martes, 12 de noviembre de 2019

Gotitas de Sabiduría.






El cielo, el infierno, el purgatorio y la muerte. ¿Qué sucede al finalizar la vida? ( 2 )


¿Qué es el purgatorio? ¿Es para siempre?
Los que mueren en la gracia y en la amistad de Dios, pero imperfectamente purificados, aunque están seguros de su eterna salvación, sufren después de su muerte una purificación, a fin de obtener la santidad necesaria para entrar en la alegría del cielo. La Iglesia llama purgatorio a esta purificación final de los elegidos, que es completamente distinta del castigo de los condenados. 

Esta enseñanza se apoya también en la práctica de la oración por los difuntos, de la que ya habla la Escritura: “Por eso mandó [Judas Macabeo] hacer este sacrificio expiatorio en favor de los muertos, para que quedaran liberados del pecado” (2 M 12, 46). 

Desde los primeros tiempos, la Iglesia ha honrado la memoria de los difuntos y ha ofrecido sufragios en su favor, en particular el sacrificio eucarístico (cf. DS 856), para que, una vez purificados, puedan llegar a la visión beatífica de Dios. La Iglesia también recomienda las limosnas, las indulgencias y las obras de penitencia en favor de los difuntos. Catecismo de la Iglesia católica, 1030-1032

El purgatorio es una misericordia de Dios, para limpiar los defectos de los que desean identificarse con El. 

No quieras hacer nada por ganar mérito, ni por miedo a las penas del purgatorio: todo, hasta lo más pequeño, desde ahora y para siempre, empéñate en hacerlo por dar gusto a Jesús.. 

“Esta es vuestra hora y el poder de las tinieblas”. —Luego, ¿el hombre pecador tiene su hora? —Sí..., ¡y Dios su eternidad! . 


4. ¿Existe el infierno?


Significa permanecer separados de Él –de nuestro Creador y nuestro fin– para siempre por nuestra propia y libre elección. 

Este estado de autoexclusión definitiva de la comunión con Dios y con los bienaventurados es lo que se designa con la palabra infierno. 

Morir en pecado mortal, sin estar arrepentidos ni acoger el amor misericordioso de Dios es elegir este fin para siempre. 

La enseñanza de la Iglesia afirma la existencia del infierno y su eternidad. Las almas de los que mueren en estado de pecado mortal descienden a los infiernos inmediatamente después de la muerte y allí sufren las penas del infierno, “el fuego eterno”. 

La pena principal del infierno consiste en la separación eterna de Dios en quien únicamente puede tener el hombre la vida y la felicidad para las que ha sido creado y a las que aspira. 

Jesús habla con frecuencia de la gehenna y del fuego que nunca se apaga, reservado a los que, hasta el fin de su vida, rehúsan creer y convertirse, y donde se puede perder a la vez el alma y el cuerpo. 

Las afirmaciones de la Escritura y las enseñanzas de la Iglesia a propósito del infierno son un llamamiento a la responsabilidad con la que el hombre debe usar de su libertad en relación con su destino eterno. 

Constituyen al mismo tiempo un llamamiento apremiante a la conversión: “Entrad por la puerta estrecha; porque ancha es la puerta y espacioso el camino que lleva a la perdición, y son muchos los que entran por ella; mas ¡qué estrecha la puerta y qué angosto el camino que lleva a la Vida!; y pocos son los que la encuentran” (Mt 7, 13-14). Catecismo de la Iglesia católica, 1033-1036
 

lunes, 11 de noviembre de 2019

Gotitas de Sabiduría.





El cielo, el infierno, el purgatorio y la muerte. ¿Qué sucede al finalizar la vida? ( 1 )

En los Libros Santos se llaman Novísimos a las cosas que sucederán al hombre al final de su vida, la muerte, el juicio, el destino eterno: el cielo o el infierno. La Iglesia los hace presentes de modo especial durante el mes de noviembre. A través de la liturgia, se invita a los cristianos a meditar sobre estas realidades. 


1. ¿Qué hay después de la muerte? ¿Dios juzga a cada persona por su vida?
El Catecismo de la Iglesia católica enseña que «la muerte pone fin a la vida del hombre como tiempo abierto a la aceptación o rechazo de la gracia divina manifestada en Cristo». 

«Cada hombre, después de morir, recibe en su alma inmortal su retribución eterna en un juicio particular que refiere su vida a Cristo, bien a través de la purificación, bien para entrar inmediatamente en la bienaventuranza del cielo, bien para condenarse inmediatamente para siempre». En este sentido, San Juan de la Cruz habla del juicio particular de cada como señalando que «a la tarde, te examinarán en el amor». Catecismo de la Iglesia Católica, 1021-1022
Todo se arregla, menos la muerte... Y la muerte lo arregla todo. 

Cara a la muerte, ¡sereno! Así te quiero. No con el estoicismo frío del pagano; sino con el fervor del hijo de Dios, que sabe que la vida se muda, no se quita. ¿Morir?... ¡Vivir! 
¡No me hagas de la muerte una tragedia!, porque no lo es. Sólo a los hijos desamorados no les entusiasma el encuentro con sus padres. 

El verdadero cristiano está siempre dispuesto a comparecer ante Dios. Porque, en cada instante —si lucha para vivir como hombre de Cristo—, se encuentra preparado para cumplir su deber. .
“Me hizo gracia que hable usted de la 'cuenta' que le pedirá Nuestro Señor. No, para ustedes no será Juez —en el sentido austero de la palabra— sino simplemente Jesús”. —Esta frase, escrita por un Obispo santo, que ha consolado más de un corazón atribulado, bien puede consolar el tuyo. 



2. ¿Quiénes van al cielo? ¿Cómo es el cielo?
El cielo es “el fin último y la realización de las aspiraciones más profundas del hombre, el estado supremo y definitivo de dicha”. Y San Pablo escribe: “Ni ojo vio, ni oído oyó, ni pasó por pensamiento de hombre las cosas que Dios ha preparado para los que le aman”. (1Cor 2, 9).
Después del juicio particular, los que mueren en la gracia y la amistad de Dios y están perfectamente purificados van al cielo. 

Viven en Dios, lo ven tal cual es. Están para siempre con Cristo. Son para siempre semejantes a Dios, gozan de su felicidad, de su Bien, de la Verdad y de la Belleza de Dios.

Esta vida perfecta con la Santísima Trinidad, esta comunión de vida y de amor con Ella, con la Virgen María, los ángeles y todos los bienaventurados se llama el cielo. Es Cristo quien, por su muerte y Resurrección, nos ha “abierto el cielo”. 

Vivir en el cielo es “estar con Cristo” (cf. Jn 14, 3; Flp 1, 23; 1 Ts 4,17). Los que llegan al cielo viven “en Él”, aún más, encuentran allí su verdadera identidad. Catecismo de la Iglesia católica, 1023-1026

domingo, 10 de noviembre de 2019

Gotitas de Sabiduría.






AGUA BENDITA



 
El agua bendita es un sacramental. 

Los sacramentales son puestos por la Iglesia para obtener, con la eficacia de su invocación, algunos efectos, principalmente espirituales, y así ir removiendo los obstáculos que impiden o retrasan la acción divina en las almas.

Los principales efectos son: dedicar las personas y las cosas al culto divino, arrojar o reprimir a los demonios, alcanzar algún beneficio temporal, comunicar gracias actuales, perdonar el pecado venial y remitir la pena temporal.

Sin embargo, se ha de tener en cuenta que los sacramentales no son cosas mágicas que causan efecto inmediato, sino que sus efectos dependen de la voluntad divina sobre esa alma que lo recibe y de la disposición buena o mala de esa misma alma para recibir el efecto (por ejemplo estar en estado de gracia).

Los Santos siempre han utilizado el agua bendita para hacer huir al demonio. Por eso en estos tiempos en que, según mensajes de la Virgen al Padre Gobbi, los demonios y las almas de los condenados se han derramado sobre el mundo para llevar al mayor número de almas a la perdición eterna, es necesario defendernos del mal con todos los recursos que el Cielo nos provee, y entre ellos está el uso del agua bendita.

Es bueno rociar con agua bendita los ambientes donde se reúne la familia, para que no haya discusiones y reine la paz.

También en el dormitorio donde descansamos, es bueno, antes de acostarnos, esparcir agua bendita en la habitación, para ahuyentar a los demonios, y tener una noche tranquila, sobre todo en la que estén lejos las tentaciones y perturbaciones.

También se puede beber agua bendita, para calmar enfermedades y tener más fuerzas para evitar el pecado.

sábado, 9 de noviembre de 2019

Gotitas de Sabiduría.




DEVOCIÓN DE LAS TRES AVEMARÍAS


DEVOCIÓN DE LAS TRES AVEMARÍAS

 
  "Sí que lo haré; pero quiero que por tu parte me reces diariamente tres Avemarías, conmemorando, en la primera, el Poder recibido del Padre Eterno; en la segunda, la Sabiduría con que me adornó el Hijo; y, en la tercera, el Amor de que me colmó el Espíritu Santo".

Y esta promesa se extendió en beneficio de todos cuantos ponen en práctica ese rezo diario de las tres Avemarías.

La practica de esta devoción no puede ser ni más fácil, ni más breve. Fácil es, porque se concreta a rezar todos los días tres Avemarías agradeciendo a la Santísima Trinidad los dones de Poder, Sabiduría y Amor que otorgó a la Virgen Inmaculada, e instando a María a que use de ellos en auxilio nuestro.

Modo de practicar esta devoción:

Todos los días, rezar lo siguiente:
¡María, Madre mía; líbrame de caer en pecado mortal!
1- Por el Poder que te concedió el Padre Eterno. (rezar un Avemaría)
2- Por la Sabiduría que te concedió el Hijo. (rezar un Avemaría)
3- Por el Amor que te concedió el Espíritu Santo. (rezar un Avemaría)   

Fue la misma Santísima Virgen la que dijo a Santa Gertrudis que "quien la venerase en su relación con la Beatísima Trinidad, experimentaría el poder que le ha comunicado la Omnipotencia del Padre como Madre de Dios; admiraría los ingeniosos medios que le inspira la sabiduría del Hijo para la salvación de los hombres, y contemplaría la ardiente caridad encendida en su corazón por el Espíritu Santo".

Refiriéndose a todo aquel que la haya invocado diariamente conmemorando el poder, la sabiduría y el amor que le fueron comunicados por la Augusta Trinidad, dijo María a Santa Gertrudis que, "a la hora de su muerte me mostraré a él con el brillo de una belleza tan grande, que mi vista le consolará y le comunicará las alegrías celestiales".

María renueva su promesa de protección:
Cuando Sor María Villani, religiosa dominica (siglo XVI), rezaba un día las tres Avemarías, oyó de labios de la Virgen estas estimulantes palabras:
"No sólo alcanzarás las gracias que me pides, sino que en la vida y en la muerte prometo ser especial protectora tuya y de cuantos como tú PRACTIQUEN ESTA DEVOCIÓN".

También dijo la Santísima Virgen: “La devoción de las tres Avemarías siempre me fue muy grata... No dejéis de rezarlas y de hacerlas rezar cuanto podáis. Cada día tendréis pruebas de su eficacia...”