sábado, 9 de junio de 2018

Solo Dios...solo Dios...


Como San Franisco creó el Cantico del Hermano Sol

Dos años antes de su muerte, es decir, en otoño de 1224, estando ya el bienaventurado Francisco muy enfermo y padeciendo, sobre todo, de los ojos, habitaba en San Damián, en una celdilla hecha de esteras. Yacía en este mismo lugar y llevaba más de cincuenta días sin poder soportar de día la luz del sol, ni de noche el resplandor del fuego. Permanecía constantemente a oscuras tanto en la casa como en aquella celdilla. Tenía, además, grandes dolores en los ojos día y noche, de modo que casi no podía descansar ni dormir durante la noche; lo que dañaba mucho y perjudicaba a la enfermedad de sus ojos y sus demás enfermedades. Y lo que era peor: si alguna vez quería descansar o dormir, había tantos ratones en la casa y en la celdilla donde yacía -que estaba hecha de esteras y situada a un lado de la casa-, que con sus correrías encima de él y a su derredor no le dejaban dormir, y hasta en el tiempo de la oración le estorbaban sobremanera.
En esto, cierta noche, considerando el bienaventurado Francisco cuántas tribulaciones padecía, sintió compasión de sí mismo y se dijo:
-- Señor, ven en mi ayuda en mis enfermedades para que pueda soportarlas con paciencia.
De pronto le fue dicho en espíritu:
-- Dime, hermano: si por estas enfermedades y tribulaciones alguien te diera un tesoro tan grande que, en su comparación, consideraras como nada el que toda la tierra se convirtiera en oro; todas las piedras, en piedras preciosas, y toda el agua, en bálsamo; y estas cosas las tuvieras en tan poco como si en realidad fueran sólo pura tierra y piedras y agua materiales, ¿no te alegrarías por tan gran tesoro?
Respondió el bienaventurado Francisco:
-- En verdad, Señor, ése sería un gran tesoro, inefable, muy precioso, muy amable y deseable.
-- Pues bien, hermano -dijo la voz-, regocíjate y alégrate en medio de tus enfermedades y tribulaciones, pues por lo demás has de sentirte tan en paz como si estuvieras ya en mi reino.
Por la mañana al levantarse dijo a sus compañeros:
-- Si el emperador diera un reino entero a uno de sus siervos, ¿no debería alegrarse sobremanera? Y si le diera todo el imperio, ¿no sería todavía mayor el contento?
Y añadió:
-- Pues yo debo rebosar de alegría en mis enfermedades y tribulaciones, encontrar mi consuelo en el Señor y dar rendidas gracias al Padre, a su Hijo único nuestro Señor Jesucristo y al Espíritu Santo, porque Él me ha dado esta gracia y bendición; se ha dignado en su misericordia asegurarme a mí, su pobre e indigno siervo, cuando todavía vivo en carne, la participación de su reino. Por eso, quiero componer para su gloria, para consuelo nuestro y edificación del prójimo una nueva alabanza del Señor por sus criaturas.
Se sentó, se concentró un momento y empezó a decir:
-- Altísimo, omnipotente, buen Señor... Loado seas, mi Señor...
Y compuso para esta alabanza una melodía que enseñó a sus compañeros para que la cantaran. Su corazón se llenó de tanta dulzura y consuelo, que quería mandar a alguien en busca del hermano Pacífico, en el siglo rey de los versos y muy cortesano maestro de cantores, para que, en compañía de algunos hermanos buenos y espirituales, fuera por el mundo predicando y alabando a Dios.
Quería, y es lo que les aconsejaba, que primero alguno de ellos que supiera predicar lo hiciera y que después de la predicación cantaran las Alabanzas del Señor, como verdaderos juglares del Señor. Quería que, concluidas las alabanzas, el predicador dijera al pueblo:
-- Somos juglares del Señor, y la única paga que deseamos de vosotros es que permanezcáis en verdadera penitencia.
Y añadía:

-- ¿Qué son, en efecto, los siervos de Dios sino unos juglares que deben mover los corazones para encaminarlos a las alegrías del espíritu?
Y lo decía en particular de los hermanos menores, que han sido dados al pueblo para su salvación.
A estas alabanzas del Señor, que empiezan por «Altísimo, omnipotente, buen Señor...», les puso el título de Cántico del hermano sol, porque él es la más bella de todas las criaturas y la que más puede asemejarse a Dios.


http://www.franciscanos.org/florecillas/apendiceflorecillas.htm

viernes, 8 de junio de 2018

Sagrado Corazon de Jesus en tí confío


Tres armas del Sagrado Corazón de Jesús para la lucha espiritual


Santa Margarita María de Alacoque, la vidente del Sagrado Corazón de Jesús, recibió del Señor “tres armas” para la lucha espiritual en este mundo. Aquí te las presentamos.

Primer arma: Que las intenciones sean rectas para rechazar la tibieza y cobardía
Santa Margarita confesó que nada le era más doloroso que ver a Jesús incómodo por alguna falta que ella había cometido.
Cierto día Jesús le dijo: “Sabed que soy un Maestro santo, y enseño la santidad. Soy puro, y no puedo sufrir la más pequeña mancha. Por lo tanto, es preciso que andes en mi presencia con simplicidad de corazón en intención recta y pura”.
“Pues no puedo sufrir el menor desvío, y te daré a conocer que si el exceso de mi amor me ha movido a ser tu Maestro para enseñarte y formarte en mi manera y según mis designios, no puedo soportar las almas tibias y cobardes, y que si soy manso para sufrir tus flaquezas, no seré menos severo y exacto en corregir tus infidelidades”.

Segunda arma: Ser obediente para rechazar la acción del demonio
Jesús reprendía severamente a Santa Margarita por sus faltas a la obediencia a sus superiores o a su regla.
Una vez, al corregirla le dijo: “Yo rechazo todo eso como fruto corrompido por el propio querer, el cual en un alma religiosa me causa horror, y me gustaría más verla gozando de todas sus pequeñas comodidades por obediencia, que martirizándose con austeridades y ayunos por voluntad propia".
En otra ocasión Cristo le reveló la acción del demonio con los indisciplinados. “Oye hija mía, no creas a la ligera todo espíritu, ni te fíes, porque Satanás está rabiando por engañarte. Por eso, no hagas nada sin permiso de los que te guían, a fin de que, contando con la autoridad de la obediencia, él no pueda engañarte, ya que no tiene poder alguno sobre los obedientes".

Tercer arma: Aferrarse al amor y a la cruz de Cristo
Un día la santa vio una gran cruz cubierta de flores y Jesucristo le manifestó que “poco a poco irán cayendo esas flores, y solo te quedarán las espinas, ocultas ahora a causa de tu flaqueza, las cuales te harán sentir tan vivamente sus punzadas, que tendrás necesidad de toda la fuerza de mi amor para soportar el sufrimiento”.
Más adelante, la santa llegaría a decirle: “Nada quiero sino tu Amor y tu Cruz, y esto me basta para ser Buena Religiosa, que es lo que deseo”.
Estas armas espirituales permitieron que la santa fuera creciendo en santidad y que poco a poco Jesucristo le revelara algunos deseos de su corazón.
En sus escritos, ella dejaría como legado el siguiente mensaje: “Solo el corazón humilde puede entrar en el Sagrado Corazón de Jesús, conversar con Él, amarle y ser amado de Él”.

https://www.aciprensa.com/noticias/estas-son-las-tres-armas-del-corazon-de-jesus-para-la-lucha-espiritual-83137

Consagremos nuestras familias a los Corazones de Jesús y María con esta oración:

Este año el viernes 8 de junio la Iglesia celebrará la fiesta del Sagrado Corazón de Jesús; por ese motivo, aquí puede encontrar una oración de consagración de la familia a los Santísimos Corazones de Jesús y María.

Oración de Consagración a los corazones de Jesús y María

Santísimos corazones de Jesús y María,
unidos en el amor perfecto,
como nos miráis con misericordia y cariño,
consagramos nuestros corazones,
nuestras vidas, y nuestras familias a Vosotros.
Conocemos que el ejemplo bello
de Vuestro hogar en Nazaret fue un modelo
para cada una de nuestras familias.
Esperamos obtener, con Vuestra ayuda,
la unión y el amor fuerte y perdurable
que os disteis.
Que nuestro hogar sea lleno de gozo.
Que el afecto sincero, la paciencia, la tolerancia,
y el respeto mutuo sean dados libremente a todos.
Que nuestras oraciones
incluyan las necesidades de los otros,
no solamente las nuestras.
Y que siempre estemos cerca de los sacramentos.
Bendecid a todos los presentes
y también a los ausentes,
tantos los difuntos como los vivientes;
que la paz esté con nosotros,
y cuando seamos probados,
conceded la resignación cristiana
a la voluntad de Dios.
Mantened nuestras familias cerca
de Vuestros Corazones;
que Vuestra protección
especial esté siempre con nosotros.
Sagrados Corazones de Jesús y María,
escuchad nuestra oración.
Amén.

https://www.aciprensa.com/noticias/consagra-tu-familia-a-los-corazones-de-jesus-y-maria-con-esta-oracion-97824

Ser siempre honestos y transparentes.


De las Florecilas de San Francisco.

 Milagro de San Francisco en España
Hubo en España un señor rico y noble, dueño de una fortaleza. Devoto de San Francisco, lo mismo que su mujer, daba hospedaje a los frailes y era su principal bienhechor.
Como no tenía herederos, por ser estéril la esposa, hicieron voto a San Francisco que, si les alcanzaba sucesión, le servirían con toda su casa y darían hospitalidad a todos los frailes de su Orden perpetuamente. Favorecióles desde lo alto el bienaventurado Padre San Francisco y les alcanzó de Dios un hijo.
Sucedió que, cuando tenía este niño ocho años, un día salió su madre temprano a la iglesia, como acostumbraba, dejándole dormido en casa. Cuando despertó y vio que era de día, se levantó, y dirigiéndose luego a la huerta, subió a un árbol a comer cerezas, que a la sazón estaban maduras. Pero inclinándose descuidadamente, cayó del árbol sobre unas estacas agudas y quedó clavado en una, que le entró por el vientre y salía por el dorso.
Volvió de la iglesia la madre, y advirtió que el niño se había levantado; pero al creer que estaría, como otras veces, con los sirvientes, no pensó en buscarle hasta que tuvo la mesa puesta para comer con su marido. Buscándole entonces, y llamándole por todas partes los criados, entraron por fin en la huerta, y viéndole así desgraciadamente muerto, avisaron a los padres.
Corrieron éstos con dolor y llanto, y hallaron a su hijo ya muerto y atravesado en la estaca. Sacáronle de allí, y entre alaridos de dolor le llevaron a casa, y estaban al lado del cadáver, transidos de pena por la desgracia, e invocaban a San Francisco, cuando les anunció el portero que venían derechos hacia el castillo dos frailes Menores.
Al oír esto los padres del niño, encargaron que nadie diese muestras de pena ni de llanto, sino que todos les acompañasen a recibir a los frailes con alegre semblante, como acostumbraban, y que preparasen agua para lavarles los pies.
Retiraron el cadáver a otra habitación interior, salieron al encuentro de los frailes, les recibieron con mucho agrado y benignidad y les lavaron los pies.
La señora hizo llevar el agua en que les había lavado los pies a la habitación donde yacía muerto el niño, invocó con lágrimas a San Francisco (pues tenía confianza en Nuestra Señora y en los méritos de su siervo), metió con sus manos el cadáver en el cubo y comenzó a lavarlo y echarle agua en el vientre y en la herida, y decía:
-- San Francisco, devuélveme ahora el hijo único que por tu intercesión me dio el Señor, para que con los dos favores quedemos más obligados a dar gracias a Dios y a ti, yo y toda mi casa.
¡Cosa admirable! A la vista del padre y de la madre y de muchos de la familia se levantó el niño sano e incólume, sin que le quedas
e otra señal que una pequeña cicatriz en el vientre, como testimonio de tan gran milagro.
El llanto doloroso de los parientes y circunstantes se convirtió en lágrimas de gozo y alegría. Padre y madre acudieron a comunicar el hecho a los frailes que habían dejado en la sala y darles las gracias, pero ya no pudieron hallarlos. Entonces prorrumpieron en alabanzas al Señor, con lágrimas vivas, y reconocieron unánimes que San Francisco había venido a resucitarles a su hijo.
Refirió este milagro fray Guillermo Quertorio, Provincial de Génova, hombre de entera probidad y famoso en la Orden, el cual, de paso por España, al Capítulo general, se hospedó en la casa de este señor noble, padre del niño resucitado.
-- Padre Provincial -le dijo-, esta casa es vuestra y de todos vuestros hermanos, y debéis estar en ella con toda confianza.
Al retirarse les dijo:
-- Podéis quedar con la señora y hablarle de las cosas de Dios.
Y como los frailes dilatasen algo el empezar la conversación espiritual, les dijo la señora:
-- Para que tengan completa confianza aquí con nosotros, les voy a decir cuánto debemos a San Francisco y a su Orden mi marido, yo y este hijo que está presente. Porque este hijo lo tuvimos por intercesión del Santo y además nos lo resucitó.
Y les contó toda la crónica del milagro, como queda dicho, y en prueba de ello les mostró la cicatriz en el cuerpo del niño.

http://www.franciscanos.org/florecillas/apendiceflorecillas.htm

miércoles, 6 de junio de 2018

Bendito seas Señor, me has creado...!!!

Al comienzo de todo, en el origen de mi vida, no se encuentra el “azar” o la “casualidad”. O, lo que es lo mismo, el universo entero y mi vida en particular no son el producto de un destino ciego. Una de las experiencias más bonitas de la vida es sentir que somos muy importantes para alguien, es decir, que una persona nos diga y nos demuestre con hechos concretos: “Es bueno que tú existas”. Pues bien, hay “Alguien” que desde siempre nos dice: “Es bueno que tú existas”. 

¡Sí!, en el origen de nuestra existencia hay un proyecto de amor. Cada uno de nosotros es el fruto del querer de Dios. Por esto mismo, la vocación no es una ilusión... Esta es la certeza que proviene de la fe: ¡Soy amado, tal y como soy! Desde siempre. Para siempre. No deberíamos permitir que limiten nuestra mente teorías que no logran explicar el sentido último de lo que somos, del misterio que hay en nosotros. Abre bien los ojos: En la belleza del mundo y de la vida, en su misterio, en su grandeza, en su orden y racionalidad, podemos descubrir un proyecto de amor que sólo puede nacer del corazón de Dios y no de la casualidad… ¿Eres consciente de lo que significa entender así tu vida y la vida de los demás? Santa Clara lo entendió muy bien... Por eso, al final de su vida pudo exclamar: "Bendito seas, Señor, porque me creaste".
ORACIÓN 

Me pensaste desde siempre, Señor,
y me creaste por amor.
¡Gracias porque me pensaste;
porque me creaste, gracias!
Me cuidas como un padre,
no camino solo en la vida.
¡Gracias porque me pensaste;
porque me creaste, gracias!
Tú acompañas cada uno de mis pasos,
tantas veces vacilantes, y no permites que me pierda.
¡Gracias porque me pensaste;
porque me creaste, gracias!
Me descubres el sentido de mi vida,
poco a poco, sin avasallar.
¡Gracias porque me pensaste;
porque me creaste, gracias!


https://vocacionesfranciscanas.blogspot.mx/2017/12/no-existimos-por-casualidad.html