sábado, 22 de junio de 2013

Y tu, ¿ya sabes rezar?


Iba en el avión hace pocos días y ya estábamos a punto de aterrizar. Como muchos saben, cuando un avión esta despegando o aterrizando a algunas personas les duelen los oídos y a otros les da un dolor muy fuerte, debido a la presión. Cuando estábamos aterrizando, una bebé empezó a llorar inconsolablemente y solo se tocaba el oído. No podía hablar, y su manera de expresar el dolor era llorando sin cansancio y poniendo su pequeña mano en su oído. Su mamá la abrazaba y la trataba de consolar, y le decía que pronto iba a pasar el dolor, pero era como hablarle al aire. Mientras todos volteaban a ver a la mamá como signo de su incomodidad y con ganas de que la niña dejara de llorar porque era muy incomodo, a mi me hizo pensar en la vida de oración. Me explico.

Cuando un bebé esta muy pequeño, no sabe hablar. No sabe expresar su dolor, su sufrimiento, su hambre. Solo llora, sonríe, duerme, come. Y poco a poco, al escuchar a su mamá, a su papá y a sus hermanos empieza a hablar poco a poco. Dice algunas palabras primero y luego ya empieza a decir oraciones completas. Y la alegría de la familia es inmensa, porque ya ese pequeño bebe ha crecido y ya se puede comunicar, y así es mucho más fácil poder entender lo que ese pequeñito ser humano quiere decir. Sin embargo, eso no quiere decir que la mamá o el papá no sepan hablar o no sepan comunicarse con el bebé. Simplemente el bebé no les entiende porque todavía no sabe hablar ese lenguaje.

Es lo mismo con la oración. Cuando empezamos a orar, somos como pequeños bebes que no se pueden comunicar. Vamos con Dios llorando y tratando de expresarnos lo mejor posible, y nosotros no escuchamos nada. Y creemos que llorando más y más nos va a poder prestar atención. Dios claramente entiende esas lágrimas, y nos da soluciones para nuestros problemas y nos da palabras de aliento, y nos abraza para consolarnos. Sin embargo, nosotros no lo entendemos porque todavía no sabemos escuchar el lenguaje de Dios. Y por eso muchas veces dejamos de orar. Sin embargo, cuando uno empieza a orar con más frecuencia, con constancia, empieza a entender lo que Dios le quiere decir, y uno mismo empieza a cambiar en su oración. Nuestra oración ya no es solamente pedir, pedir y más pedir. Empezamos a tener una conversación con el mismo Dios. Al principio entenderemos algunas cuantas palabras, y luego empezaremos a formular oraciones completas. Pero esto solo lo logramos si empezamos a rezar constantemente y a convivir con Dios a través de la oración y de los Sacramentos. Por eso, nunca deben de desanimarse en la oración, sino pensar en nosotros mismos como si fuéramos un bebe que comienza a hablar. Y cuando hablemos ya no será a través del llanto, y cuando entendamos a Dios el nos dará la solución a nuestro dolor.

Se que cuando esa pequeña bebé crezca, cuando le duela el oído podrá decirlo claramente, y cuando su mamá le pida que mastique un chicle o que se ponga unas gotas pronto solucionara su problema y ya no tendrá más dolor de oído. Se que cuando aprenda a orar podré tener una conversación igual de clara con mi Dios. Y mi vida ya no será la misma. Será mejor.

Marianela Camelo Mendoza

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