El primer jueves después de Pentecostés celebramos la festividad litúrgica de Jesucristo Sumo y Eterno Sacerdote.
Vivimos momentos de pasión de la Iglesia. Se exhibe en picota la infidelidad y
aberraciones de unos ministros-¿infiltrados? ¿vividores?- indignos, como paradigma
generalizado y abominable del sacerdocio, que es excelso porque encarna en la tierra al
mismo Cristo. Decía, admirado, Pedro de Blois: «Dios, que no ha querido tener ningún
cooperador en la obra de la Creación, quiere tenerlo en la obra de la Redención». Y
este coadjutor es el sacerdote.
Esta festividad sacrosanta ha de ser para todos los católicos un día intensamente
sacerdotal. Un día para amar el sacerdocio de Jesucristo prolongado en sus ministros.
Para agradecer a Cristo este don inestimable. Ha de ser una jornada de santidad sacerdotal
que nos reúna a todos: pastores y seglares, con un solo corazón y una sola alma, para
pedir muchos y santos sacerdotes.
Y ha de ser un día para agradecer a los sacerdotes su entrega absoluta. El sacerdote
actúa en la persona de Cristo... Perdona con el perdón de Dios, lleva su Palabra que se
encarna en su propia palabra, perpetúa la presencia real de Cristo entre nosotros... Si a
veces nos defrauda su insuficiencia personal, pensemos que a Dios no le ha estorbado.
Consideremos el peso de la dignidad divina que lleva dentro. Y ¡cuántas veces no
habremos ayudado a tal o cual sacerdote a superarse! ¡Cuántas lo habremos hundido más
aún en el aislamiento, con la incomprensión y la maledicencia!
Es momento de hablar
con valentía de la vida sacerdotal como de un valor inestimable y una forma de vida
espléndida y privilegiada, porque se funda en la Palabra irrevocable de Dios. Porque el
sacerdote está al servicio de todos los hombres. Y porque -parafraseando al cardenal Juan
M. Lustiger- su acción no tiene por límite su propia capacidad de obrar, sino que se
inscribe en la acción de Dios que obra a través de él.
Querríamos hacer llegar a todos los sacerdotes del mundo el testimonio de nuestro apoyo,
de nuestra solidaridad, de nuestro amor... A todos les decimos: ¡Gracias, queridos
sacerdotes!
http://webcatolicodejavier.org/JesucristoSumoYEternoSacerdote.html
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