viernes, 8 de junio de 2018

De las Florecilas de San Francisco.

 Milagro de San Francisco en España
Hubo en España un señor rico y noble, dueño de una fortaleza. Devoto de San Francisco, lo mismo que su mujer, daba hospedaje a los frailes y era su principal bienhechor.
Como no tenía herederos, por ser estéril la esposa, hicieron voto a San Francisco que, si les alcanzaba sucesión, le servirían con toda su casa y darían hospitalidad a todos los frailes de su Orden perpetuamente. Favorecióles desde lo alto el bienaventurado Padre San Francisco y les alcanzó de Dios un hijo.
Sucedió que, cuando tenía este niño ocho años, un día salió su madre temprano a la iglesia, como acostumbraba, dejándole dormido en casa. Cuando despertó y vio que era de día, se levantó, y dirigiéndose luego a la huerta, subió a un árbol a comer cerezas, que a la sazón estaban maduras. Pero inclinándose descuidadamente, cayó del árbol sobre unas estacas agudas y quedó clavado en una, que le entró por el vientre y salía por el dorso.
Volvió de la iglesia la madre, y advirtió que el niño se había levantado; pero al creer que estaría, como otras veces, con los sirvientes, no pensó en buscarle hasta que tuvo la mesa puesta para comer con su marido. Buscándole entonces, y llamándole por todas partes los criados, entraron por fin en la huerta, y viéndole así desgraciadamente muerto, avisaron a los padres.
Corrieron éstos con dolor y llanto, y hallaron a su hijo ya muerto y atravesado en la estaca. Sacáronle de allí, y entre alaridos de dolor le llevaron a casa, y estaban al lado del cadáver, transidos de pena por la desgracia, e invocaban a San Francisco, cuando les anunció el portero que venían derechos hacia el castillo dos frailes Menores.
Al oír esto los padres del niño, encargaron que nadie diese muestras de pena ni de llanto, sino que todos les acompañasen a recibir a los frailes con alegre semblante, como acostumbraban, y que preparasen agua para lavarles los pies.
Retiraron el cadáver a otra habitación interior, salieron al encuentro de los frailes, les recibieron con mucho agrado y benignidad y les lavaron los pies.
La señora hizo llevar el agua en que les había lavado los pies a la habitación donde yacía muerto el niño, invocó con lágrimas a San Francisco (pues tenía confianza en Nuestra Señora y en los méritos de su siervo), metió con sus manos el cadáver en el cubo y comenzó a lavarlo y echarle agua en el vientre y en la herida, y decía:
-- San Francisco, devuélveme ahora el hijo único que por tu intercesión me dio el Señor, para que con los dos favores quedemos más obligados a dar gracias a Dios y a ti, yo y toda mi casa.
¡Cosa admirable! A la vista del padre y de la madre y de muchos de la familia se levantó el niño sano e incólume, sin que le quedas
e otra señal que una pequeña cicatriz en el vientre, como testimonio de tan gran milagro.
El llanto doloroso de los parientes y circunstantes se convirtió en lágrimas de gozo y alegría. Padre y madre acudieron a comunicar el hecho a los frailes que habían dejado en la sala y darles las gracias, pero ya no pudieron hallarlos. Entonces prorrumpieron en alabanzas al Señor, con lágrimas vivas, y reconocieron unánimes que San Francisco había venido a resucitarles a su hijo.
Refirió este milagro fray Guillermo Quertorio, Provincial de Génova, hombre de entera probidad y famoso en la Orden, el cual, de paso por España, al Capítulo general, se hospedó en la casa de este señor noble, padre del niño resucitado.
-- Padre Provincial -le dijo-, esta casa es vuestra y de todos vuestros hermanos, y debéis estar en ella con toda confianza.
Al retirarse les dijo:
-- Podéis quedar con la señora y hablarle de las cosas de Dios.
Y como los frailes dilatasen algo el empezar la conversación espiritual, les dijo la señora:
-- Para que tengan completa confianza aquí con nosotros, les voy a decir cuánto debemos a San Francisco y a su Orden mi marido, yo y este hijo que está presente. Porque este hijo lo tuvimos por intercesión del Santo y además nos lo resucitó.
Y les contó toda la crónica del milagro, como queda dicho, y en prueba de ello les mostró la cicatriz en el cuerpo del niño.

http://www.franciscanos.org/florecillas/apendiceflorecillas.htm

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