domingo, 20 de febrero de 2011

El cristiano debe ser luz


Francisco de Asís trabajaba un día en el negocio de telas finas de su padre. Y en un momento en que estaba muy atareado, llega un pobrecito a pedirle una limosna, por amor de Dios. Francisco le contestó ásperamente que no lo molestara, porque estaba muy ocupado. Y el  pobre hombre dio la vuelta y salió a la calle. De pronto Francisco pensó para sí… “Si este pobre me hubiera pedido en nombre de un amigo mío, por mi amigo le hubiera dado la ayuda… Me lo pidió por el amor de Dios… ¿Cómo es posible que no valore yo el amor de Dios? Y dándose prisa alcanzó al pobre y le dio una limosna. Y desde entonces jamás dejó a un pobre sin socorrer… incluso cuando él mismo era muy pobre. 
La sal que hoy nosotros principalmente la usamos para sazonar nuestra comida, en otros tiempos era indispensable para conservar alimentos, que de otro modo pronto se corromperían. El cristiano debe ser sal en una sociedad desabrida, y que está en riesgo de corromperse. Tantas personas tratan de darle sabor a su vida con cosas como el alcohol, el poder o el sexo, pero eso que sabe dulce en los labios, luego amarga las entrañas y corrompe la vida entera. El cristiano debe aportarle al mundo el buen sabor de las cosas de Dios: el amor, el servicio, la sencillez, la honestidad, la veracidad, la justicia…
El cristiano debe ser luz… reflejando a los demás la Luz purísima que es Dios y que debe irradiar desde el interior de un alma que ha sido hecha Templo del Espíritu Santo. En medio de la oscuridad del pecado, brilla desde el fondo del corazón del cristiano una luz para el mundo. El testimonio del cristiano debe reflejar de tal modo la gloria de Dios, que todos los que vean nuestras buenas obras puedan glorificar al Señor por su grandeza y majestad. Y al contrario, el cristiano que no da buen testimonio, desacredita la acción de Dios, haciendo que los que no creen en Dios, menos crean al ver que su vida no refleja la luz que con sus labios predica.

San Francisco de Asís estaba sumergido en el mundo del negocio, del interés, del poder… y a él llega esa llamada de Dios, a través de ese limosnero… y en su interior dio cabida a la Luz, desde su interior la Luz le ilumina para que sienta el llamado del pobre como una llamada del mismo Dios, y desde entonces fue muy sensible a esta presencia divina en los más necesitados. Constantemente ejercitará su caridad para con los pobres, de tal modo que como dice Isaías en la primera lectura, cuando clamó a El, le respondió diciendo, “Aquí estoy”.  Buscamos con ansias a Dios, y a través de cosas raras lo queremos encontrar…hay gente muy atraída por cosas esotéricas y misteriosas. Pero Dios no es así. Dios optó por lo sencillo y humilde, y nos invita a ser sensible a captarlo ahí… y a expresarlo a través de nuestra pequeñez.
 El cristiano está llamado a reflejar la gloria y majestad divina, a través de su capacidad de amar, servir, perdonar, comprender. En lo cotidiano de la vida de cada uno de nosotros, nos sobran ocasiones para manifestar nuestra fe, en hechos y actos concretos. Un mundo que gime en la oscuridad y la falta de sentido nos reclama… reclama la presencia de Dios a través de algún signo visible… Y Dios no optó por hacer prodigios en el cielo para manifestar su presencia… ha preferido hacerlo a través de sus hijos… a través de ti y de mi.  Demos al mundo el testimonio de su amor.
 Fr Fernando Rodríguez, ofm

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