lunes, 19 de agosto de 2019

Gotitas de Sabiduría





Tener fe es ACEPTAR los designios de Dios aunque no los entendamos, aunque no nos gusten. Si tuviéramos la capacidad de ver el fin desde el principio tal como Él lo ve, entonces podríamos saber por qué a veces conduce nuestra vida por sendas extrañas y contrarias a nuestra razón y a nuestros deseos. 

Tener fe es DAR cuando no tenemos, cuando nosotros mismos necesitamos. La fe siempre saca algo valioso de lo aparentemente inexistente; puede hacer que brille el tesoro de la generosidad en medio de la pobreza y el desamparo, llenando de gratitud al que recibe y al que da.

Tener fe es CREER cuando resulta más fácil recurrir a la duda. Si la llama de la confianza en algo mejor se extingue en nosotros, entonces ya no queda más remedio que entregarse al desánimo. La creencia en nuestras bondades, posibilidades y talentos, tanto como en los de nuestros semejantes, es la energía que mueve la vida hacia grandes derroteros.

Tener fe es GUIAR nuestra vida no con la vista, sino con el corazón. La razón necesita muchas evidencias para arriesgarse, el corazón necesita solo un rayo de esperanza. Las cosas más bellas y grandes que la vida nos regala no se pueden ver, ni siquiera palpar, solo se pueden acariciar con el espíritu.

Tener fe es LEVANTARSE cuando se ha caído. Los reveses y fracasos en cualquier área de la vida nos entristecen, pero es más triste quedarse lamentándose en el frío suelo de la autocompasión, atrapado por la frustración y la amargura.

Tener fe es ARRIESGAR todo a cambio de un sueño, de un amor, de un ideal. Nada de lo que merece la pena en esta vida puede lograrse sin esa dosis de sacrificio que implica desprenderse de algo o de alguien, a fin de adquirir eso que mejore nuestro propio mundo y el de los demás.

Tener fe es VER positivamente hacia adelante, no importa cuán incierto parezca el futuro o cuan doloroso el pasado. Quien tiene fe hace del hoy un fundamento del mañana y trata de vivirlo de tal manera que cuando sea parte de su pasado, pueda verlo como un grato recuerdo.

Tener fe es CONFIAR, pero confiar no solo en las cosas, sino en lo que es más importante... en las personas. Muchos confían en lo material, pero viven relaciones huecas con sus semejantes.
Cierto que siempre habrá gente que te lastime y traicione tu confianza, así que lo que tienes que hacer es seguir confiando y solo ser más cuidadoso con aquél en quien confías dos veces.

Tener fe es BUSCAR lo imposible: sonreír cuando tus días se encuentran nublados y tus ojos se han secado de tanto llorar. 

Tener fe es no dejar nunca de desnudar tus labios con una sonrisa, ni siquiera cuando estés triste, porque nunca sabes cuándo tu sonrisa puede dar luz y esperanza a la vida de alguien que se encuentre en peor situación que la tuya.

Tener fe es CONDUCIRSE por los caminos de la vida de la forma en que un niño toma la mano de su padre. Es que dejemos nuestros problemas en manos de DIOS y nos arrojemos a sus brazos antes que al abismo de la desesperación. Fe es que descansemos en Él para que nos cargue, en vez de cargar nosotros nuestra propia colección de problemas.

Que en tu vida haya suficiente fe para afrontar las situaciones difíciles, junto con la necesaria humildad para aceptar lo que no se pueda cambiar.


 http://webcatolicodejavier.org/tenerfe.html

sábado, 17 de agosto de 2019

Gotitas de Sabiduría





La necesidad de encontrar un amigo

Podemos estar rodeados de muchas personas y sentirnos solos como el Principito que vivía en un planeta solo con su flor. Contemplaba las puestas de sol, que eran hermosas, pero que lo llenaban de una profunda nostalgia. Él vió la necesidad de comprender esa sensación de ausencia y emprende un viaje en búsqueda de amigos impulsado por el deseo de encontrar esa estrella que sea realmente suya.

Los lazos que necesitan hacerse fuertes.

Vamos creando amistades hermosas pero que viven en nuestro pensamiento y en nuestro recuerdo. Necesitamos pasar el tiempo con los amigos, domesticarlos y dejarnos domesticar por ellos. Y así ser felices desde antes del encuentro, felices de compartir el tiempo y las experiencias de nuestras vidas juntos.

 «Yo le hice mi amigo y ahora es único en el mundo»

Cuando una verdadera amistad existe podemos ser libres frente a ella y frente al resto. Un verdadero amigo guardará tus secretos, te dirá tus verdades y te empujará a ser mejor siempre. Un verdadero amigo no es un simple cómplice, es mucho más que eso. Solo hay amistad cuando hay virtud.

Una misión conjunta

Una amistad en la que cada cual quiere seguir su propio camino y sus propios intereses, se vuelve vacía, esas amistades en las que compartimos preguntas que nos inquietan y recibimos por respuesta el silencio o un “para qué te complicas?”. Con los verdaderos amigos no vamos a ciegas la meta, aunque implícita, es conocida y deseada por ambos.

A veces nos desviamos en el camino, tomamos decisiones que van en contra nuestra, y los verdaderos amigos salen, no solo al encuentro sino muchas veces al mismo ¡choque!, a suplicarnos que reaccionemos. La amistad se pone a prueba, pone a prueba nuestra testarudez frente al conocimiento de los amigos que nos aman.

Cuando los amigos se van


Los amigos son insustituibles, y este vacío no se llena ni siquiera con la llegada de nuevos y más amigos.

Una verdadera amistad es un tesoro que te acompaña en la vida y te muestra reflejos de quién eres; te recuerda el camino y lo recorre contigo.

Todo esto me hace pensar finalmente, ¿será que existe la santidad? o, ¿son los buenos amigos los que nos conducen a ella?





viernes, 16 de agosto de 2019

Gotitas de Sabiduría






Los 5 minutos del Espíritu Santo

El Espíritu Santo no hace su obra maravillosa solamente en las personas que son dóciles desde niños, o que toda su vida han llevado un comportamiento normal. 

Él también nos sorprende haciendo maravillas en los grandes pecadores. 

Por eso es bueno que hoy recordemos a María Magdalena, la gran pecadora convertida.
María Magdalena fue la primera en encontrar el sepulcro vacío y en ver al Señor resucitado. 


Fue testigo privilegiada de Cristo vivo.

Así como Jesús se encontró a solas con la samaritana (Juan 4), cuando resucitó quiso encontrarse a solas con María Magdalena. 


La vida cristiana es un encuentro permanente con el Señor resucitado. 

Él visita con su luz la pobre existencia de cualquier ser humano, esté donde esté, no importa donde; para que nadie pueda decir que no es tenido en cuenta, o que ha sido olvidado por Jesús.

María Magdalena, que había sido despreciada por sus muchos pecados, debe ser testigo de su resurrección, debe transmitirlo a los apóstoles.


Aquella mujer apasionada, cautivada, embelesada por el Maestro, aprenderá a gozar de esta nueva forma de encuentro que Jesús le ofrece y se entregará completamente a él.


 Según una vieja tradición, María Magdalena, cansada del mundo que la había esclavizado, se fue al desierto a vivir sólo para el Resucitado. 

Si no es verdad, es un bello símbolo del poder del amor verdadero que el Espíritu Santo derrama en nuestras vidas.

Pidamos al Espíritu Santo que transforme nuestras vidas como lo hizo con María Magdalena. 


Quizás no tengamos los mismos pecados que ella tuvo, pero seguramente tenemos otros, y el Espíritu Santo quiere transformarlo todo.