miércoles, 14 de noviembre de 2007

LA AUTORIDAD ENTENDIDA COMO SERVICIO


San Francisco estaba convencido de que, como cualquier institución, también su fraternidad tenía necesidad de superiores que tuvieran autoridad sobre los demás. Pero a fin de que esto no dañara el espíritu de fraternidad, quería que la autoridad fuera entendida como servicio.

El superior es un siervo

San Francisco, para que las mismas palabras significaran su pensamiento, quiso que los superiores se llamaran "ministros" y "guardianes" . En la regla quiso escribir: "Y nadie sea llamado prior, sino llámense todos hermanos menores. Y lávense mutuamente los pies". "En el nombre del Señor, todos los hermanos que son elegidos ministros y siervos por los otros hermanos, dispongan a los hermanos en las provincias y lugares donde hayan de vivir, y visítenlos e instrúyanlos caritativamente, y confórtenlos" . "Los hermanos que son ministros y siervos de los demás hermanos, visiten y amonesten a sus hermanos, y corríjanlos caritativamente, sin mandarles nada contrario a su alma y a nuestra regla "."Y recuerden los ministros y siervos lo que dice el Señor: No he venido a ser servido sino a servir, y que a ellos se les ha encomendado el cuidado de las almas de los hermanos, que si alguno .., se pierde por su culpa y mal ejemplo, deberán el día del juicio dar razón de ello delante de nuestro Señor Jesucristo". "Acojan a los hermanos con caridad y cortesía, y pórtense con tanta familiaridad que les induzcan a hablar y comportarse con ellos como los amos con sus siervos, pues los ministros deben comportar- se como siervos de todos los hermanos".

Como la autoridad es un servicio, es preciso que "aquel a quien se dio facultad de mando y es tenido por mayor, sea como menor, y siervo de los demás hermanos, y tenga misericordia con todos sus herma- nos, como quisieran que se comportasen con él si estuviera en su lugar". Y la misma autoridad aparecerá siempre especialmente como servicio, si se tienen en cuenta estas advertencias de San Francisco: "Los que están constituidos sobre los demás, gloríense tanto de ese primado como si se estuvieran destinados a lavar los pies de los hermanos; y cuanto más se turben, si se les quita esa prelatura, cuanto si se les quitara el cargo de lavar los pies, tanto más ponen en peligro grave su alma".

Hay que recordar también que San Francisco "estableció que se tuviera que mandar muy raramente por santa obediencia, y no lanzar en seguida lo que debería ser el último dardo. 'No hay que echar en seguida mano a la espada' ".También decía que "el prelado que es padre y no tirano, debe prevenir las ocasiones de pecado, e impedir la caída a quien difícilmente se levantaría si cayera".

Es posible que algún hermano yerre. pero aun entonces debe mantener el superior su espíritu de servicio: "Si alguno de los hermanos, por instigación del enemigo, incurre en aquellos pecados mortales de los que está determinado entre los hermanos que se recurra a sólo los ministros provinciales, están obligados dichos hermanos a recurrir a ellos cuento antes puedan, sin demora. Y los ministros mismos, si son presbíteros, impónganles la penitencia con misericordia; pero, si no lo son, hagan que se la impongan otros sacerdotes de la Orden, como ¡es parezca que mejor conviene según Dios. Y deben evitar airarse y conturbarse por el pecado que alguno comete, porque la ira y la conturbación son impedimento en ellos y en los otros para la caridad".

Precisamente por esto, San Francisco escribió a un ministro esta auténtica obra maestra de caridad: "Y en esto quiero conocer que amas al Señor y me amas a mí, siervo suyo y tuyo, si procedes así; que no haya en el mundo hermano que, por mucho que hubiere pecado, se aleje jamás de ti después de haber contemplado tus ojos sin haber obtenido tu misericordia, si es que la busca. Y, si no busca misericordia, pregúntale tú si la quiere. Y, si mil veces volviere a pecar ante tus propios ojos, ámale más que a mí, para atraerlo al Señor; y compadécete siempre de los tales. Y, cuando puedas, comunica a los guardianes que por tu par- te estás resuelto a comportarte así".

Cualidades del superior

Cuando le preguntaron sobre las cualidades que debía tener el superior, San Francisco respondió: "Debe ser hombre de mucha reputación, de gran discreción, de fama excelente. Hombre sin amistades particulares, no sea que, inclinándose más a favor de unos, dé mal ejemplo a todos. Hombre amigo de entregarse a la santa oración, que dé unas horas a su alma y otras a la grey que se le ha confiado. Debe comenzar la mañana con la santa Misa" encomendarse a sí mismo y la grey a la protección divina con devoción prolongada. Después de la oración, se pondrá a disposición de todos, pronto a ser importunado por todos, a responder a todos, a proveer con dulzura a todos.

"Debe ser hombre en quien no haya lugar para la sórdida acepción de personas, que tenga igual cuidado de los menores y los simples que de los sabios y mayores. Hombre que, por más que se le haya dado distinguirse en letras, sir. embargo, se distinga más como imagen de sencillez piadosa en la conducta y promotor de la virtud. Hombre que execre el dinero. corruptela principal de nuestra profesión y perfección, y que, cabeza de una religión pobre, mostrándose modelo a la imitación de los demás, no use jamás de peculio.

"Hombre que consuele a los afligidos, como último asilo que es de los atribulados, no sea que, por no hallar en él remedios saludables, el mal de la desesperación domine a los enfermos. Para plegar los insolentes a la mansedumbre, abájese él; y, a fin de ganar las almas para Cristo, ceda algún tanto de su derecho. No cierre las entrañas de la misericordia, como a ovejas que se habían perdido, a los desertores de la Orden, sabedor que se dan tentaciones muy fuertes, que pueden empujar a tan gran caída.

"Quisiera que todos lo veneraran como a quien hace las veces de Cristo y lo proveyeran con buena voluntad de todo lo que necesita. No deberá, con todo, complacerse en los honores ni contentarse más en los favores que en las injurias. Si alguna vez, por debilidad o por cansancio, necesitase más dieta, no la tome en lugar escondido sino a la vista de todos, para que los demás no tengan reparo de atender al cuerpo en su flaqueza.

"A él sobre todo toca discernir las conciencias que se cierran y descubrir la verdad oculta en los, pliegues más ocultos y no dar oído a los charlatanes. Finalmente, debe ser tal, que, por la ambición de conservar el honor, no hagan vacilar de ningún modo la indefectible norma de la justicia y que sienta que un cargo tan grande le resulta más peso que honor. En todo caso, ni la demasiada suavidad engendre indolencia, ni una indulgencia laxa, relajación de la disciplina, de manera que, siendo amado de todos, llegue también a ser temido de los obradores del mal".

San Francisco decía, además, que "la responsabilidad de las almas deben asumirla quienes en esto nada buscan para sí y están siempre y en todo pendientes de la divina voluntad, quienes nada anteponen a su propia salud espiritual y no fijan la atención en los aplausos de los súbditos sino en su provecho; quienes no anhelan el honor humano, sino la gloria ante Dios; quienes no aspiran a la prelatura, antes bien la temen; quienes teniéndola, no se encumbran, más bien se humillan, y, privados de ella, no se abaten, sino se sien- ten honrados".

También quería que los superiores fueran "afables con los menores y atrayentes por su mucha benevolencia, de modo que los culpables de algo no tengan reparo en confiarse al amor de ellos. Los quería comedidos en las órdenes, propicios a las faltas, dispuestos más bien a soportar las injusticias que a devolverlas, enemigos de los vicios, médicos de los viciosos. Los quería, en fin, tales, que por su vida sean espejo de disciplina para los demás".

Juan Bautista Montorsi

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