús, de Nazaret de Galilea”. Esta fue su entrada triunfal.
La muchedumbre que lo seguía estaba formada por hombres, mujeres y niños, cada uno con su nombre, su ocupación, sus cosas buenas y malas, y con el mismo interés de seguir a Jesús. Algunas de estas personas habían estado presentes en los milagros de Jesús y habían escuchado sus parábolas. Esto los llevó a alabarlo con palmas en las manos cuando entró en Jerusalén.
Fueron muchos los que siguieron a Cristo en este momento de triunfo, pero fueron pocos los que lo acompañaron en su pasión y muerte.
Mientras esto sucedía, los sacerdotes judíos buscaban pretextos para meterlo en la cárcel, pues les dio miedo al ver cómo la gente lo amaba cada vez más y como lo habían aclamado al entrar a Jerusalén.
¿Qué significado tiene esto en nuestras vidas?
Es una oportunidad para proclamar a Jesús como el rey y centro de nuestras vidas. Debemos parecernos a esa gente de Jerusalén que se entusiasmó por seguir a Cristo. Decir “que viva mi Cristo, que viva mi rey...” Es un día en el que le podemos decir a Cristo que nosotros también queremos seguirlo, aunque tengamos que sufrir o morir por Él. Que queremos que sea el rey de nuestra vida, de nuestra familia, de nuestra patria y del mundo entero. Queremos que sea nuestro amigo en todos los momentos de nuestra vida.
Explicación de la Misa del Domingo de Ramos
La Misa se inicia con la procesión de las palmas. Nosotros recibimos las palmas y decimos o cantamos “Bendito el que viene en el nombre del Señor”. El sacerdote bendice las palmas y dirige la procesión. Luego se comienza la Misa. Se lee el Evangelio de la Pasión de Cristo.
Al terminar la Misa, nos llevamos las palmas benditas a nuestro hogar. Se acostumbra colocarlas detrás de las puertas en forma de cruz. Esto nos debe recordar que Jesús es nuestro rey y que debemos siempre darle la bienvenida en nuestro hogar. Es importante no hacer de esta costumbre una superstición pensando que por tener nuestra palma, no van a entrar ladrones a nuestros hogares y que nos vamos a librar de la mala suerte.
Oración para poner las palmas benditas en el hogar:
Bendice Señor nuestro hogar.
Que tu Hijo Jesús y la Virgen María reinen en él.
Por tu intercesión danos paz, amor y respeto,
para que respetándonos y amándonos
los sepamos honrar en nuestra vida familiar,
Sé tú, el Rey en nuestro hogar.
Amén.
http://es.catholic.net/op/articulos/18296/domingo-de-ramos.html#modal
viernes, 23 de marzo de 2018
Rosario a la preciosísima Sangre de Cristo. Orando con los impetus del Espíritu Santo.
la oracion es el recurso de los creyentes y aún de los no creyentes esta
oracion relaizada en el poder del espíritu santo es inspracion divina y
obra maravillas solamente hace falta realizarla con nuestra fe asi de
pequeña e inmadura, así Dios nos escucha y acude a resolver todas
nuestars necesidades, espirituales, fisicas y materiales. La oracion en
Lenguas inspiracion del espíritu santo hace prodigios. Cuando te sientas
que todo no tiene solucion o remedio, cuano veas que no hay salida a
los problemas de la vida cotidiana... cuando sientas que todo ya no
tiene sentido es momento de poner todo en manos de Dios y dejar que él
actue, como dice la palabra..."Solamente haz la prueba y verás que bueno
es el Señor..." (SAL,33) Paz y Bien
jueves, 22 de marzo de 2018
Cuaresma tiempo de conversion.
Un famoso médico norteamericano poseía y administraba una
extensa red de clínicas abortivas. Él mismo calcula que llegó a practicar más de
70.000 abortos. Hasta que presenció una ecografía: ingenio tecnológico que le reveló,
con brutal evidencia, que se había convertido en asesino, a sangre fría, de criaturas
que ya tenían forma humana, vida humana, alma humana. Sólo que eran todavía muy
pequeñitas, y totalmente indefensas. A partir de ese shock, aquel médico dejó atrás su
pasado abortista y se convirtió en activo promotor y líder del Movimiento Pro-Vida. La
dinámica de este proceso lo llevó a revisar profundamente sus convicciones éticas y
religiosas, hasta hacerlo abrazar, desde su ateísmo, la fe cristiana y católica. Allí
encontró la reafirmación del carácter sagrado de la vida humana, don de Dios que nos
hace semejantes a Él y partícipes de la naturaleza divina. Es un ejemplo contemporáneo,
clamoroso de que en todos los tiempos y para todas las personas es posible la conversión.
Si alguna de estas descripciones calza conmigo, quiere decir que estoy mal. No estoy honrando aquello que pertenece a lo más específico del ser humano: su capacidad de cambio, de superación, de transformación. Eso que llamamos conversión. La cuaresma es por antonomasia tiempo de conversión. Tomarla en serio exige detenerse y pensar:
¿qué hay en mí que debería cambiar?
¿De qué y en qué tengo que convertirme?
Como un subsidio para ayudar a este escrutinio de conciencia, podemos tomar dos espejos: el Manual de Carreño, y las promesas bautismales. Dos espejos distintos, pero una misma voluntad y consecuencia: mi imagen, mi realidad tienen que cambiar. Porque soy imagen y semejanza de Dios, y mi realidad es ser partícipe, por el bautismo, de esa naturaleza divina.
Veamos el Manual de Carreño.
Cuánto tiempo dedico a escuchar a otros, en lugar de abrumarlos con mi egocéntrica verborrea?
¿Soy capaz de escuchar con atención total?
¿Es mi audición tan objetiva que me permite asimilar la verdad o novedad de lo escuchado, y rectificar el juicio que ya tenía preparado o formulado?
¿Se me tiene como persona puntual, que honra su compromiso de estar a la hora en que se debe estar?
¿Son mis promesas confiables?
¿Devuelvo oportunamente lo que he pedido prestado?
¿Doy a tiempo aviso, o pido ser disculpado por omisiones, ausencias o tardanzas que han molestado y dañado a quienes confiaron en mí?
¿Agradezco como es debido, es decir siempre, toda muestra de bondad y todo acto de servicio con que otros me distinguen?
¿Me acuerdo y ocupo de felicitar y obsequiar a quien celebra su día?
¿Divulgo sin necesidad infundios, rumores y chascarros que van en descrédito de terceros ausentes?
¿Guardo con inviolable discreción el secreto que me ha sido confiado?
¿Impongo brutalmente a otros el ruido que a mí me gusta, los olores que a mí no me importan, el mal humor que a mí me aflige?
¿Invito y agasajo siempre, o casi siempre, con miras a obtener un beneficio o una reciprocidad?
¿Hablo de manera inteligible y decente, cualquiera sea mi entorno?
¿Respondo, o hago al menos un esfuerzo por responder las llamadas y cartas que se supone merecen y esperan respuesta?
¿Pido disculpa cuando tomo conciencia de haber dañado, con malicia o por negligencia, la honra o los derechos de otro?
Miradas una a una, son o parecen pequeñeces. Pero hay algo que las une a todas como un hilo conductor: la caridad. La delicadeza de pensar siempre en el otro, y de sentir al otro como un alguien que me pertenece, que es un don y una tarea para mí. Por eso no son pequeñeces: la caridad, que es su alma, las hace grandes. La caridad es lo más grande. Y su prueba de fuego son las cosas pequeñas.
Otros espíritus, de mayor altura de vuelo, preferirán el espejo de las promesas bautismales. Cada una de ellas contiene la correlativa exigencia de conversión. Quien promete renunciar al pecado, para vivir en la libertad de los hijos de Dios, tendrá que asumir el compromiso de confiar, hasta abandonarse como niño, en la gracia del Dios omnipotente, misericordioso y fiel. La esencia del pecado es desconfiar de Dios. ¿En qué grado mi estilo de vida, mi actitud fundamental están marcados por la desconfianza, y consiguientemente por mi continuo reclamo, reproche, descontento, murmuración ante la aparente dejación u olvido que Dios ha hecho de mí? Visto de otro modo: ¿qué lugar está ocupando, en mi oración y reflexión cotidianas, la acción de gracias a Dios por lo mucho y demasiado que me ha regalado, junto con la petición, humilde y confiada, de lo poco que creo aún necesitar para sentirme feliz? Prometemos, en el bautismo, renunciar a las tentaciones o seducciones que pueden convertirnos en súbditos del pecado. Tal promesa se traduce en compromiso de vigilancia y prudencia. No podemos jugar todo el tiempo con fuego ni bailar en la cuerda floja, en una temeraria confianza de que Dios hará un milagro para impedir nuestra combustión o caída. Un buen propósito cuaresmal sería pensar mejor las cosas y las palabras, preparar y hacer mejor mi trabajo, prevenir a tiempo los focos de conflicto, esforzarme más por la transparencia que disipa los equívocos. Que mi memoria me preserve de tropezar por segunda o tercera vez en la misma piedra. Que mi docilidad me haga humilde para preguntar a los que saben lo que yo no sé.
Finalmente, prometemos renunciar a Satanás. ¿Qué rasgos lo caracterizan?
1) la soberbia de no querer inclinarse ante jerarquía superior;
2) ser padre de la mentira, mentiroso desde el principio;
3) vivir atormentado por la envidia, sin tolerar la felicidad de otros;
4) odiar al prójimo hasta desear, instigar y consumar su eliminación violenta;
5) sembrar cizaña para dividir y contraponer a los que Dios quiere unidos; y
6) contagiar a todos la insuperable tristeza de haber escogido para siempre el mal.
Cualquiera que sea nuestro espejo y nuestro propósito cuaresmal, deberá atenerse a tres premisas básicas. Si debo y quiero cambiar, quiere decir que puedo. La gracia de Dios nunca me faltará, si se la pido con humilde perseverancia. Y no hay cambio, ni conversión ni progreso, sin cruz.. Para convertir mi mediocridad y miseria en oro, tengo que pasar por el crisol de la disciplina y del sufrimiento. Pero no hay que temer ni cavilar, sólo dar el primer paso.
Tendemos a pensar
que la conversión, es decir, el cambio radical en la orientación valórica y en las
normas de conducta, es un tema bíblico, histórico, ajeno: atractivo material para
películas e historias devocionales.
Pero no un tema mío. Los que se
convierten son la Magdalena, Mateo, Zaqueo, el "buen ladrón". ¿Pero yo?
¿Tengo yo la capacidad de transformar, en modo radical y substancial, los valores por los
que oriento mi existencia? ¿Está en mí la posibilidad de vencer un vicio, un prejuicio,
una tendencia que durante años ha marcado negativamente mi personalidad, perjudicando mi
salud y dañando mi buena relación con los demás? No son preguntas menores. Y sus más
frecuentes respuestas van en la línea de un conformismo fatalista, de una resignación
pasiva, de un dejar actuar la ley de la inercia: Total, yo soy así, ya estoy viejo para
cambiar. No siento en mí ni la capacidad ni la voluntad de intentar siquiera un cambio.
De manera que si soy un fumador, un alcohólico, un drogadicto, un blasfemador y
murmurador impenitente; si arrastro enfermizamente un rencor familiar, profesional o
político; si cualquier estímulo erótico, cualquier sugerencia o invitación, cualquier
oportunidad o puerta que me abren encuentra en mí la más inmediata aceptación, sin
importarme las decencias o las lealtades que iré diseminando en el camino; si mi apetito
de conocer a Dios y de aproximarme a la intimidad con Él y a la obediencia de sus
mandatos choca con mi estudiada indiferencia y encogimiento de hombros: total, Dios
comprenderá, y por último ¿quién asegura que Él realmente existe?.Si alguna de estas descripciones calza conmigo, quiere decir que estoy mal. No estoy honrando aquello que pertenece a lo más específico del ser humano: su capacidad de cambio, de superación, de transformación. Eso que llamamos conversión. La cuaresma es por antonomasia tiempo de conversión. Tomarla en serio exige detenerse y pensar:
¿qué hay en mí que debería cambiar?
¿De qué y en qué tengo que convertirme?
Como un subsidio para ayudar a este escrutinio de conciencia, podemos tomar dos espejos: el Manual de Carreño, y las promesas bautismales. Dos espejos distintos, pero una misma voluntad y consecuencia: mi imagen, mi realidad tienen que cambiar. Porque soy imagen y semejanza de Dios, y mi realidad es ser partícipe, por el bautismo, de esa naturaleza divina.
Veamos el Manual de Carreño.
Cuánto tiempo dedico a escuchar a otros, en lugar de abrumarlos con mi egocéntrica verborrea?
¿Soy capaz de escuchar con atención total?
¿Es mi audición tan objetiva que me permite asimilar la verdad o novedad de lo escuchado, y rectificar el juicio que ya tenía preparado o formulado?
¿Se me tiene como persona puntual, que honra su compromiso de estar a la hora en que se debe estar?
¿Son mis promesas confiables?
¿Devuelvo oportunamente lo que he pedido prestado?
¿Doy a tiempo aviso, o pido ser disculpado por omisiones, ausencias o tardanzas que han molestado y dañado a quienes confiaron en mí?
¿Agradezco como es debido, es decir siempre, toda muestra de bondad y todo acto de servicio con que otros me distinguen?
¿Me acuerdo y ocupo de felicitar y obsequiar a quien celebra su día?
¿Divulgo sin necesidad infundios, rumores y chascarros que van en descrédito de terceros ausentes?
¿Guardo con inviolable discreción el secreto que me ha sido confiado?
¿Impongo brutalmente a otros el ruido que a mí me gusta, los olores que a mí no me importan, el mal humor que a mí me aflige?
¿Invito y agasajo siempre, o casi siempre, con miras a obtener un beneficio o una reciprocidad?
¿Hablo de manera inteligible y decente, cualquiera sea mi entorno?
¿Respondo, o hago al menos un esfuerzo por responder las llamadas y cartas que se supone merecen y esperan respuesta?
¿Pido disculpa cuando tomo conciencia de haber dañado, con malicia o por negligencia, la honra o los derechos de otro?
Miradas una a una, son o parecen pequeñeces. Pero hay algo que las une a todas como un hilo conductor: la caridad. La delicadeza de pensar siempre en el otro, y de sentir al otro como un alguien que me pertenece, que es un don y una tarea para mí. Por eso no son pequeñeces: la caridad, que es su alma, las hace grandes. La caridad es lo más grande. Y su prueba de fuego son las cosas pequeñas.
Otros espíritus, de mayor altura de vuelo, preferirán el espejo de las promesas bautismales. Cada una de ellas contiene la correlativa exigencia de conversión. Quien promete renunciar al pecado, para vivir en la libertad de los hijos de Dios, tendrá que asumir el compromiso de confiar, hasta abandonarse como niño, en la gracia del Dios omnipotente, misericordioso y fiel. La esencia del pecado es desconfiar de Dios. ¿En qué grado mi estilo de vida, mi actitud fundamental están marcados por la desconfianza, y consiguientemente por mi continuo reclamo, reproche, descontento, murmuración ante la aparente dejación u olvido que Dios ha hecho de mí? Visto de otro modo: ¿qué lugar está ocupando, en mi oración y reflexión cotidianas, la acción de gracias a Dios por lo mucho y demasiado que me ha regalado, junto con la petición, humilde y confiada, de lo poco que creo aún necesitar para sentirme feliz? Prometemos, en el bautismo, renunciar a las tentaciones o seducciones que pueden convertirnos en súbditos del pecado. Tal promesa se traduce en compromiso de vigilancia y prudencia. No podemos jugar todo el tiempo con fuego ni bailar en la cuerda floja, en una temeraria confianza de que Dios hará un milagro para impedir nuestra combustión o caída. Un buen propósito cuaresmal sería pensar mejor las cosas y las palabras, preparar y hacer mejor mi trabajo, prevenir a tiempo los focos de conflicto, esforzarme más por la transparencia que disipa los equívocos. Que mi memoria me preserve de tropezar por segunda o tercera vez en la misma piedra. Que mi docilidad me haga humilde para preguntar a los que saben lo que yo no sé.
Finalmente, prometemos renunciar a Satanás. ¿Qué rasgos lo caracterizan?
1) la soberbia de no querer inclinarse ante jerarquía superior;
2) ser padre de la mentira, mentiroso desde el principio;
3) vivir atormentado por la envidia, sin tolerar la felicidad de otros;
4) odiar al prójimo hasta desear, instigar y consumar su eliminación violenta;
5) sembrar cizaña para dividir y contraponer a los que Dios quiere unidos; y
6) contagiar a todos la insuperable tristeza de haber escogido para siempre el mal.
Cualquiera que sea nuestro espejo y nuestro propósito cuaresmal, deberá atenerse a tres premisas básicas. Si debo y quiero cambiar, quiere decir que puedo. La gracia de Dios nunca me faltará, si se la pido con humilde perseverancia. Y no hay cambio, ni conversión ni progreso, sin cruz.. Para convertir mi mediocridad y miseria en oro, tengo que pasar por el crisol de la disciplina y del sufrimiento. Pero no hay que temer ni cavilar, sólo dar el primer paso.
http://webcatolicodejavier.org/dosespejos.html
domingo, 18 de marzo de 2018
sábado, 17 de marzo de 2018
Cúando estoy triste...
Querido Jesús:
hoy no ando bien,
estoy desanimado,
me siento triste,
necesito sentirte cerca
para levantarme el ánimo
y volver a sonreír.
Veo las cosas todas negras
y no soy capaz de ver
todas las cosas lindas que me pasan.
Contágiame tu alegría y tus ganas.
Ayúdame a sonreír y a ver las cosas
con más optimismo y buena cara.
Yo sé que estás conmigo y a mi lado,
que no me fallas nunca,
que eres mi amigo de verdad.
hoy no ando bien,
estoy desanimado,
me siento triste,
necesito sentirte cerca
para levantarme el ánimo
y volver a sonreír.
Veo las cosas todas negras
y no soy capaz de ver
todas las cosas lindas que me pasan.
Contágiame tu alegría y tus ganas.
Ayúdame a sonreír y a ver las cosas
con más optimismo y buena cara.
Yo sé que estás conmigo y a mi lado,
que no me fallas nunca,
que eres mi amigo de verdad.
Amén...Amén...Amén!!!
https://la-oracion.com/oraciones/oraciones-varias/cuando-estoy-triste/
Consejos de San Benito para la Cuaresma.
«Aunque la vida del monje debería tener en
todo tiempo una observancia cuaresmal, sin embargo, como son pocos los
que tienen semejante fortaleza, los exhortamos a que en estos días de Cuaresma guarden su vida con suma pureza, y a que borren también en estos días santos todas las negligencias de otros tiempos. Lo cual haremos convenientemente, si nos apartamos de todo vicio y nos entregamos a la oración con lágrimas, a la lectura, a la compunción del corazón y a la abstinencia.
Por eso, añadamos en estos días algo a la tarea habitual de nuestro servicio,
como oraciones particulares o abstinencia de comida y bebida, de modo
que cada uno, con gozo del Espíritu Santo, ofrezca voluntariamente a
Dios algo sobre la medida establecida, esto es, que prive a su cuerpo de
algo de alimento, de bebida, de sueño, de conversación y de bromas, y espere la Pascua con la alegría del deseo espiritual» (San Benito, Regla, Capítulo 49).
El ”renacimiento” del águila
Uno de mis animales favoritos es el águila.
Siempre lo ha sido. Ver sus alas extendidas en su majestuoso vuelo o la
pose orgullosa y elegante de su cabeza ha constituido desde mi más
tierna infancia objeto de admiración. Por ese motivo, no dudé en abrir
una de las miles de presentaciones de Power Point que me llegaron esta semana con el título de “El reto del águila”. Decía exactamente lo siguiente:
El águila es una de las aves de mayor longevidad. Llega a vivir 70 años. Pero para llegar a esa edad, en su cuarta década tiene que tomar una seria y difícil decisión
A
los 40 años, ya sus uñas se volvieron tan largas y flexibles que no
puede sujetar a las presas de las cuales se alimenta. El pico alargado y
en punta, se curva demasiado y ya no le sirve. Apuntando contra el
pecho están las alas, envejecidas y pesadas en función del gran tamaño
de sus plumas y, para entonces, ¡volar se vuelve tan difícil!
Entonces, tiene sólo dos alternativas: Dejarse estar y morir… o enfrentar un doloroso proceso de renovación
que le llevará aproximadamente 150 días. Ese proceso consiste en volar a
lo alto de una montaña y recogerse en un nido, próximo a un paredón
donde ella no necesita volar y se siente más protegida
Entonces, una vez encontrado el lugar adecuado, el águila comienza a golpear la roca con el pico ¡hasta arrancarlo! Luego espera que le nazca un nuevo pico con el cual podrá arrancar sus viejas uñas inservibles. Cuando las nuevas uñas comienzan a crecer, ella desprende una a una, sus viejas y sobrecrecidas plumas. Y después de todos esos largos y dolorosos cinco meses de heridas, cicatrizaciones y crecimiento, logra realizar su famoso vuelo de renovación, renacimiento y festejo para vivir otros 30 años más.
La renuncia en la Cuaresma es necesaria
No sé si sea verdad o una mera ficción, pero a mí me ha recordado el período de Cuaresma que estamos viviendo, un tiempo que, para muchos, puede ser costoso. De hecho, lo era para San Benito.
El texto del santo que arriba he querido compartirles lo deja muy claro: no se puede vivir la Cuaresma durante todo el año. No todos tenemos las fuerzas para vivirlo. Pero también es verdad que la Cuaresma es necesaria, así como para el águila era necesario ese esconderse en su nido. Sin este período de renuncias, nuestra alma puede volverse vieja, rutinaria y no rejuvenecer.
Por ello, con este tiempo litúrgico que la Iglesia nos propone no es que se busque hacernos la vida imposible, sino que, con la oración y los pequeños sacrificios que uno realiza
-«que prive a su cuerpo de algo de alimento, de bebida, de sueño, de
conversación y de bromas», para decirlo con las palabras de San Benito-
se nos ayuda a fortalecer nuestro espíritu, a darle más fuerza y
soportar, luego, los grandes vuelos que aún tengamos por delante en
nuestra vida: vuelos que no estarán exentos de dificultades y
tentaciones; vuelos que nos llevarán, si Dios quiere, al vuelo
definitivo a la Eternidad, al abrazo con Dios.
¿Cuántas “uñas largas e inservibles” tengo yo en mi vida y que necesito arrancarme? ¿Cuál es mi lista de vicios o de pequeñas cosas que puedo ofrecer a Dios? Sería muy positivo, si no lo han hecho aún, trazarse unos objetivos, sencillos y claros, para estos 40 días de Cuaresma y ponerlos delante de Dios en la oración. Así,
podremos renovar nuestra alma y, de esta manera, podremos ser también
objetos de admiración… pero no de cualquiera, sino del mismo Dios.
Autor: P. Juan Antonio Ruiz J., L.C.
https://la-oracion.com/como-orar/san-benito-un-aguila-y-los-consejos-para-vivir-la-cuaresma/
jueves, 15 de marzo de 2018
Examen de conciencia
1. Respecto a Dios y a la vida de fe.
-
¿Tengo presente a Dios en mi vida? ¿Quiero que todo lo que soy y hago
se dirija a Dios? ¿Pongo en él la confianza fundamental de mi vida, o
la pongo en otras cosas?
- ¿Tengo momentos de oración, de diálogo confiado con Dios?
- ¿Participo en la oración de la Iglesia especialmente en la Eucaristía de los domingos?
- ¿Mi vida es un verdadero testimonio del Evangelio, de modo que los demás, al verme, se sientan atraídos a la fe? ¿Me he mostrado cristiano en mi vida privada y pública?
- ¿Me preocupo por mi formación cristiana, escuchando y leyendo la Palabra de Dios, y participando en las catequesis y otros encuentros de reflexión?
- ¿Sostengo económicamente las necesidades de la Iglesia?
- ¿Tengo momentos de oración, de diálogo confiado con Dios?
- ¿Participo en la oración de la Iglesia especialmente en la Eucaristía de los domingos?
- ¿Mi vida es un verdadero testimonio del Evangelio, de modo que los demás, al verme, se sientan atraídos a la fe? ¿Me he mostrado cristiano en mi vida privada y pública?
- ¿Me preocupo por mi formación cristiana, escuchando y leyendo la Palabra de Dios, y participando en las catequesis y otros encuentros de reflexión?
- ¿Sostengo económicamente las necesidades de la Iglesia?
2. En la relación con los demás
-
¿Tengo claro que ser cristiano implica no desentenderse de los demás?
¿Tengo verdadero amor a los demás, o me sirvo de ellos para mis
intereses? ¿0 quizá hago a los demás lo que no quisiera que me hicieran
a mí?
- ¿Sé escuchar a los demás, descubrir la parte de verdad que tienen? ¿Sé dialogar, comprender, aceptar las opiniones y pareceres de los demás? ¿Hago todo lo que puedo para superar las disensiones y situaciones de tirantez?
- ¿He violado la vida, la integridad física, o los bienes de los demás? ¿Les he producido algún daño? ¿He tenido odio a alguien?
- Si conduzco un coche u otro vehículo, ¿lo hago como es debido? Si me he encontrado con algún accidente, ¿he prestado mi ayuda cuando era necesario?
- ¿He robado o he deseado injusta y desordenadamente los bienes de los demás o les he producido perjuicios? Si ha sido así, ¿he procurado restituir y reparar los daños que he causado?
- ¿He engañado o estafado en los negocios?
- Si he sido injuriado, ¿he procurado la paz y he estado dispuesto a perdonar, o bien conservo odio y deseo de venganza?
- ¿He respetado al marido o la mujer de los demás? ¿Soy consciente de que el sexo no es un simple instrumento de placer, sino que está destinado al amor?
- ¿He mantenido la verdad y la fidelidad, o bien he dañado a los demás con falsedades, calumnias, juicios temerarios o la violación de algún secreto? ¿Me gusta murmurar y criticar? ¿He propagado rumores que creaban mal ambiente y desánimo? ¿He difundido insinuaciones maliciosas, medias palabras o juicios que contribuyan a dar mala fama y a dañar a otros? Cuando alguien ha sido acusado o criticado injustamente, ¿me he desentendido del tema en lugar de defenderlo y testificar a su favor?
- ¿He sentido envidia de las cualidades de los demás? ¿He intentado desacreditar a alguien por envidia?
- ¿Respeto los derechos de los demás en las cosas pequeñas de cada día, por ejemplo en las colas de las tiendas o los autobuses, no queriendo pasar cuando no me toca? ¿Procuro no molestar a los demás poniendo por ejemplo la televisión o la radio demasiado alta, o no siendo puntual y haciendo esperar, o hablando o haciendo ruido en los lugares en los que hay que estar en silencio?
- ¿Procuro hacer la vida más fácil y agradable a los demás?
- ¿Soy amable?
- ¿Sé escuchar a los demás, descubrir la parte de verdad que tienen? ¿Sé dialogar, comprender, aceptar las opiniones y pareceres de los demás? ¿Hago todo lo que puedo para superar las disensiones y situaciones de tirantez?
- ¿He violado la vida, la integridad física, o los bienes de los demás? ¿Les he producido algún daño? ¿He tenido odio a alguien?
- Si conduzco un coche u otro vehículo, ¿lo hago como es debido? Si me he encontrado con algún accidente, ¿he prestado mi ayuda cuando era necesario?
- ¿He robado o he deseado injusta y desordenadamente los bienes de los demás o les he producido perjuicios? Si ha sido así, ¿he procurado restituir y reparar los daños que he causado?
- ¿He engañado o estafado en los negocios?
- Si he sido injuriado, ¿he procurado la paz y he estado dispuesto a perdonar, o bien conservo odio y deseo de venganza?
- ¿He respetado al marido o la mujer de los demás? ¿Soy consciente de que el sexo no es un simple instrumento de placer, sino que está destinado al amor?
- ¿He mantenido la verdad y la fidelidad, o bien he dañado a los demás con falsedades, calumnias, juicios temerarios o la violación de algún secreto? ¿Me gusta murmurar y criticar? ¿He propagado rumores que creaban mal ambiente y desánimo? ¿He difundido insinuaciones maliciosas, medias palabras o juicios que contribuyan a dar mala fama y a dañar a otros? Cuando alguien ha sido acusado o criticado injustamente, ¿me he desentendido del tema en lugar de defenderlo y testificar a su favor?
- ¿He sentido envidia de las cualidades de los demás? ¿He intentado desacreditar a alguien por envidia?
- ¿Respeto los derechos de los demás en las cosas pequeñas de cada día, por ejemplo en las colas de las tiendas o los autobuses, no queriendo pasar cuando no me toca? ¿Procuro no molestar a los demás poniendo por ejemplo la televisión o la radio demasiado alta, o no siendo puntual y haciendo esperar, o hablando o haciendo ruido en los lugares en los que hay que estar en silencio?
- ¿Procuro hacer la vida más fácil y agradable a los demás?
- ¿Soy amable?
3. En la vida de familia
-
En la relación entre los esposos: ¿Me esfuerzo para que crezca el amor
entre los dos? ¿hay cariño, diálogo entre ambos, y responsabilidad
compartida, o bien me preocupo sólo de mis cosas y me creo en el
derecho de imponer siempre mis criterios? ¿mantengo firmemente la
fidelidad matrimonial? En la relación sexual, ¿me preocupo de bienestar
del otro, o pienso solo en mí?
- En la relación de los padres para con los hijos: ¿Les dedico tiempo? ¿Les doy un buen testimonio de vida humana y cristiana? ¿soy dialogante? ¿procuro enseñarles a escoger con libertad y responsabilidad su camino? ¿Les enseño a compartir lo que tienen, tanto con los demás miembros de la familia, como con los compañeros, como con los pobres?
- En la relación de los hijos para con los padres: ¿Me preocupo de los problemas de la familia, o me desentiendo de ellos? ¿busco el diálogo con mis padres, o más bien paso de ellos, o estoy permanentemente agresivo? ¿quiero a mis padres?
- A los ancianos de la familia, ¿les doy cariño y atención?
- En la relación entre todos los miembros de la familia, ¿colaboro para que el clima familiar sea lo más positivo posible, de modo que todos podamos encontrarnos bien en casa?
- En mi familia, ¿vivimos solo preocupados por los intereses familiares (los mejores colegios para los hijos, un buen coche, etc.), o bien somos conscientes de que debemos dedicar parte de lo que tenemos a ayudar a los que tienen menos, y que para ello hay que rebajar el propio nivel de vida?
- En la relación de los padres para con los hijos: ¿Les dedico tiempo? ¿Les doy un buen testimonio de vida humana y cristiana? ¿soy dialogante? ¿procuro enseñarles a escoger con libertad y responsabilidad su camino? ¿Les enseño a compartir lo que tienen, tanto con los demás miembros de la familia, como con los compañeros, como con los pobres?
- En la relación de los hijos para con los padres: ¿Me preocupo de los problemas de la familia, o me desentiendo de ellos? ¿busco el diálogo con mis padres, o más bien paso de ellos, o estoy permanentemente agresivo? ¿quiero a mis padres?
- A los ancianos de la familia, ¿les doy cariño y atención?
- En la relación entre todos los miembros de la familia, ¿colaboro para que el clima familiar sea lo más positivo posible, de modo que todos podamos encontrarnos bien en casa?
- En mi familia, ¿vivimos solo preocupados por los intereses familiares (los mejores colegios para los hijos, un buen coche, etc.), o bien somos conscientes de que debemos dedicar parte de lo que tenemos a ayudar a los que tienen menos, y que para ello hay que rebajar el propio nivel de vida?
4. En el uso del dinero
-
¿Vivo pendiente del dinero? ¿Pienso constantemente en cómo obtener más
dinero? ¿Pienso que hay que espabilarse para tener más dinero, y
dejarse de escrúpulos y preocupaciones morales?
- ¿Tengo claro que la propiedad y el dinero no tienen un valor absoluto, que no son solo míos, sino que implican unos deberes sociales?
- ¿Comparto mis bienes con los que tienen menos que yo? ¿Qué parte de mi dinero dedico a la solidaridad con los necesitados, de aquí y de los países pobres? Si tengo familiares o amigos que están en mala situación económica, ¿cómo les ayudo?
- ¿Tengo claro que la propiedad y el dinero no tienen un valor absoluto, que no son solo míos, sino que implican unos deberes sociales?
- ¿Comparto mis bienes con los que tienen menos que yo? ¿Qué parte de mi dinero dedico a la solidaridad con los necesitados, de aquí y de los países pobres? Si tengo familiares o amigos que están en mala situación económica, ¿cómo les ayudo?
5. En las relaciones laborales
-
Si soy empresario o tengo cargos directivos, ¿me preocupo de que los
salarios de los trabajadores sean dignos? ¿hago lo que puedo para que
los efectos de las crisis económicas no recaigan sobre los que tienen
menos? ¿hago mi trabajo lo mejor que puedo?
- Si soy trabajador, ¿cumplo con mi trabajo con eficacia y dedicación? ¿soy solidario con los demás trabajadores, especialmente con los que están en peor situación que yo, o me desentiendo de los problemas colectivos? ¿procuro actuar con inteligencia y honestidad en las reivindicaciones y los conflictos?
6. En la vida social
- Si soy trabajador, ¿cumplo con mi trabajo con eficacia y dedicación? ¿soy solidario con los demás trabajadores, especialmente con los que están en peor situación que yo, o me desentiendo de los problemas colectivos? ¿procuro actuar con inteligencia y honestidad en las reivindicaciones y los conflictos?
6. En la vida social
-
¿Me preocupo por el bien y la prosperidad de la comunidad de la que
formo parte, o bien llevo una vida centrada en mí mismo? ¿Pienso que el
progreso en la justicia, en la igualdad, en la superación de las
diferencias económicas y sociales, forma parte del mensaje cristiano?
- ¿Me indigno ante las injusticias, o me dejan indiferente? ¿Defiendo a los oprimidos? ¿Ayudo a los que lo pasan mal? ¿Colaboro para una convivencia mejor para todos? ¿O bien me desentiendo (o incluso desprecio) a los débiles, los inmigrantes, los enfermos, los ancianos?
- ¿Participo según mis posibilidades en la promoción de una vida más digna para todos? ¿Conozco las distintas iniciativas en este sentido, como por ejemplo la acción de Cáritas, de los grupos de ayuda fraterna, de los grupos al servicio del Tercer Mundo, de las entidades políticas y sociales?
- ¿Participo en las actividades ciudadanas que ayudan a una mejor convivencia?
- ¿Pago mis impuestos? ¿Cumplo con deberes cívicos?
- ¿Procuro que se conserven y que no se estropeen los bienes que son de uso público?
- ¿Me preocupo por la protección de la naturaleza y del medio ambiente? Cuando salgo a lugares de mar o de montaña, ¿procuro que quede limpio allí donde he estado, y evito crear peligros de incendio o degradación?¿Reciclo el vidrio, el papel y los envases de plástico para cuidar el planeta?
- ¿Me indigno ante las injusticias, o me dejan indiferente? ¿Defiendo a los oprimidos? ¿Ayudo a los que lo pasan mal? ¿Colaboro para una convivencia mejor para todos? ¿O bien me desentiendo (o incluso desprecio) a los débiles, los inmigrantes, los enfermos, los ancianos?
- ¿Participo según mis posibilidades en la promoción de una vida más digna para todos? ¿Conozco las distintas iniciativas en este sentido, como por ejemplo la acción de Cáritas, de los grupos de ayuda fraterna, de los grupos al servicio del Tercer Mundo, de las entidades políticas y sociales?
- ¿Participo en las actividades ciudadanas que ayudan a una mejor convivencia?
- ¿Pago mis impuestos? ¿Cumplo con deberes cívicos?
- ¿Procuro que se conserven y que no se estropeen los bienes que son de uso público?
- ¿Me preocupo por la protección de la naturaleza y del medio ambiente? Cuando salgo a lugares de mar o de montaña, ¿procuro que quede limpio allí donde he estado, y evito crear peligros de incendio o degradación?¿Reciclo el vidrio, el papel y los envases de plástico para cuidar el planeta?
7. Respecto a las actitudes personales
- ¿Me amo a mí mismo como Dios me ama? ¿Me acepto, con mis limitaciones y debilidades, como Dios me acepta?- ¿Me esfuerzo por corregir mis malas inclinaciones, como son el abuso en comer y beber?
- ¿Llevo una vida sexual desordenada?
- ¿Dejo por pereza de realizar lo que debería?
- ¿Reacciono a menudo con ira? ¿Soy amigo de provocar conflictos y riñas? ¿Soy protestón? ¿Lo encuentro siempre todo mal?
- ¿Afronto con entereza las dificultades de la vida?
- ¿Hago rendir las posibilidades que tengo y que Dios me ha dado?
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