sábado, 24 de diciembre de 2011

LOS SANTOS DE NAVI- ¡ D A R !


                                                   LOS SANTOS DE NAVIDAD

Inmediatamente después de la navidad se celebran las fiestas de san Esteban, san Juan y los santos inocentes. Las dos primeras se celebraban en Oriente ya en el siglo IV, y en Occidente a partir del siglo V. En cuanto a la fiesta de los santos inocentes, el 28 de diciembre, parece ser de origen occidental. Aparece por primera vez en el norte de Africa a finales del siglo V.

Estos santos representan un papel subordinado dentro de la octava de navidad. El punto de mira central de la celebración es Cristo en el misterio de su encarnación y manifestación. En la liturgia eucarística, el prefacio es uno de los tres propios de navidad. En la Liturgia de las horas, el oficio de vísperas es también el de navidad. De esta manera, cuando estos santos reciben nuestra veneración y reclaman nuestra atención, apuntan hacia Cristo. Los comentaristas medievales solían describir estos santos de navidad como “compañeros de Cristo” (comites Christi). Los consideraban como una corte de honor que acompaña a Cristo niño. Sin entrar a dilucidar si la explicación es correcta desde un punto de vista histórico, la idea resulta ciertamente muy atractiva.Esos tres días de fiesta introducen la idea del martirio en la celebración de navidad.
San Esteban fue el primer mártir, san Juan sufrió persecución y exilio a causa de Cristo y los niños asesinados por orden de Herodes confesaron a Cristo no con palabras, sino con su propia sangre.
Esta idea de martirio introduce una nota de realismo, ligeramente áspera, en nuestras festividades navideñas. No se nos permite recrearnos durante demasiado tiempo ante la cuna, donde todo parece bañado en una efusión de paz y de luz. La fe cristiana incluye el seguimiento de Cristo. Las malas interpretaciones, la oposición, la persecución, incluso el martirio, son la herencia de aquellos que desean pertenecer a Cristo y dar testimonio de él. En el evangelio para el día de san Esteban (Mt 10,17-22), Jesús mismo nos advierte anticipadamente de esto: “Seréis llevados ante gobernadores y reyes por mi causa, para dar testimonio ante ellos y ante los paganos”.
Mas para que nuestro martirio sea una réplica verdadera del martirio de Cristo, para que merezca el calificativo de martirio cristiano, tiene que estar motivado por el amor. Puede darse un martirio espurio, que es una forma de autoglorificación. Cristo es nuestro modelo. Colgado en la cruz, pidió al Padre que perdonara a sus verdugos porque no sabían lo que hacían. Con el mismo espíritu de amor y de perdón, Esteban gritó cuando era apedreado: “Señor, no les imputes este pecado”.
San Juan, el discípulo amado, es el apóstol del amor. El amor de Dios a nosotros, patentizado en su Hijo, es el amor que debemos tener al Padre y a todos sus hijos: éste es el mensaje que Juan repite insistentemente. Y es apropiado que este día de fiesta caiga en este tiempo en el que la Iglesia contempla el misterio del amor divino revelado en la encarnación.
Podemos considerar, además, a san Juan como un gran maestro de la encarnación. Combina una profunda visión espiritual y mística con un valiente sentido de realismo. Más aún que los restantes evangelistas, insiste en la realidad de la naturaleza humana asumida por la Palabra eterna. La carne y la sangre de Cristo son reales; y continúan siéndolo después de la resurrección. Y este sentido de realismo se aplica a los sacramentos, en especial a la eucaristía. De esta manera, san Juan, mediante su fiesta, nos expone el significado más profundo de navidad.

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