domingo, 23 de enero de 2011

SIGANME Y LOS HARÉ PESCADORES DE HOMBRES

El evangelio de hoy es una invitación para cada uno de nosotros a proclamar el bien de la Buena Nueva y para hacer el bien y luchar contra el mal con el poder y la autoridad de Jesús. Este evangelio es una invitación para darnos cuenta que la construcción del reino de Dios es tarea nuestra, es nuestra responsabilidad. No es sólo la tarea de los obispos, los curas y las monjas. Muchas veces cuando leemos este Evangelio donde Jesús llama a estos pescadores a seguirlo, pensamos que esta lectura sólo se puede aplicar hoy a aquellos a quienes Jesús llama a la vida religiosa o al sacerdocio. Pensamos que esto del llamado vocacional sólo es para unos pocos. Y, erróneamente pensamos que predicar el Evangelio del Reino de Dios es solo para curas.
 
El evangelio de hoy nos recuerda que este llamado es para todos. Todos los bautizados estamos llamados a discernir una vocación  y a responder de manera directa al llamado constante de Jesús a proclamar la venida de su Reino y por ende a ser co-constructores del mismo. Toda nuestra vida es un discernimiento de nuestra vocación. Aprender a decir ‘sí’ a la llamada de Dios a participar de su vida y en la construcción de su Reino.
 

Esta realidad nos invita a hacernos las siguientes preguntas:
 
¿Hemos pensado alguna vez que Dios trabaja, que hace el bien a través de nosotros?
 
¿Nos hemos parado a pensar que nosotros somos los instrumentos a través de los cuales Dios se vale para construir su Reino en nuestras vidas y en nuestra sociedad?
 
¿Hemos aceptado que como hombres y mujeres bautizados tenemos el reto y el compromiso de transformar la oscuridad en luz, el pecado en gracia, el dolor en alegría, la guerra en paz y que transformando todo a nuestro alrededor a la manera de Jesús estamos construyendo el Reino de Dios? 
 
¿Estamos consientes de que luchando contra la oscuridad en nuestra familia y nuestro corazón y trayendo a la luz de nuestra fe  a nuestras casas y a nuestro corazón estamos construyendo el Reino de Dios?
 
Cada vez que sanamos el dolor de un amigo, cada vez que le sabemos escuchar y ponernos en su lugar,
estamos construyendo el Reino.
Cada vez que ayudamos al prójimo para que vea claramente el camino de Dios, 
Dios está construyendo su Reino a través de nosotros.
Cada vez que visitamos un enfermo y le traemos consuelo y compañía, estamos sanándole el corazón con la fuerza del Reino que se construye en ese momento.
Cada vez que decimos Te amo a los que amamos, estamos amando con el mismo poder del amor de Dios.
Cada vez que damos testimonio de nuestra fe, estamos luchando contra el mal, contra el demonio con el poder y al mismo tiempo estamos construyendo el Reino.
 
El Reino de Dios está cerca. Nosotros somos los obreros, los constructores del Reino de Dios. Reconózcamelo. Dios nos ha llamado a construir su Reino. Hoy en el Evangelio al llamar a Pedro, Santiago, Andrés y Juan, Jesús ha pronunciado también nuestros nombres. Nuestra felicidad en esta vida dependerá de cómo y cuándo aprendamos a responder a este llamado, a esta invitación a ser obreros en la construcción del Reino. No olvidemos que nuestra fe es más fuerte de los que pensamos.
 
¿Que mas necesitamos entonces para construir el Reino de Dios con el poder y la autoridad de Jesús?
 
Nada más, no necesitamos nada más
 
Aceptemos la misión que Jesús nos propone como camino de la verdadera felicidad y la verdadera paz. El nos invita a seguirlo. Y esta invitación está viva en nuestro corazón. Aceptemos la misión de proclamar y testimoniar el Reino de Dios.
 

Fr. Wilmo Martin Candanedo-Guevara, OP

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