viernes, 6 de diciembre de 2013

6 de diciembre. San Nicolás de Bari. Papá Noel, Santa Claus..

.¿Qué saben los niños de hoy sobre Papá Noel o Santa Claus?
Quizás no saben que San Nicolás (250-345) nació en Licia (hoy Turquía), que repartió entre los pobres su herencia cuando quedó huérfano en su juventud, que fue obispo en Mira, Licia, y que sus restos reposan en Bari, Italia, desde 1087. Quizás no les ilusiona que haya estado en el concilio de Nicea o que fue un gran defensor de la justicia, salvando muchas vidas inocentes de ser ejecutados y que sufrió encarcelamiento por su fe durante la persecución de Diocleciano.
O quizás tampoco se den cuenta de que el significado griego de su nombre “vencedor de los pueblos” se cumple en que es Patrono de Rusia y de lugares en Holanda, Italia, Alemania, Austria y Bélgica, por ejemplo, al igual que patrono de los marineros y navegantes por haber salvado un barco con sus oraciones.
Quizás sólo le conozcan por la caricatura publicitaria creada en 1863 por el norteamericano Thomas Nast y difundida por la compañía de Coca-Cola (que adaptaron sus trajes episcopales y su mitra para fines comerciales). Quizás le conozcan por el nombre que recibe en los países nórdicos de “Papá Noel” (“Padre Navidad”, prestado de Francia) o “Santa Claus” (de allí los renos que supuestamente tiene), o “Saint Nick” (como decían los holandeses protestantes en colonias americanas).
Pero algo sí saben los niños y podemos aprender de ellos y de su patrono S. Nicolás porque, después de todo, dijo el Señor que “si no cambiáis y os hacéis como niños no entraréis en el Reino de los Cielos”(Mt. 18, 2).
En el Evangelio del 1er domingo de Adviento nos recuerda el Señor que velemos “no sea que venga inesperadamente” (Mc. 13, 36). La espera no debería de ser temerosa sino gozosa, con un gran deseo de estar preparados para acoger al Señor y complacerle con las buenas obras que hicimos por Él. “El amor excluye el temor.” (1 Jn 4,18) La emoción y expectación con que velan los niños por la noche esperando sus regalos de Navidad o de los Reyes, apenas pudiendo dormir, debería de inspirarnos en nuestra vida espiritual porque dijo el Señor: “Quien no reciba el Reino de Dios como un niño no entrará en él.” (Lc 18, 17).
Así hizo S. Nicolás, que apenas parece dormir si tenemos en cuenta cómo regalaba monedas de oro por la noche dejándolas caer por las chimeneas o ventanas, como lo hizo para salvar a unas jóvenes de ser prostituidas por falta de dote. Pero, la mayor razón por la que dormía poco era que madrugaba muy temprano para celebrar la Misa todos los días. Al ser el primer sacerdote en entrar el templo un día, le eligieron obispo.
Veló como recomendó S. Pablo: “Velad y estad firmes en la fe, obrando varonilmente y mostrándoos fuertes.” (1 Co 16,13), firme aún en la persecución. Lo hizo como recomienda S. Agustín: “Vela con el corazón, vela con la fe, con la caridad, con las buenas obras [. . . ]; prepara las lámparas, cuida de que no se apaguen, alímentándolas con el aceite interior de una recta conciencia; permanece unido al Esposo por el Amor, para que Él te introduzca en la sala del banquete, donde tu lámpara nunca se extinguirá” (Sermón 93). Hasta hoy en día, sus reliquias manan aceite.
Los niños tienen fe de que recibirán algo maravilloso el día de la Navidad. Los más pequeños se contentan con todo y les asombran todos los preparativos. Pero, ¿les ayudamos a emocionarse como San. Nicolás por la verdadera Buena Nueva de que Cristo se nos regala y quiere estar con nosotros por los Sacramentos de la Iglesia? Porque “Los hombres estamos expuestos a dejarnos llevar del sueño del egoísmo, de la superficialidad, desperdigando el corazón en mil experiencias pasajeras, evitando profundizar en el verdadero sentido de las realidades terrenas. ¡Mala cosa ese sueño, que sofoca la dignidad del hombre y le hace esclavo de la tristeza! (S. Josemaría Escrivá, Es Cristo que pasa,147). Los que están enamorados de verdad con Nuestro Señor no pueden dormirse espiritualmente porque esperan con alegría y firme amor la certeza de Su Venida.

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