domingo, 27 de febrero de 2011

HISTORIA DE LA DIVINA MISERICORDIA

“LA HUMANIDAD NO ENCONTRARÁ

NI PAZ NI TRANQUILIDAD

HASTA QUE NO SE VUELVA CON CONFIANZA
A MI DIVINA MISERICORDIA” 



(Palabras de Jesús Misericordioso a Santa Faustina Kowalska)

LOS DUROS COMIENZOS

El 5 de octubre de 1938, moría en un convento de Cracovia (Polonia) una humilde religiosa polaca,
Sor Faustina Kowalska, de la Congregación de Nuestra Señora de la Caridad. Había cumplido apenas 33 años.
Durante su vida las hermanas de Sor Faustina no sospechaban nada de las extraordinarias experiencias místicas de su compañera: sólo pocos años después de su muerte, cuando comenzó a difundirse la devoción a la Divina Misericordia en las formas propuestas por Sor Faustina, se comenzó a hablar también de ella. La Madre General de la Congregación consideró entonces llegado el momento de informar oficialmente a las hermanas acerca de la misión que Jesús había encomendado a Sor Faustina, a saber, la de promover en el mundo la devoción a Su Divina Misericordia. A muchas de las Hermanas ya eran familiares aquellas nuevas formas de devoción, pues se practicaban en algunos de sus conventos y aún fuera de ellos, sin sospechar que Sor Faustina tenía algo que ver con ellas, porque el encargado de difundirlas no fue ella, sino su confesor. Mayor difusión comenzó a tener la Devoción a la Divina Misericordia al estallar la Segunda Guerra Mundial, en 1939, cuya primera víctima fue precisamente Polonia. Para facilitar a la gente la práctica de la devoción, se abrió al público también la capilla del Convento de las Hermanas en la que estaba expuesta la imagen de Jesús Misericordioso. Como en el mismo convento estaba sepultada Sor Faustina, los visitantes de la capilla solían visitar también su tumba. Los graves sufrimientos y las angustias que trajo consigo la guerra impulsaban a la gente a refugiarse en la devoción a Jesús Misericordioso. Así crecía el número de las iglesias en las que se entronizaba su imagen. Además, se erigían por doquier centros de difusión de la Devoción a la Divina Misericordia, que en 1951 ya eran 130. Ya durante la guerra, y más aún después de terminada ésta, la devoción comenzó a difundirse también en otros países como en Rusia, Francia y Estados Unidos. La creciente difusión de esta devoción en las formas propuestas por Sor Faustina parecía contradecir los que ella misma escribiera en su Diario espiritual profetizando que la devoción «caería en completa ruina» pero que después se manifestaría «la acción de Dios con gran poder que pondrá en evidencia su autenticidad. Será un nuevo esplendor para la Iglesia, aunque haya estado dormida en ella por mucho tiempo». La primera parte de la predicción de Sor Faustina se cumplió cuando la Santa Sede, actuando en base a informes inexactos e insuficientes, prohibió en marzo de 1959 la difusión de la devoción a la Divina Misericordia en las formas propuestas por Sor Faustina. La remoción de las imágenes de Jesús Misericordioso de las iglesias se dejó a la discreción de los obispos. De la mayoría de las iglesias de Polonia fueron removidas, mientras que el Arzobispo de Cracovia dispuso que las imágenes podían quedarse en las iglesias de su Diócesis y que los fieles podían seguir rezando ante ellas. Después de años, la Santa Sede, comenzó a interesarse de nuevo por este asunto y encomendó al entonces Arzobispo de Cracovia, Karol Wojtyla, promotor de la causa de beatificación de Sor Faustina, que actuara con prontitud antes de que murieran todos los testigos. En Abril de 1978, en base al examen de documentos originales que antes no se conocían, la Santa Sede retiró la prohibición de 1959, que había durado casi 20 años. Quitada la prohibición, la devoción a la Divina Misericordia cobró nuevo impulso y actualmente se está difundiendo rápidamente por todo el mundo.
La persona que más trabajó para este cambio de actitud de la Santa Sede fue el Cardenal Karol Wojtyla quien seis meses después del Decreto quitando la prohibición, el 16 de octubre de 1978, fue elegido Papa con el nombre de Juan Pablo II. Así comenzó a cumplirse la segunda parte de la profecía de Sor Faustina, según la cual “esta devoción se difundirá en toda la Iglesia”.



LA IMAGEN DE JESUS MISERICORDIOSO


«Di a la humanidad angustiada que se refugie en mi Corazón Misericordioso y Yo lo llenaré de paz».
«La Humanidad no encontrará paz hasta que no se vuelva con confianza a Mi Divina Misericordia».
 (Palabras de Jesús a Sor Faustina)
El 21 de febrero de 1931, Sor Faustina recibió la primera de sus muchas revelaciones respecto a la misión de su vida; ser confidente, secretaria y mensajera de la Divina Misericordia. En su Diario describe este acontecimiento de la siguiente manera:
«La tarde, cuando me hallaba en mi celda, vi al Señor Jesús vestido con una túnica blanca. Tenía una mano alzada en actitud de bendecir y la otra tocaba la vestidura sobre el pecho, salían dos grandes rayos, uno rojo y otro claro.
En silencio tenía yo fija mi mirada en el Señor, mi alma fue presa de temor, pero también de gozo. Después de algunos momentos Jesús me dijo: “Pinta una imagen según el modelo que ves, con la inscripción Jesús en Vos confío. Deseo que esta imagen sea venerada, primero en vuestra capilla, y (después) en el mundo entero
 
(47).
Prometo que el alma que venere esta imagen no perecerá. Prometo también la victoria sobre (sus) enemigos ya en esta tierra, especialmente en la hora de la muerte. Yo mismo la defenderé como a mi propia gloria. Ofrezco a los hombres un recipiente con el cual podrán venir a sacar gracias de la fuente de la Misericordia: este recipiente es esta imagen con la inscripción Jesús en Vos confío.”» (481).
Más tarde Jesús mismo explicó a Sor Faustina el significado de los dos rayos: “Los dos rayos significan la Sangre y el Agua: el rayo claro representa el Agua que justifica a las almas; el rayo rojo representa la Sangre que es la vida de las almas. Estos dos rayos brotaron desde las entrañas de mi más tierna Misericordia cuando mi Corazón agonizante fue abierto por una lanza en la cruz. Bienaventurado aquel que vive al amparo de ellos, porque la mano justa de Dios no llegará a tocarlo” (299).
Jesús prometió grandes gracias a los que veneraran esta imagen y Sor Faustina anotó muchas de ellas en su Diario. Citemos un ejemplo: “Por medio de esta imagen concederé muchas gracias a las almas; ella ha de ser también un recuerdo de las exigencias de Mi Misericordia, porque la fe, aunque muy fuerte, para nada sirve sin obras” (742).

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